Ya en la calle el nº 1040

Enero de 1461: Asedio del castillo de Caravaca por las tropas del Adelantado Mayor del Reino de Murcia

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Francisco Fernández García/(Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz)

A mediados de enero de 1461 llegaba a Caravaca un nutrido contingente de soldados bajo el mando del Adelantado Mayor del Reino de Murcia con la misión de cercar y tomar el castillo de Caravaca, donde se había refugiado Alonso Fajardo, para poner fin al conflicto protagonizado por este singular personaje poseedor del Señorío de Caravaca desde el año 1450 en que le fue concedido por el rey de Castilla Juan II.

Hijo de Gonzalo Fajardo, comendador de Moratalla, Alonso Fajardo fue una destacada figura de la Murcia bajomedieval; armado caballero en 1435 ante los muros de la fortaleza de Xiquena desarrolló una carrera militar repleta de logros entre los que destacan su participación en la batalla de los Alporchones en 1552 y la toma de Mojácar al año siguiente, sucesos ambos que le valieron una fama extraordinaria entre los musulmanes, que sentían pavor con solo oír su nombre; sin embargo no tuvo inconveniente alguno en aliarse con ellos cuando le interesó y convino para incrementar tanto su patrimonio y posesiones como las de sus partidarios.

Tras los éxitos reseñados Alonso Fajardo, apodado “el bravo” por su carácter fuerte y vigoroso, inició un periodo de violencia y pillaje con el único fin de aumentar su poder en el Reino de Murcia. En 1453 apresó y encarceló en Caravaca al comendador de Ricote, dedicándose a continuación a robar, saquear y talar cuanto encontraba a su paso, almacenando el producto de sus correrías en Caravaca y Mula. El Concejo de Murcia descontento con su actitud empezó a adoptar medidas para impedir que continuara con sus fechorías; la situación fue agravándose hasta que se hizo insostenible dando inicio así a la guerra. El rey le exigió que entregase inmediatamente a Pedro Girón, Maestre de la Orden de Calatrava y Capitán Mayor de la frontera la ciudad de Lorca, de la que Fajardo era alcaide, «e asymesmo las dichas villas de Carauaca e Cehegin e Canara e Socouos e los otros logares de su encomienda e Cieça e Calasparra e Mula e Alhama e Xiquena con sus castillos e fortalezas e las otras villas e logares e castillos e fortalezas e tierrase heredamientose bienesvos e los dichos vuestros parçiales en la forma susodicha tenedes tyranizados e rebellados e ocupados, e salgades luego dellas e de cada vna dellas e de las fortalezas dellas e las dexedes libres e desenbargadas para quel dicho maestre lo reçiba todo en mi nonbre e por mi e para mi seruiçio». Fajardo hizo caso omiso y buscó ayuda en los adalides moros de Baza, Guadix, Vélez, Almería, Huéscar, Purchena y Albox para atacar Murcia. En 1458, tras la pérdida de varias de sus villas se vio obligado a refugiarse en Caravaca, desde donde escribió su célebre carta al rey Enrique IV solicitando el perdón. Conmovido tras su lectura, el monarca se mostró compasivo y le ofreció varias ciudades, entre ellas de nuevo Caravaca, a cambio de su arrepentimiento.

No obstante, al año siguiente volvió a las andadas y tras aliarse nuevamente con los granadinos se dedicó a perseguir a los que habían desertado de sus filas y a los que se habían mantenido fieles a la autoridad real: «sepades que por parte de ciertas personas vezinos de las villasde Carauaca e de Cehegin, que andan desterrados, e no osan entrar en las dichas villas ni en sus casas, por temor de Alonso Fajardo, me fue fecha rrelacion diziendo que por causa de los debates e questiones e guerrasque en las dichas villas de Carauaca e Cehegin, e en algunas cibdades e villas e lugares, acaescieron en los tiempos pasados con el dicho Alonso Fajardo, quando estaua rrebelado en su tierra en mi deseruicio, el qual dicho Alonso Fajardo les tiene por ello todauia grand odio e malquerencia».

El conflicto fue en aumento por lo que el monarca castellano le declaró otra vez la guerra: «sepades, que por las cosas fechas e cometidas por Alonso Fajardo, mi vasallo en mi deseruicio, e contra la Corona rreal de mis Regnos e en danno de la cosa publica della, yo le mande tornar todas las villas e lugares e castillose fortalezasque en mis Regnos tenia, sobre las quales, o alguna dellas, esta puesto sytio e cerco para las conbatir e tomar». Fajardo y sus tropas fueron cercados en Caravaca a comienzos de 1461, permaneciendo sitiada la fortaleza durante once meses. Por expresa orden del rey fueron elegidos para dirigir esta campaña Pedro Fajardo, Adelantado Mayor del Reino de Murcia, Lope Mendoza, comandante general de artillería, Juan Pacheco, marqués de Villena, y Pedro Girón, maestre de Calatrava. El cerco resultó incierto en muchos momentos, incrementándose las huestes sitiadoras en diversas ocasiones ante los rumores de la venida de tropas granadinas en auxilio de Fajardo. Finalmente el 7 de diciembre de 1461 el Adelantado Pedro Fajardo comunicaba al concejo murciano su victoria: «Mucho, honrrados sennores, hermanos, fago vos saber commo oy, jueues, a las dos oras de mediodia, se me entrego esta fortaleza. Escrivoslo por que se que dello a vosotros plaze, perdonad que por agora non puedo otra cosa escriuir, saluo sy a estas cosas de aca vos plazen, sed ciertos que se an de fazer. Nuestro Sennor sea en vuestra guarda».

Tras esto ninguna noticia mas tenemos de este extraordinario personaje, desconociéndose si murió durante el asedio del castillo de Caravaca, fue apresado o huyó en busca de refugio al Reino de Granada. En enero de 1462 el rey concedió el perdón a Gómez Fajardo, hijo de Alonso de Fajardo, y a los que se habían situado en su bando, dando por concluido este excepcional capítulo de la historia medieval murciana.

En 1612 Lope de Vega escribió una obra teatral sobre él titulada El primer Fajardoen la que lo presenta como el prototipo del cristiano fronterizo, parcialmente arabizado pero firme en su castellanidad.

«… Si viérades a Fajardo,

aquel de la cruz bermeja.

Aquel alcaide de Lorca

de quien tantas cosas cuentan,

aquel que de ver su sombra

tiemblan los moros de veras…».

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