GLORIA LÓPEZ CORBALÁN
Desde el principio de los tiempos, la búsqueda del elixir de la eterna juventud, ha llevado a la perdición a todas aquellas que iniciaron una luc
ha contra el envejecimiento, incapaces de aceptar lo inevitable (no preocuparos, no os voy a hablar de Ana Obregón). En sus delirios por no abandonar la juventud, han cometido autenticas atrocidades (tampoco de sus posados en trikini). Las mayores, casi seguro, las cometería una sanguinaria condesa.
Nacida en 1560 en el seno de una de las más ricas y aristocráticas familias húngaras, su familia era un tanto excéntrica, con antecedentes esotéricos entre los miembros de su familia, como un tío adorador de Satán y familiares adeptos a la magia negra o la alquimia.
Cuando sólo contaba con 15 años se casa con el conde Nadasdy, gran guerrero conocido como “El Héroe Negro”, y se van a vivir en un solitario castillo en los Cárpatos. El conde no tarda en ser reclamado a batalla, y ella se aburre en aquel lugrube palacio (teníais que verlo…) y decide buscar compañía, y cómo dios los cría y ellos se juntan, viene a conocer a un extraño vecino al que los vecinos llaman “el vampiro” . Pero las horas del día son muchas, y como hay tiempo para todo, pasa los días entre el vampiro, dos doncellas de segunda plato, con las que mantiene relaciones lésbicas, y el aprendizaje del esoterismo, rodeándose de una siniestra corte de brujos, hechiceros y alquimistas.
En esa época, la Condesa tuvo su primer hijo, al que siguieron tres más, y si bien su papel maternal le absorbía la mayor parte del tiempo, en el fondo de su mente seguían resonando las palabras tentadoras de la nodriza. Ésta, muy aguda, le indico que el poder de la sangre da muy buenos resultados en los hechizos de magia negra, y le aconseja que si se bañaba con sangre de doncella, podría conservar su belleza indefinidamente…
El detonante seria la muerte de su esposo. Sola en el inmenso castillo, alejada de toda civilización, y con una basta extensión en campos y doncellas a su merced, se convierte en la reina de las tinieblas.
A partir de ese momento, los baños de sangre serían su gran obsesión, hasta el punto de recorrer los Cárpatos en carruaje negro en busca de jóvenes hembras. Una vez en el castillo, las víctimas eran encadenadas y acuchilladas en los fríos sótanos , desangradas para llenar su bañera.
En algunas ocasiones, las víctimas que le parecían más sanas de mejor aspecto eran encerradas durante años en los sótanos para ir extrayendo pequeñas cantidades de sangre.
Los cuerpos sin vida eran sepultados en las inmediaciones del castillo, hasta que finalmente, sea por pereza o descuido, tan sólo los arrojaban al campo.
Los campesinos, hartos de las matanzas, denuncian ante el Emperador, que no presta atención a las quejas de su pueblo, pero finalmente envía una tropa de soldados que irrumpen en el castillo en 1610.
Al entrar, los soldados encuentran en el gran salón del castillo un cuerpo pálido y desangrado de mujer en el suelo, otro aún con vida pero terriblemente torturada, que había sido pinchada con un objeto para extraerle la sangre, y una última ya muerta tras ser salvajemente azotada, desangrada y parcialmente quemada. En los alrededores del castillo, desentierran otros cincuenta cadáveres. La condesa es detenida.
Ésta confesaría haber asesinado, durante 10 años, junto con sus hechiceros y verdugos, a más de 600 jóvenes. Fue condenada a una muerta lenta: la emparedaron en el dormitorio de su castillo, dejándole una pequeña ranura para darle agua. Murió a los cuatro años, sin intentar comunicarse con nadie ni pronunciar una palabra. Tenía 54 años.
