Ya en la calle el nº 1037

El Teniente General Ríchard

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JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

La vida castrense acabó convirtiendo el reconocido apellido Richard (palabra aguda), en Ríchard (palabra llana), por lo que Enrique Richard Marín, hijo de D. Enrique Richard y Dª. Esperanza Marín, los venerables y recordados maestros nacionales que los de mi generación y otras muchas recordamos con afecto, es conocido en el Ejército Español como el General Ríchard (con tilde en la i).

Vino al mundo el único teniente general que Caravaca ha dado a la milicia española, en diciembre de 1934, en el número 10 de la entonces denominada C. de “Ródenas”, hoy del “Escritor Gregorio Javier”, siendo el mayor de los cuatro hermanos que, junto al matrimonio mencionado vivían bajo el mismo techo (Enrique, José María, Isabel y Elvira).

Comenzó su formación en la “Escuela Graduada de Niños El Salvador” (entonces instalada en el viejo e inhóspito caserón de la actual C. de “D. Alfonso Zamora”, bajo la tutela de maestros como su propio padre D. Enrique y D. Juan San Martín. Y como tantas generaciones de adolescentes caravaqueños hizo el bachiller en el “Colegio Cervantes” de “Los Andenes”, del que recuerda con cariño a viejos profesores como D. José Moya, Dª. Encarna Guirao, D. Francisco Mirete, D. Blas Rosique, D. Vicente Pla y el carmelita P. Gabriel, con quien coincidió años después en Zaragoza. También recuerda de aquella época a compañeros y amigos como Diego Melgares de Aguilar, Rosendo y Ricardo López Bolt, Mariano Martínez-Iglesias, Andrés López Augüy y Guillermo Elum, entre otros.

Entre sus recuerdos de adolescencia y primera juventud, recuerda también las distracciones que ofrecía la ciudad en el ecuador del pasado S. XX: las “Piscinas”, en el complejo de “Las Delicias”. El “Cinema Imperial”, “Las Fuentes” y las tardes de fútbol siguiendo al equipo local compitiendo en las categorías regionales.

Su afición a la milicia fue vocacional. Siempre quiso ser militar, por lo que tras dos años preparatorios en Madrid, ingresó en la Academia General del Aire de San Javier, en 1953, permaneciendo en ella durante cuatro años, tras los que obtuvo el grado de teniente en servicio de vuelo.

En 1960 contrajo matrimonio con la caravaqueña Marisa Nevado Medina, con quien trajo al mundo a sus cuatro hijos (Enrique, María Loreto, José Ricardo y Javier), iniciando una vida itinerante a causa de los diferentes destinos y ascensos que llevaron a la familia a vivir en siete ciudades diferentes (Albacete, San Javier, Zaragoza, Washinton D.C. Jerez de la Frontera, Sevilla y Madrid).

En 1955 obtuvo el despacho de alférez y en 1957 el de teniente, Cinco años después ascendió a capitán y, en 1973 a comandante. En 1978 ya era teniente coronel y en 1985 coronel. En 1989 ascendió a general de brigada, en 1992 a general de división y en 1995 a teniente general, cargo en el que le llegó la jubilación laboral.

No se ha aburrido el Teniente General Richard desde su salida de la Academia en 1957, fecha en que fue destinado a la Escuela Básica de Pilotos de Salamanca. Entre 1958 y 1962 desempeñó su oficio en el Ala nº. 26 de Bombardeo Ligero en Albacete, regresando a la Academia General de San Javier hasta 1966 en que volvió a Albacete, al Ala número 37 de Transporte Aéreo. En 1973 fue destinado a Zaragoza para hacerse cargo del 301 Escuadrón de Transporte Aéreo, haciendo el Curso de Estado Mayor entre 1977 y 1979.

Durante cuatro años (1979-1983) fue responsable del Mando Aéreo de Transporte en Zaragoza, y en 1983 se incorporó a la Embajada de España en Washinton como Agregado Militar de la misma. Posteriormente mandó el Ala 22 de la Patrulla Marítima en Jerez de la Frontera, y fue Jefe del Sector Aéreo de Cádiz (1987-1989). Presidió el Mando Aéreo Táctico, como Jefe de Estado Mayor, en Sevilla (1989-1994). Fue Jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa en Madrid (1994-1995) y Jefe del Mando Aéreo del Centro y Primera Región Aérea en Madrid (1996-1998), pasando a la Reserva en diciembre de 1998 al cumplir la edad reglamentaria, y de acuerdo con la legislación en vigor. Durante su larga y brillante carrera militar nuca estuvo en situación de “retiro”, por lo que su situación actual es la de Teniente General en Segunda Reserva.

Al mirar atrás, recuerda sus primeros vuelos en avionetas Bücker E-3, aparatos en los que se iniciaron la mayor parte de los pilotos españoles durante al menos 15 años. También otras aeronaves de fabricación nacional como HM, E-9, L-8C; aviones de vuelo básico HS-4 español, T-6 norteamericano; aviones de transporte como el viejo Jüncker T-2B, el americano DC-3, el canadiense “Caribou” T-9; el español “Aviocar”, el famoso “Hércules” (también americano) y el P-3, estupendo avión de Patrulla Marítima.

También al mirar atrás recuerda haber sido fundador del escuadrón que se organizó en la Base Aérea de Albacete para la compra del “Caribú” en Canadá, así como del que adquirió el “Hércules” a la casa Locked y su ubicación en la base de Zaragoza. El “Hércules”, tras las oportunas modificaciones y actualizaciones, aún se encuentra prestando servicios en el Ejército del Aire. Por su parte el P-3 formaba el Ala 22 ubicado en la Base Aérea de Jerez que mandó como Coronel. Todavía está en servicio, ejecutando misiones en Somalía y en el Cuerno de África.

En sus más de 7.300 horas de vuelo, el General Richard sobrevoló en no pocas ocasiones Caravaca y el resto de la Comarca Noroeste de la Región con aquellas avionetas ligeras que le permitieron contemplar, como pocos, la belleza ancestral de la ciudad y su entorno. El vuelo T-6 le permitió instruir y enseñar a volar a un buen número de jóvenes pilotos españoles. Con los DC-3 y los “Caribú” realizó muchos viajes a África desde la base aérea de Gando, en Las Palmas; participando en diversas operaciones con unidades aéreas de otros países. Los vuelos en “Hércules” le permitieron volar por muchos puntos de Europa y también de América, habiendo cruzado el Océano Atlántico en varias ocasiones. Con los Heinkel-111 participó en las operaciones de Ifni-Sahara y, años más tarde, con el “Hércules” participó muy activamente en las operaciones de evacuación del Sahara.

En destinos de Estado Mayor recuerda con especial agrado la Agregaduría Aérea en la Embajada de España en USA (y concretamente en Washinton D.C. entre 1983 y 1986), experiencia americana que le permitió ampliar conocimientos tanto con el personal de la Fuerza Aérea Norteamericana, como con sus homólogos de muy diversos países, que desempeñaban misiones similares en sus distintas embajadas. Su estancia en USA le permitió conocer, a nivel particular y familiar, territorios, ciudades y ambientes tan variados como la amplia cuenca del Río San Lorenzo y toda la Costa Este de los EE.UU.

Durante sus últimos años en la milicia activa fue Jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa (JEMACON) donde, con una organización compuesta por personal muy competente y cualificado de los tres ejércitos (desde el que se tenía mando y control sobre todas las tropas españolas desplegadas en el extranjero), se llevaba una muy completa información de lo que acontecía en Europa entre 1994 y 1995, así como en otros lugares que de alguna forma afectaban a España.

Su último destino, el de Teniente General, fue el colofón de una carrera en la que, además de ostentar uno de los cargos más importantes del Ejército del Aire, por su ubicación en Madrid, le permitió amplios contactos y asistir a importantes eventos como recepciones y actos de estado en el Palacio Real, ofrecidos por S.M. el Rey a mandatarios de países extranjeros en visita oficial a España.

Presente en diversas audiencias colectivas con el rey Juan Carlos en varias ocasiones, recuerda sin embargo con emoción contenida, las tres audiencias individuales concedidas a lo largo de su última etapa militar activa, las cuales nunca borrará de su memoria.

En la actualidad, el General Richard disfruta de su bien merecida jubilación rodeado del cariño y atenciones de su esposa, sus hijos y sus cinco nietos, en un ambiente familiar y también militar puesto que su ejemplo y semilla ha crecido en su casa con el paso e los años.

Su vinculación a Caravaca nunca perdió un ápice de intensidad. Hizo cuanto pudo a favor de quienes requirieron de su apoyo e influencia, y aún se recuerda el pregón de las Fiestas de la Stma. Cruz que pronunció, en abril de 1994 desde el balcón central del Excmo. Ayuntamiento, siendo Hermano Mayor Antonio Romera López.

Si algún día la sociedad caravaqueña decidiera colocar al pie de la Stma. Cruz la relación de personas que han colaborado a poner el nombre de Caravaca en el lugar que le corresponde entre las tierras y gentes de España, sin duda que el nombre del Teniente General Richard debería encabezar esa lista de los “grandes”, de los que nuestra generación se siente orgullosa.

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