«El sitio de la escuela» por Isabel Martínez Llorente

Hoy, solo queda un solar más bien pequeño para la función que cumplía y la sombra de todo lo que fue para generaciones de cehegineros como yo

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ISABEL MARTÍNEZ LLORENTE / PROFESORA

Miraba los pies de mi madre, entonces alta y esbelta, avanzando uno tras otro mientras yo subía, cogida de su mano, la cuesta que me llevaba de la escuela a la casa. Mi atención estaba fija en esos pies: si ella daba un paso, yo tenía que dar tres para alcanzarla. ¿Cuántos años tendríamos, ella y yo, la madre y la niña, en ese recuerdo? Aún me sobreviene una sensación de falta de aire cuando observo en la cámara lenta que puedo otorgar al tempo de este recuerdo cómo intento casi sin éxito alcanzar su ritmo, y me sobrecoge, como entonces, mi pequeño y débil pie junto al suyo, firme, seguro, grande, fuerte. No quiero que perciba que apenas puedo alcanzarla.

"El sitio de la escuela" por Isabel Martínez Llorente
"El sitio de la escuela" por Isabel Martínez Llorente

La escuela, acaso, se había convertido en algo similar a mi pie: un lugar en el que me sentía insegura, en el que siempre intentaba alcanzar un ritmo para mí inalcanzable, un espacio en el que aún habrían de pasar años para encontrar mi hueco, un lugar donde tuve que aprender a aceptar mi debilidad. El colegio Pérez Villanueva estaba al final de aquella cuesta. A mí se me antojaba enorme. Hoy, solo queda un solar más bien pequeño para la función que cumplía y la sombra de todo lo que fue para generaciones de cehegineros como yo: ¿que qué fue? Fue la pista de gimnasia con sus dos canastas en las que nunca logré encestar; fueron las escaleras donde tomarse el bocadillo; fue la puerta que daba al patio de atrás; fue la alegría de todos cuando apareció, por sorpresa, un laberinto en el patio para jugar en la hora del recreo; fue el comedor al que nunca quise ir; fueron los bancos en los que algunos hacíamos de “madre” en el churro mediamanga mangotero; fue el espacio reservado a los mayores de octavo curso; fue la valla en la que comprábamos el Bollicao que nos vendía el señor de la tienda de enfrente; fue el rincón donde el elástico nos llevaba de primeras a sextas; fue la fiesta de fin de curso con la canción de Grease en la que yo no era, nunca fui, la chica guapa del grupo; fue la amiga que emigró a Barcelona o la que aún sigue siendo amiga y dedica su vida a cuidar de los demás en un hospital de Caravaca; fue aquel chico al que todas perseguíamos y él lo sabía; fue el miedo a dejar ese lugar conocido para ir al instituto desconocido. Fue lo que hoy, siendo apenas unas ruinas donde germinan los escombros, late como el corazón en el recuerdo de un paisaje: el de la infancia de muchas generaciones, que es un territorio inefable y sagrado.

La escuela representa el marco de nuestro acercamiento al mundo, el sitio que dio contexto al ser social que nos describe
Isabel Martínez Llorente
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La escuela representa el marco de nuestro acercamiento al mundo, el sitio que dio contexto al ser social que nos describe. El hogar, la familia, nos conforman en lo más íntimo; el colegio nos lanza, por primera y única vez, a la vida.

¿Alguna vez han derruido tu escuela?

"El sitio de la escuela" por Isabel Martínez Llorente
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