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El segundo cable de Calasparra: Coto Minero Gilico

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

MANUELA SEVILLA/Foto: Tomás Fernández Muñoz
Cuando abordé el tema del “Cable de Calasparra” no sabía, al igual que muchos Calasparreños, que no habíamos tenido un cable, sino dos.


En el primer artículo (El Noroeste 3-10 Julio 2014) relaté la historia del primer cable que partía de la Mina Edisson a la Estación de Tren de Calasparra, en 1900. El segundo cable entra en acción en 1908, el que pasaba por los Tunelillos. Si el promotor del primero fue una figura singular, como el empresario cartagenero Miguel Zapata Sáez, en el segundo tenemos otra personalidad no menos importante, como Joaquin Payá López, muy ligado al pueblo de Calasparra por ser el propietario de la finca de Cañaverosa, que fue hijo adoptivo del pueblo y Mayordomo de Honor del Santuario.
Los dos cables partían del Coto Minero de Cehegín, el primero desde la Pedanía de La Carasquillla y el segundo del Distrito Gilico. Gilico es un paraje lindante a dos municipios; Las Minas con el término municipal de Cehegín y al otro lado de la carretera, los Baños de Gilico o de San José o de La Marranica (este último era el nombre popular, ya que según la tradición fue sanada una cerda enferma que se bañó en sus aguas) pertenecientes al término de Calasparra.
Las negociaciones de la Mancomunidad de Minas de Hierros de Cehegín, representadas por su gerente D. Joaquin Payá, con el Ayuntamiento de Calasparra comenzaron en 1907. En el pleno del 6 de Octubre se firmó el Contrato de Arrendamiento de paso del Cable por el municipio, con diez condiciones. La quinta condición es muy curiosa: el Ayuntamiento, en la figura del Alcalde D. Gabino Ruiz Soler, pide el coste de una maquinaria de reloj de torre cuyo importe no sea menor de dos mil quinientas pesetas. Por aquella época el reloj de la Torre estaba estropeado y sin posibilidad de cambiarlo, desde 1905 se estaban realizando gestiones para hacerlo sin éxito. Cuando surgió la posibilidad, el Alcalde no lo dudó y pidió esta concesión, además del alquiler anual del paso del cable: 75 pesetas.
El 28 de Diciembre de 1908 se inauguró el cable aéreo desde el grupo Minero El Gilico a la Estación Ferroviaria con sistema Roll, de 15 km de longitud con una capacidad de 30 Tm/hora. Asistieron numerosas personalidades de Cartagena, Murcia asi como el jefe ingeniero de minas. Era propiedad del Conde de Mejorada, Joaquín Payá y Guillermo Martínez (R.M. Tomo 60, año 1909, Pág 89). Todas estas personas eran empresarios mercantiles relacionados con las minas de España, Francia y Marruecos donde tenían concesiones. El cable era movido por energía eléctrica en corriente trifásica, suministrada por el Salto de Cañaverosa, propiedad de Payá. Las minas cehegineras llegaron a desplazar en importancia a las de hierro de Cartagena, al menos de 1908 a 1914. El grupo que habían creado comercializaba óxido magnético, con una ley media del 58%. Teniendo en cuenta que sus exportaciones se dirigían especialmente a Alemania, el comienzo de la contienda mundial de 1914 supuso la quiebra del negocio, pero siguieron funcionando.
El cable recogía el hierro del Grupo María, formado por diversas concesiones, siendo la más importante la Mina María (explotada subterránea y a cielo abierto) criadero situado en la vaguada del Quípar, cuyo río lo atraviesa por completo y cuyas filtraciones constituyeron una dificultad de la explotación. Primero realizaron obras de aislamiento pero posteriormente se proyectó la desviación del cauce, unos 350 metros de la mina, dirigido por torres metálicas de forma triangular y de diferente altura según lo accidentado del terreno (la de mayor altura en La Florida) y cogidas al suelo con pilones de piedra y cemento. En la parte superior tenían dos parejas de ruedas o volantes cuyos bordes cóncavos conducían el cable que llevaba las vagonetas, pasando por la serratilla del Castillo de Calasparra. Para salvar la serratilla, se practicaron dos oquedades llamadas “los tunelillos”, uno de ida con las vagonetas cargadas de mineral y otro de vuelta con las vagonetas vacías. Como anécdota personal contaré que de pequeños nos decían que de allí habían sacado las tablas de piedra de los diez mandamientos de Moisés… y me lo creía. En este tramo de bajada con inclinación pronunciada es donde se producían la mayor cantidad de desprendimientos de vagonetas. En esta época el encargado general era el Tío Pepe Frasquiño. Llegaban las vagonetas a la Estación de Calasparra (que este año cumple 150 aniversario de su construcción) a un muelle especial dónde era cargado el hierro en dirección Cartagena y que se amplió en 1917.El Hospital de la Caridad de Calasparra, terminado en 1927, atendía a los heridos de las minas, contratando una iguala por estancias de los mineros a la Junta de Beneficencia de 135 pesetas, al igual que lo hacía el Hospital de la Caridad de Cartagena con los mineros de la zona. Todavía viven calasparreños que recuerdan al ingeniero alemán que trabajaba en las minas, que fumaba en una larga pipa sostenida con unas ruedas pequeñas y que vivió con su familia durante mucho tiempo en nuestra localidad.
Dejó de funcionar en 1934, se desmontó en 1954 y fue transportado por camioneros calaspareños a la zona de Bembibre (León), donde es posible que este colocado algún resto en alguna mina de la zona. Esta explotación siguió el mismo camino que las del primer cable. Primero fue la empresa Altos Hornos de Vizcaya, luego la empresa murciana Lorente y Pallarés S.L. y actualmente ha traspasado las 62 concesiones a la empresa canadiense Solid Resources.
Este tema, tan poco conocido y poco estudiado o difundido, nos hizo ser el cable más largo de España, si sumamos los kilómetros de los dos cables. El primero en la margen derecha del rio Argos, donde estaba la mina Edisson, y el segundo del Grupo María, en la margen izquierda del rio Quípar. Ambos funcionaron a la vez, a lo largo de 32 kilómetros, envolviendo a Calasparra por ambos lados con sus torres metálicas, el chirriar de los cables y el polvo rojizo que desprendían las vagonetas, en una imagen industrial más propia de las cuencas mineras del Norte de España que del Sureste.

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