Ya en la calle el nº 1040

El Secreto

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

MÓNICA BELÉN SÁNCEHZ ROBLES (IES Oróspeda, Archivel)/Primer Premio Narrativa Certamen Albacara 2015

Aquel verano parecía como si fuese a ser como los anteriores, pero algo cambiaría, aunque An no lo supiera.
Los padres trabajadores tienen un problema cuando sus hijos tienen vacaciones pues tienen que buscar quien se quede con ellos. Nosotros teníamos a mis abuelos paternos que estaban encantados de quedarse conmigo, bueno soy Nicolás, tengo once años y estoy a punto de empezar mis vacaciones de verano, allí en el pueblo de mis abuelos alejado del ruido, la contaminación y buscando aventuras con mis amigos y mis primos durante todo el día.
Mis padres me llevaron en fin de semana y así aprovecharon para ver ellos también a los abuelos, pero los dos días pasaron volando y el domingo por la noche se despidieron de mi, con las típicas advertencias: sé bueno, come bien, estudia un poco y, sobre todo, diviértete.

MÓNICA BELÉN SÁNCEHZ ROBLES (IES Oróspeda, Archivel)

Aquel verano parecía como si fuese a ser como los anteriores, pero algo cambiaría, aunque An no lo supiera.
Los padres trabajadores tienen un problema cuando sus hijos tienen vacaciones pues tienen que buscar quien se quede con ellos. Nosotros teníamos a mis abuelos paternos que estaban encantados de quedarse conmigo, bueno soy Nicolás, tengo once años y estoy a punto de empezar mis vacaciones de verano, allí en el pueblo de mis abuelos alejado del ruido, la contaminación y buscando aventuras con mis amigos y mis primos durante todo el día.
Mis padres me llevaron en fin de semana y así aprovecharon para ver ellos también a los abuelos, pero los dos días pasaron volando y el domingo por la noche se despidieron de mi, con las típicas advertencias: sé bueno, come bien, estudia un poco y, sobre todo, diviértete.
Aquella semana empezaba con un maravilloso lunes de julio. Mi abuelo Pedro estaba en su huerto y mi abuela Claire estaba haciendo un postre de esos que ella solía hacer tan bien; tengo que deciros que mi abuela es francesa y hace unas tartas de chocolate ¡para chuparse los dedos!
Salí por ahí a recorrer el pueblo, a reencontrarme con mis amigos de veranos anteriores y con mis primos que también habían llegado ya.
Nos lo pasamos bien durante aquella mañana de reencuentros y contándonos las anécdotas del curso.
Cuando volví a casa a comer, me esperaba mi comida favorita y un encargo de mi abuela: quería que le ayudase arreglar un montón de cajas del trastero y tirar o reciclar lo que no sirviera.
-Después de la siesta nos ponemos manos a la obra_ le dije a mi abuela
Cuando me levanté mi abuela ya había empezado con las primeras cajas, ropa que ya no usaban, libros viejos y en mal estado. Después de un rato en el que estábamos ambos llenos de telarañas, apareció ante nosotros una vieja maleta, mi abuela no quiso que la abriéramos, decía que no había nada de valor y la apartó a un lado. Yo estaba intrigado, pero no quería desobedecerle. El primer día, así que no toqué la maleta, aunque durante toda la noche, incluso cuando me acosté, no me la quitaba del pensamiento.
Pasaron varios días de correrías por el pueblo, pero en cualquier momento que estaba solo en mi mente aparecía la maleta y me preguntaba por qué mi abuela no quería abrirla.
Una tarde, después de la siesta, vi que estaba solo en la casa, mis abuelos habían salido, y pensé que era el momento de averiguar que había en aquella maleta que tanto me intrigaba.
Corrí al trastero y al principio no la encontré. Mi abuela la había escondido debajo de unas mantas, pero cuando la vi, ya no había vuelta atrás: iba averiguar lo que había dentro.
La abrí, y en el primer vistazo no entendí por qué mi abuela no quería que viera lo que contenía, pues había varios trajes antiguos, pelucas y joyas, pero nada que pareciese muy misterioso. Iba a desistir de rebuscar más en la maleta cuando algo me llamó la atención: un pequeño saliente de un lado. Al tirarle se abrió y allí aparecieron papeles antiguos, varios documentos, entre ellos pasaportes con fotos que evidentemente eran de mi abuela tiempo atrás. No sabía lo que aquello significaba pero seguro que era un secreto que muy pocos conocían en la familia. Rápidamente recogí todo y lo dejé como estaba, guardé la maleta bajo las mantas y salí a la calle para pensar en aquello. Mis abuelos regresaban entonces y al cruzarme con ellos intuí que mi abuela me miraba más de lo normal, pero no le di importancia, por la noche cuando todo estaba en silencio y mi abuelo estaba dormido, mi abuela vino a mi habitación: ella sabía, que yo lo sabía.
No sé cómo lo supo, pero al verla entrar a deshoras en mi cuarto intuí que quería hablar conmigo.
-Mira, Nicolás, sé que has abierto la maleta del trastero, ésa que te dije que no tocaras, pero tus ganas de saber eran más fuertes que el que yo pudiera enfadarme.
No sabía qué decir, solamente afirmé con mi cabeza e intenté pedirle perdón.
-Da igual, te lo contaré, ni siquiera tu padre lo sabe, pues siempre fue un chico tranquilo y poco travieso y nunca le interesó nada del pasado, él sólo pensaba en el futuro, en lo que quería ser de mayor y en como conseguirlo, por eso ha llegado a ser el gran médico que es, siempre estudiando y pensando en el momento, pero tú has heredado mi inquietud por las cosas y el no poder estar quieto nunca.
Yo la escuchaba, deseaba que me contara ese secreto que seguro sólo sabía mi abuelo.
Hace muchos años, como tú sabrás, hubo aquí en este país una guerra entre hermanos y por otro lado en el resto de Europa hubo otra terrible guerra. Yo vivía en Francia con mi familia, teníamos miedo y queríamos salir de allí, no nos gustaba lo que estaba pasando o lo que aún podía pasar. Mis padres tenían conocidos en Espafia, que, aunque era un país donde la gente lo estaba pasando mal, no iban a participar de esa otra guerra tan feroz que se estaba librando en el resto de Europa. Al fm nos decidimos y vinimos a España, mi madre era una gran peluquera y había sido famosa en París por su salón de belleza, donde acudían grandes damas de la alta sociedad y también actrices famosas. Mi hermana Alise y yo le ayudábamos, en fm, teníamos un oficio con que ganarnos la vida, mi padre un profesor de música de renombre en París también podría dar clases aquí a niños españoles que les gustase la música e incluso aprender francés-
Nos instalamos en Madrid, en casa de unos conocidos que nos ayudaron en todo, e incluso a poner en marcha el negocio de mi madre en un pequeño local, así empezó nuestra vida en Espafla. Pronto tuvimos muchas dientas que les gustaba arreglarse a la moda de París, entre ellas muchas damas alemanas, había muchas de ellas aquí por aquellos días.
Los años pasaron y poco a poco nos instalamos en la ciudad, yo tenía veinte años y había hecho muchas amistades, y una cosa llevó a la otra, en fm, te resumiré que entre aquella gente que conocí, habían sobre todo intenciones políticas para que la guerra la perdieran los alemanes y así fue como poco a poco me fui enredando y pasé a ser una espía francesa que vivía en España y que trabajaba y trataba la mayoría del tiempo con importantes damas alemanas.
No fue fácil, y pasé mucho miedo, pero gracias a muchas cosas de las que hicimos mis compañeros y yo la gran guerra la perdieron los alemanes, aunque hoy aún
me da miedo pensar en aquello, creo que no lo volvería a repetir, de ahí los pasaportes y pelucas.
A mis padres siempre se lo oculté, aunque ellos creo que algo sospechaban, hasta que acabó la guerra y conocí a tu abuelo, dejé atrás mi. pasado de espía y me vine a vivir al pueblo lejos de Madrid y de nada que tuviera que ver con aquello, ni siquiera quería recordarlo pues fueron días duros y complicados nunca hablamos de ello, y espero que tú harás lo mismo, es un secreto, por favor Nicolás, sé discreto.
No sabía qué contestarle, estaba anonadado: mi abuela, tan dulce, una espía de esas de pistola, no me lo podía ni creer.
-Por supuesto abuela, tu secreto, está a salvo conmigo, no se lo contaré a nadie.
-Gracias hijo, cuando seas más mayor te contaré más cosas, pero por ahora es suficiente.
Se levantó de mi cama, me besó, y de despidió de mí:
-Buenas noches hijo, descansa.
-Hasta mañana, abuela.
No podía conciliar el sueño, mi abuela había sido una Mata-Han, cuánto honor, pensando en todas las hazañas que ella y sus compañeros habrían corrido me quedé dormido.
Desde aquel día mi abuela fue más especial, si cabe, aún que había sido nunca.
El verano pasó, volví a mi rutina escolar pero aún tenemos mi abuela y yo una conversación pendiente, espero que sea pronto, para que me cuente de todas sus hazañas y correrías
Seudónimo: Luna Roja Modalidad: Narrativa
Categoría: Primera Premio: Primero

 

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