Ya en la calle el nº 1040

El platero Rafael Orrico

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

JOSÉ ANTONIO MELGARES/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

La industria de la orfebrería en Caravaca es tan antigua como su propia historia, como puso de manifiesto la excavación arqueológica del yacimiento “Nueva Caravaca” en las inmediaciones del parque “Pedro García-Esteller”; y la fabricación y regalo de cruces al menos desde el S. XVI en que está documentado el obsequio de cruces de Caravaca a Sta. Teresa y a otras benefactoras, por las monjas del desaparecido cEl platero Rafael Orriconvento de la C. Mayor.

Desde esa fecha a nuestros días son muchos los orfebres y plateros que figuran en la documentación que obra en los archivos, habiendo existido, en el S. XVIII un gremio de plateros alquimistas cuya actividad principal fue la fabricación de cruces de Caravaca.

Entre los plateros que nuestra generación conoció, recordamos a Rafael Orrico Cebrián, hijo de Ramón Orrico López y Antonia Cebrian Rodríguez, de la familia de “los Orrico”, hojalateros caldereros que llegaron de Italia en el S. XIX, en cuya profesión se ocupó su padre con taller en la C. de “las Monjas”, frente a la actual Casa de la Cruz.

Rafael Orrico vino al mundo en la citada C. de “las Monjas” en diciembre de 1932 siendo el último de cinco hermanos (precediéndole otro Rafael fallecido de corta edad, Antonia, Juan Antonio y Juana).

Su infancia transcurrió, junto a amigos como José Antonio Romera, Pepequín e Igor, en la Pl. Nueva, entre la “Esquina de la Muerte, “el Carril” y la C. “del Teatro”, viendo entrar gente al horno de “la Paz”, a la “Peña Mariano” y a la imprenta “Rivero”, a la vez que escuchaba el tañido de las campanas de la torre del Salvador, a cusa sombra se situaban en verano puestos de melones, sandías e higos chumbos.

Aprendió las primeras letras en el colegio “La Santa Cruz (entonces en la C. del poeta Ibáñez), de la mano de maestros como Dª. Pilar Peña, D. José María García Mira, D. Pedro Luís Angosto y D. Basilio Sáez. A los catorce años se incorporó al mundo del trabajo en el “Garaje Ford”, donde coincidió con Manolo Ansón, Melgares Caro, los “Bolillas” y Paco Pim, ocupando su tiempo libre con amigos como Savador Andreu, los músicos D. Jesús Fernández y su hijo Antonio, el “Nito” y Antonio “el Linero”. El “Chupito”, Antonio Alcázar y Alonso Guirao entre otros. Se libró del servicio militar al considerársele “estrecho de pecho” y, en 1954, junto a su hermano Juan Antonio, montó taller de fontanería, hojalatería y niquelados. Sin embargo, un estúpido accidente ocurrido a su hermano y socio (al tratar de arreglar una canal de desagüe en la Canalica), acabó con la vida de Juan Antonio un año después.

Rafael continuó con el negocio en solitario, pero pronto lo dejó incorporándose al taller de joyería que el platero Antonio Ros tenía en la C. “Nueva”, donde perfeccionó sus conocimientos, prosiguiendo en el mismo cuando Ros decidió marchar a América.

En 1966 contrajo matrimonio con la maestra Ramona Marín Marín, estableciendo el domicilio familiar en casa de su suegra (Poeta Ibáñez 56), donde vino al mundo su única hija Toni Mari. Pasado el tiempo el matrimonio adquirió un solar a Juan Antonio Arias en la C. “Dos de Mayo” donde edificaron vivienda y taller hasta que definitivamente se instalaron ambos en la C. “Juan Carlos I”, donde trabajó hasta su jubilación y vivió el resto de sus días.

En uno y otro taller trabajó en la fabricación de cruces en metales nobles, para el comercio caravaqueño, suministrando material a la antigua tienda del Castillo y a particulares por encargo. Obtenía el oro y la plata del empresario murciano Mariano Molina, quien importaba al mayor en lingotes laminados. Trabajó así mismo para el mundo de la Fiesta en la elaboración de manoplas, cascos, coronas de reyes y reinas y escudos, fundamentalmente para el Bando Cristiano y grupo Templario, del que formó parte desde su creación en 1959. Los diseños fueron generalmente obra de Perico “el Alto”. Así mismo fabricó “escudos de oro” por encargos de los tres bandos festeros.

Dotado de muy buena voz, era frecuente su presencia en el Castillo con los padres Claretianos Eleuterio Brangas, Goñi y el hermano Ramón, en el canto de los desaparecidos “misereres” cuaresmales. Así mismo formó parte del grupo artístico del Bando Cristiano, actuando en obras de teatro puestas en escena por aquel como “La casa de Quirós”, “La vida es sueño” y “D. Juan Tenorio”, entre otras, actuando junto a Gracita Gómez, Elisa y Sole Martínez Valdivieso, Loli Solbes, Cristóbal Díaz Azorín, Antonio Ros, Pedro Antonio López (el “Boti”), Juan Olivares, Amancio Marsilla, Juan Antonio Gonzalez, María teresa Godínez y Dª. Encarna Guirao. Así mismo participó en la puesta en escena de zarzuelas como “Luisa Fernanda” y “Katiuska” junto a Jaime Talavera, José Luís Martínez-Iglesias, la “Gorriona”, Manolita Abril, Paco Navarro, Amelia Celdrán y Loli Nevado, bajo la dirección de su primo Ramón Orrico.

Posteriormente, y bajo la dirección de Juan Miguel Guerrero (también autor del texto), participó en “Un D. Juan Tenorio poco tenorio ó Dª. Inés la descarriada”, junto a Antonio Puertas, Juan Antonio González Peris, Antonio Ros, Pepito Álvarez y Amalio Picón.

Aficionado a la fiesta de los toros, tuvo como torero preferido al valenciano Enrique Ponce, aunque su afición preferida estaba vinculada al mundo de la fiesta en espectáculos ya referidos y en la organización de bailes, cenas medievales y otros eventos festeros hasta 1998, en que junto a Pepequín y Ramón García Álvarez representaron con la primitiva indumentaria al grupo templario en el Desfile del cuatro de mayo. También fue aficionado a la caza, deporte que practicaba con su colega Antonio Ros, a la partida diaria de dominó en el “Circulo Mercantil” y a la fotografía festera, obteniendo un premio en certamen organizado por el “Frente de Juventudes”.

Entre sus amistades hay que mencionar a Paco “el Pintor”, Simón “el Chavo”, Antonio “el Linero”, Pedro San Nicolás, Antonio Fernández y Juan Olivares, con cuyas esposas frecuentaban asiduamente el bar de Ginés “el Mata” en la C. del conde de Balazote.

En 1980, junto al resto de sus compañeros templarios, propició la incorporación de la mujer a las fiestas de la Stma. Cruz, facilitando la creación del grupo templario femenino en el que participaron la mayor parte de las esposas de aquellos.

Jubilado en 1993, disfruto poco tiempo de su propia libertad, pues pasto de un cáncer de estómago, falleció en enero de 2009, habiendo visto casada a su hija desde 1995 y habiendo disfrutado tres años de su nieto Rafael, quien le sigue en las filas del grupo Templario en la escolta de la Cruz, cada año en las fiestas a Ella dedicadas en el mes de mayo.

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