Ya en la calle el nº 1041

El planeta no necesita que lo salvemos

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Jesús Rodríguez Sánchez/Naturalista

Según los últimos estudios, el planeta Tierra tiene aproximadamente unos 4.500 millones de años de edad. Las primeras manifestaciones de vida aparecen hace más o menos 4.000 m.a. Hace 1.850 m.a. surgen los organismos unicelulares; hace 1750 m.a. ya hay organismos multicelulares; habrá que esperar hasta hace 525 m.a. para que los primeros vertebrados recorran la superficie planetaria, imagino que muy lentamente.

Desde la aparición de la vida, también se producen cada cierto tiempo grandes extinciones de organismos vivos. Las más conocidas: La del Cámbrico hace 541 m.a. La que marca el paso del Pérmico al Triásico hace 251 m.a. que afectó al 95% de las especies existentes; o la más conocida por ser la más reciente y también por la espectacularidad de los animales afectados, los dinosaurios, y por el motivo, la caída de un gran meteorito en el Golfo de Méjico hace tan “solo” 66 m.a, que marca el paso del Cretácico al Terciario y que tiene como evidencia en nuestra comarca la llamada “capa negra” de Caravaca.

En esta vida tan larga y azarosa, nuestro viejo planeta ha soportado tremendos cataclismos, erupciones volcánicas, terremotos y maremotos gigantes, caída de grandes meteoritos, en fin, de todo.

Hace poco tiempo (comparado con la existencia del planeta, claro), concretamente unos 3’5 millones de años, se movían por el continente africano unos seres que ni andaban a cuatro patas, ni a dos. Los restos de una hembra de aquellos especímenes es muy famosa, Lucy, una Australopithecus afarensis, homínido que se considera antepasado de lo que luego se concretaría en el género Homo hace unos 2’8 m.a. y del que derivamos los actuales Homo sapiens. Teniendo en cuenta que los actuales humanos somos unos recién llegados a este sufrido planeta, cabría augurar una larga existencia… a no ser que… algún cataclismo natural, terrestre o procedente de mucho más allá lo impida. Todas las especies animales gozan de una característica común (entre otras), la de que todos sus esfuerzos redundan en el bien colectivo de la especie. Bueno, todas no, o al menos, eso me parece a mí.

Creo que todos los que se atrevan a leer estas líneas estarán de acuerdo conmigo en que los humanos somos “especiales”, además, las distintas religiones ya se han encargado de destacarlo bien, somos seres “racionales”, frente al resto que no lo son. Pero todas las demás especies, por lo que sabemos, han cumplido a la perfección el mandato biológico de crecer y multiplicarse, apoyándose bien unos individuos en otros para beneficio colectivo.

¿Estaremos los humanos también cumpliendo ese objetivo universal?

Para un observador extraterrestre creo que no sería nada difícil contestar a la anterior pregunta. Con datos objetivos sobre utilización de recursos, condiciones de habitabilidad del medio sobre el que desarrollamos nuestra actividad y colaboración entre todos para resolver los problemas, pienso que a los seres procedentes de otro planeta les entrarían serias dudas sobre nuestra capacidad para resolver la situación actual. De no tener intención de intervenir, que es lo más seguro, pensarían, “se avecina una nueva extinción masiva”, que afectará a un gran porcentaje de los seres vivos de este planeta, pero como ha ocurrido en otras ocasiones, porque sin duda, ellos sabrían que este proceso ya se ha repetido en varias ocasiones, la vida en la tierra se recuperará y aparecerán muchas otras especies animales y vegetales perfectamente adaptadas a las condiciones reinantes, por lo tanto, nada de lo que preocuparse.

Aunque sea con más de 30 años de retraso, bienvenida sea la actualidad informativa que incluye habitualmente temas ambientales. La Cumbre del Clima celebrada en Madrid todavía ha reforzado la presencia en los medios de comunicación de “las cosas del medio ambiente”, al menos en nuestro país.

Es cierto que llevamos un par de años en que el incremento de este tipo de noticias ha sido más que geométrico, algo de lo que me alegro mucho, aunque a la vez, me genera cierta tristeza frecuentemente. Hay dos aspectos principales que me provocan la segunda sensación, de un lado, constatar que esa información se trata habitualmente por personas que no tienen ninguna formación ambiental y que incluso lo hacen con cierta frivolidad; por otra parte, comprobar que al igual que pasaba hace más de 30 años, las autoridades insisten frecuentemente en que “culpables somos todos”.

Hace tiempo ya que, a título individual, muchos intentamos minimizar nuestra huella ambiental. Hace menos tiempo que desde las distintas administraciones se programan campañas de concienciación sobre la necesidad de reducir nuestro impacto sobre el medio ambiente. Los medios de comunicación, especialmente televisiones, nos sugieren cambios en nuestra forma de vida y muchos famosos nos cuentan que debemos de aportar nuestro granito de arena para llenar un pozo sin fondo que necesita más que camiones para llenarse.

Yo creo que las “grandes medidas” que últimamente se anuncian sobre las limitaciones de nuestras actividades y consumo de recursos son más bien gestos de esto que últimamente se llama “postureo”, que se refieren siempre a un futuro incierto porque hubo un tiempo que se hablaba de objetivos a conseguir para el año 2.100, luego era ya el 2.050 y en la pasada Cumbre, para el 2.030, es decir, ya se habla de una perspectiva de sólo 10 años. Pero los científicos, miles de ellos, especialmente los que no viven de las grandes empresas multinacionales ni trabajan para ningún gobierno, ya nos están diciendo, que el tiempo se acaba y que las previsiones hay que rebajarlas, que se quedan cortas. La declaración de la Comunidad Europea de “Emergencia Climática” podría ser un primer paso si se concretara en medidas contundentes, y a eso creo que no se van a atrever.

Yo, un pesimista después de más de 40 años de seguimiento como aficionado de los procesos naturales, o también un “optimista informado” que dijo en cierta ocasión un profesor de Ecología de la UMU, creo que ya, ósea, ya, podrían empezar a tomarse medidas contundentes que son las que realmente hacen falta para no destruir completamente lo que yo llamo CONDICIONES DE HABITABILIDAD DEL PLANETA, y que no sólo nos afecta a la especie humana, también al resto de seres vivos, porque como muchos sabios y otros no tan sabios afirman, animales y vegetales formamos una cadena solidaria en la que todos nos necesitamos y todos somos imprescindibles, por lo tanto, estamos todos montados en el mismo barco y o navegamos juntos, o naufragamos todos.

Se me ocurren media docena de medidas contundentes, pero estoy seguro, que a cada uno de los lectores que hayan tenido la paciencia de llegar hasta aquí, se les ocurrirán otras tantas y tan válidas o más que éstas.

Prohibir el tabaco. Es absolutamente innecesario y además mejoraría sensiblemente la salud de casi la mitad de los ciudadanos del planeta, con lo que se reducirían los gastos sanitarios y el consumo de medicamentos. Dejarían de arrojarse al suelo trillones de colillas que son supercontaminantes, especialmente del agua.

Prohibir el alcohol. Es absolutamente innecesario y además mejoraría sensiblemente la salud de millones de ciudadanos de todo el planeta, se reducirían los gastos sanitarios, el consumo de vidrio y plástico y se reduciría la contaminación con los envases.

Prohibir los refrescos azucarados. Son absolutamente innecesarios y además mejoraría sensiblemente la salud de millones de ciudadanos de todo el planeta, se reducirían los gastos sanitarios, el consumo de plástico y se reduciría la contaminación con los envases

Prohibir los envases de agua mineral de menos de 5 litros. Se reduciría extraordinariamente la contaminación por plásticos. El que necesitase transportar cantidades pequeñas, siempre podría utilizar envases multiuso, como las cantimploras.

Reducir el consumo de carne semanal a 2 o 3 días. Producir carne es extraordinariamente costoso en cuanto a recursos ambientales, agua, vegetación natural, consumo de medicamentos, envases de plástico, combustibles, etc.… También mejoraría la salud y reduciría los gastos sanitarios.

Prohibir que coches y motos de uso particular puedan correr a más de 120 km/h. Reducir en un 50% el vuelo de aviones. Prohibir la navegación de embarcaciones de recreo, desde los grandes trasatlánticos a las motos de agua, pasando por los yates. No es necesario desplazarse tan rápido, ni la mayoría de los vuelos que están destinados a viajes cortos de vacaciones ni las embarcaciones que no están dedicadas a los distintos tipos de servicios. La contaminación generada por todos estos excesos es brutal y prescindible. Más de 7 millones de muertos al año debido a la contaminación de la atmósfera es una prueba irrefutable.

Soy consciente que todas están medias generarían muchísimo paro. Pero como cualquier otra.

Debemos ser conscientes que sólo tenemos un planeta y que apenas tenemos (si es que lo tenemos), margen de maniobra. Es ahora o nunca.

Tenemos que estar dispuestos para sufrir muchísimas más restricciones como éstas e incluso peores. Si ahora mismo se habla del 2.030, quizás en un par de años se hable ya del 2.027.

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