Ya en la calle el nº 1040

El Padre Dionisio

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera cruz.
Todas las generaciones que hemos pasado en nuestra infancia por el Colegio Niño Jesús de Praga, que desde 1915 hasta 1975 regentaron los PP. Carmelitas donde hoy se abre la hospedería de peregrinos en el complejo arquitectónico del convento del Carmen de la Glorieta, hemos tenido un fraile de referencia en nuestras vidas. Uno de ellos, a quien le tocó vivir la clausura del Colegio referido, junto al P. Juan Ribas, fue el padre Dionisio Tomás Sanchís quien, a pesar de sus diversos destinos en España y fuera de ella, tiene siempre un trozo de su corazón en Caravaca, a donde mira a diario y hasta donde se desplaza siempre que sus ocupaciones lo permiten.

El P. Dionisio vino al mundo el 25 de junio de 1940, en la localidad alicantina de Beniarrés, como segundo fruto del matrimonio formado por el agricultor y esquilador de ganado Dionisio Tomás Moncho y Concha Sanchís Molines, quienes también dieron vida a otros tres hijos: Joaquín, Conchita y María.
Creció en el seno de una familia piadosa y aprendió las primeras letras de la mano del maestro D. José Silvestre entre 1947 y 1953, marchando al Seminario Teresiano de los Carmelitas Descalzos de Castellón donde permaneció entre 1953 y 1957, año en que inició el noviciado en el Desierto de las Palmas, vistiendo el hábito carmelita el 14 de junio y profesando como Carmelita Descalzo el 21 siguiente. Estudio los años de Filosofía en Valencia (1958-1961) y los de Teología en Roma (1961-62), Zaragoza (1963-65) y Salamanca (1965-66). Su consagración solemne tuvo lugar en Beniarrés el 31 de julio de 1961 y su ordenación sacerdotal en Zaragoza el 26 de marzo de 1966 por el arzobispo y entonces Consejero del Reino monseñor Pedro Cantero Cuadrado.
Su primer contacto con Caravaca tuvo lugar durante los años en que cursaba estudios de Filosofía, en que él y sus compañeros, a quienes en la ciudad llamábamos los colegiales, pasaban en el convento caravaqueño parte del verano, bañándose en el río que discurría por el huerto, procedente del Molino de Ramoncico, y solemnizando con su asistencia y cánticos el novenario de la Cruz, en el Castillo, durante los primeros días de septiembre. Fueron los años en que hizo sus primeras amistades a las que recuerda con cariño: Alfonso el Practicante, D. Julio Juárez, los Mané, las hermanas Marín Fuentes, los Alfalfa y otras muchas familias en cuyas casas les lavaban la ropa semanalmente a los citados colegiales. Sin embargo, el P. Dionisio había oído hablar de Caravaca mucho tiempo antes, a una religiosa que se refería a los marqueses de Caravaca como muletilla usada en su conversación habitual. También había oído hablar de Caravaca en el Colegio Teresiano de Castellón, donde coincidió con el malogrado poeta caravaqueño Sánchez del Castillo y un sobrino suyo, de nombre Ramón.
Tras su ordenación sacerdotal, los superiores le enviaron a nuestra ciudad como el primero de sus destinos pastorales, permaneciendo entre nosotros entre 1966 y 1987 durante una fecunda época de trabajo en la que fue profesor del colegio Niño Jesús de Praga (1966-75) y de los institutos de bachillerato San Juan de la Cruz (1980-81) y Ginés Pérez Chirinos (1982-87). En 1966 fundó el club juvenil Edith Stein del que tan buenos recuerdos guardan tantos jóvenes de entonces, hoy venerables padres de familia. En 1971 comenzó a editarse, bajo su dirección, la revista Hontanar, de temas locales, y en 1972 creó el premio literario Albacara aún vivo en manos del Excmo. Ayuntamiento local. Dirigió varias revistas de Fiestas del Carmen entre 1982 y 1987, y las puntualmente editadas: Teresa de Jesús IV Centenario, en 1981 y Boletín Junta Homenaje a S. Juan de la Cruz en 1986, contando con colaboradores como Manuel Fernando Guerrero, que dieron a las publicaciones altura divulgativa y científica.
En 1983, el Ayuntamiento local presidido por Pedro García-Esteller Guerrero, respondiendo a una iniciativa popular, le nombró hijo adoptivo de Caravaca, nombramiento que se materializó en un acto solemne celebrado en la propia Casa Consistorial el 26 de noviembre de aquel año, con presencia de abundantes frailes de la Orden, familiares y paisanos de Beniarrés, y caravaqueños que colmaron la capacidad del Salón de Plenos.
Una de sus grandes ilusiones fue la celebración del IV Centenario de la fundación del Convento del Carmen de Caravaca por S. Juan de la Cruz, durante todo el año 1986, para lo que contó con una Junta Homenaje que presidió Arturo Rigel, la cual organizó abundantes actos culturales conmemorativos, y que concluyó con la inauguración del monumento al Santo de Fontiveros, obra del escultor Rafael Pí Belda, el 18 de diciembre de dicho año, no sin muchas preocupaciones y sufrimientos, acto al que asistió el P. General de la Orden Carmelita, entonces Fr. Felipe Sainz de Baranda.
Aquel año 1986 supuso para él el culmen de su actividad caravaqeña, siendo destinado al siguiente al convento de la C. Alboraya de Valencia, donde atendió la casa como ecónomo de la misma, lo que compatibilizó con las clases de Religión en el Instituto Benlliure, hasta 1990 en que fue elegido Archivero Provincial, cargo del que pasó a Archivero General de la Orden del Carmen Descalzo en Roma, ciudad en la que permaneció hasta 2010.
De vuelta a España fijó su residencia en Valencia, donde habitualmente se reúne con los caravaqueños allí residentes y, desde donde, a diario, mira en dirección a la Ciudad de la Cruz, en la que sigue teniendo amistades sin cuento y a la que vuelve cada vez que se requiere su presencia, siempre que los acontecimientos lo exigen y cuantas veces se lo permiten sus obligaciones pastorales e investigadoras en Valencia.
Durante su prolongada estancia como conventual en Caravaca coincidió con frailes muy queridos entre la población, entre ellos los PP. Gabriel, Pedro Tomás, Clemente Agost, Pedro Cárceles, José León, José Francisco Santarrufina, José Marín Fuentes, Sergio Marqueta, Antonio Calavia, Luis Rubio, Enrique Lassa, Juan Vic y otros muchos, además del hermano lego Eduardo y otros más.
Su menuda figura física y de apariencia quebradiza siempre ha contrastado con su grandeza y fortaleza de corazón. Su presencia en las calles de la ciudad es tan celebrada que a nadie pasa desapercibida y su disponibilidad y oportunidad es tal, que para todo se recurre a él cuando de servir a Dios y a los hombres se trata.
En propias palabras suyas, al preguntarle por lo que más echa de menos cuando no está entre nosotros afirma: La Cruz, centro del credo cristiano caravaqueño, y las relaciones con tantos y tan buenos amigos.

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