Ya en la calle el nº 1023

El noroeste del sureste: 30 años de una comarca sin nombre

Tuve pronto la percepción de que el término Noroeste como denominación del territorio no tenía atractivo ninguno, sobre todo cuando se vislumbraba una comarca con vocación turística en varios ámbitos: el natural, el cultural, el etnológico y el religioso

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Pepe Fuentes Blanc/escritor

Hace casi treinta años, en 1994, en los albores del turismo rural en estas tierras altas de la región de Murcia, surgió un producto turístico relacionado con las actividades del ámbito rural. Algunos recordarán el impacto que tuvo en la región Oikos, turismo alternativo, la empresa que yo mismo creé y lideré a fin de canalizar mis pretensiones. Fue una década de éxito a partir del desarrollo de tres productos turísticos definidos: Agroactividades – Rutas temáticas – Educación ambiental. El día del Pan, el Día de los Dulces, el Día del Aceite, el Día del Queso, el Día de la Matanza, el Día del Jabón casero, el Día del Aguardiente, el Día de las Plantas Medicinales… eran jornadas de agroactividades que realizábamos en diversos lugares de la geografía comarcal.

Tanto mi inmersión en el sector turístico como una interiorizada vocación comarcal, me llevaron pronto a la percepción de que el término Noroeste como denominación del territorio no tenía atractivo ninguno, sobre todo cuando se vislumbraba una comarca con vocación turística en varios ámbitos: el natural, el cultural, el etnológico y el religioso. Pero es sabido que las cosas tienen su tempo y en aquel momento no conseguí convencer a ningún responsable de lo importante que era hacer el esfuerzo de crear una marca de territorio que tuviera identidad propia, que valía la pena no avanzar con el nombre ‘el noroeste’, meramente punto cardinal que se repite en todas las zonas y en todos los territorios. Razonaba entonces que esa nueva marca debía ser consensuada por los agentes sociales representativos de la comarca. Escribí algún artículo en el periódico La Verdad llamando la atención sobre esto, y también se publicó en 1998, en el recién creado periódico El Noroeste, un artículo mío que titulé El noroeste del sureste, en el que hacía un juego de palabras para llamar la atención sobre lo insulso del nombre: “…comarca del noroeste del sureste, al oeste tiene el este de Andalucía, está al sur de Albacete y linda al este con el suroeste de Valencia.”

Precisamente, la feliz consolidación del periódico El Noroeste en la comarca fue paralela a la interiorización de esa misma denominación, en parte siguiendo los ecos del libro El noroeste murciano, el hombre y sus tierras, de José Luis González Ortiz (Murcia 1984), que fue el punto de partida para que se afincara ese nombre entre los responsables políticos y las administraciones: Mancomunidad de servicios sociales del Noroeste, Área de salud del Noroeste, Plan de dinamización turística del Noroeste, etc.

No era yo el único preocupado por lo importante que es generar marcas inteligentes sobre las demarcaciones territoriales o sobre pretendidos productos turísticos, ha habido más voces. En aquellos años, varias personas vinculadas a todos los pueblos de esta comarca de tierras altas nos embarcamos en una asociación que tenía por cometido el desarrollo comarcal. Con esta asociación, denominada Asso, asociación para el desarrollo comarcal, se realizaron numerosas acciones y proyectos que tenían el sentimiento de comarca en el común denominador. Tanto el programa LEADER como la Dirección general de Turismo y el Instituto de Fomento de la región de Murcia, se apoyaron en las iniciativas de Asso para consolidar algunos aspectos del desarrollo del territorio. Una acción significativa fue la organización de un brainstorming o lluvia de ideas en el contexto de la llamada Mesa de Turismo. En aquella sesión se escogió la propuesta de Asso para diferenciar entre el turismo de sol y playa y el de interior, pues entonces todo se englobaba en la marca playera Murcia, costa cálida. Desde Asso presentamos la propuesta de Murcia tierradentro a partir de un artículo que escribí y que fue publicado en mayo de 1997 en el número 50 de la revista Aire Libre, de tirada nacional, que llevaba por título Murcia tierra adentro, turismo rural por parajes de singular belleza, en el que se hablaba de las excelencias de este territorio nuestro. Igualmente, al poco tiempo participé como conductor de otra sesión de brainstorming auspiciada por el ayuntamiento de Bullas con el fin de establecer una marca para la promoción turística del municipio. De aquella sesión de lluvia de ideas surgió la marca Bullas, bodega natural, que está viva y consolidada.

En el año 2003 me invitaron a publicar en la revista de fiestas en honor a la santísima y vera cruz de Caravaca algo que expresara estas reflexiones sobre el nombre de la comarca. El artículo publicado era extenso y en él se exponían aspectos comunes y complementarios que identificaban el territorio formado por Bullas, Calasparra, Caravaca, Cehegín y Moratalla, y hacía un amago, como ejemplo, a tener en cuenta para el nombre de la comarca el símbolo de la Cruz, dada su presencia en todos los pueblos y su proyección universal. El artículo concluía así: “La Cruz (…) está presente en todos los rincones de la comarca y sus gentes. Una comarca nuestra con vocación a proyectarse al exterior y que precisa, ahora más que nunca, de una denominación claramente diferenciadora. Bien podría ser La Comarca de la Cruz, (…) pues no existe elemento que haya insertado, en este nuestro querido territorio, más historia y más cultura y más calado social a través de los siglos, que el símbolo y signo de la Cruz”.

Esto escribimos hace más de veinte años. Decíamos que está claro que las cosas tienen su tempo. Ahora se escuchan rumores sobre una toma de conciencia real acerca de la necesidad de nombrar la comarca de manera identitaria y diferenciadora. Puede darnos la impresión de que la oportunidad ha caducado, pero reza el refrán que nunca es tarde si la dicha es buena.

Sobre el nombre de la comarca es obligado actuar con inteligencia, consenso y generosidad, todos los pueblos estamos en el mismo barco, merece la pena el esfuerzo de dejar de mirarnos el ombligo. La cruz está presente en la cultura colectiva de la comarca, pero hay otros elementos que también unen, lo importante es el consenso. Hay que hablar, hay que hacer una generosa lluvia de ideas, y no tardar mucho. Han pasado casi treinta años.

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