Ya en la calle el nº 1040

El malestar docente y el deterioro de la educación pública

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

JESÚS LÓPEZ GARCÍA/http://jesus-lopez-garcia.blogspot.com.es/
En general los profesores no estamos contentos. Eso debería ser motivo de preocupación para políticos y para la sociedad en su conjunto, aunque dudo que lo sea.
Habrá muchos que piensen que el malestar docente es sólo por la disminución de los salarios. Desde luego, en parte sí, pero a eso se termina uno acostumbrando. A lo que es difícil acostumbrarse es a la degradación que día a día sufren nuestras condiciones de trabajo. Conforme avanza el curso escolar los grupos de alumnos masificados y malamente configurados se deterioran hasta el extremo de que las condiciones para el aprendizaje son imposibles. ¿Quién es capaz de gestionar después de 5 meses a grupos de 32 o 33 adolescentes en los que los que desarrollan aprendizajes con normalidad son minoría frente a un puzle de problemas?: ACNÉS a los que hay que hacer adaptaciones curriculares sin apenas resultados, síndromes diagnosticados o no, pero mal integrados en el grupo, inmigrantes de diferente procedencia que apenas conocen el idioma, alumnos expedientados, alumnos con la asignatura pendiente del año anterior a los que hay que hacer un plan de recuperación. Todos en un mismo recipiente.
Tampoco se acostumbra uno a la tensión que produce querer emplear nuevos procedimientos o mejorar la sistemática de trabajo y sólo encontrar obstáculos. Las administraciones han venido alardeando de implementar nuevos programas o nuevas tecnologías y lo único que han hecho ha sido provocar ansiedad en los docentes. Las redes no funcionan o funcionan mal, los medios disponibles en clase se deterioran y no se reponen, así como los programas y aplicaciones, que eternizan los prolegómenos para empezar a trabajar en clase cuando se emplean TICs. Ésto sin contar con el problema cada vez más grave de la obsolescencia. La sociedad debe saber que desde que empezó la crisis –hace 6 años- apenas se han renovado equipos informáticos o telemáticos. Lo más básico. No ya utópicos programas como los que pretendían poner a los alumnos en la web 2.0. Los equipos que usamos los profesores para elaborar los documentos de cada día (informes, exámenes, rellenar una ficha…) están obsoletos y se pierden en ellos horas de trabajo. Los ordenadores se cuelgan, empiezan a dar vueltas y vueltas, la pantalla se pone azul, las impresoras están rotas. Creánme un desastre. Esto no es conocido porque en los periódicos aparecen otras necesidades aún más básicas, como la calefacción o el pago de los suministros básicos. Pero hoy día la obsolescencia tecnológica constituye un problema muy serio que afecta de manera directa a la docencia.
Es verdad que los problemas de la educación son complejos. Pero estamos en un momento en que nos empieza a faltar el pan y las lentejas y esto sí que es grave para la educación pública. En absoluto son creíbles para los profesores, que algo sabemos de todo esto, las palabras vacías de los responsables políticos o administrativos o de los “expertos” desde sus los despachos. No es que no sean creíbles, es que irritan. Irrita que los responsables de la administración jueguen a la política, que anuncien en los periódicos nuevos programas experimentales o que propongan como medicina una nueva generación de verborrea pseudopedagógica, a cuyos autores invitaría a introducirse en una de las muchas clases complicadas que hay en los institutos.

No es aceptable que ante la envergadura de los problemas nos propongan una nueva ley. Si las anteriores leyes han dado resultados dudosos ha sido en parte por su deficiente financiación. Pero es que esta ley no sólo no trae más financiación, sino que trae menos. Viene rodeada de presupuestos adelgazados hasta los huesos. En España entre 2010 y 2013 los presupuestos de educación disminuyeron un 12,21% , en Murcia un 17,51 %. Y este es el problema de hoy día. Así que, a quien corresponda, por favor hagan algo más allá de la palabrería.

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