ISABEL ESPÍN
¿Qué pasaría si trajéramos a alguien del pasado, de cualquier época, y le escribiéramos un «estoy rayado» por WhatsApp? Si se tratase de Don Quijote, por ejemplo, posiblemente creería que quién le escribe está en problemas, en serios problemas. Quién sabe si no imaginaría que está rallado de la misma manera en la que se ralla el queso. Sin embargo, al final de su aventurada misión solo conseguiría enloquecer pues, descubriría que, en realidad, la gran preocupación del sujeto que intenta ayudar es que el novio/a, o amigo/a, o aún mejor, un conocido desde hace dos minutos, no le ha respondido un mensaje estando «en línea».
Esa es la gran contrariedad de las nuevas generaciones del siglo XXI. Un siglo que puede que sea recordado por sus crisis o sus guerras pero en el cual, sus ciudadanos están demasiado entretenidos en su ombligo para comprenderlo.