Ya en la calle el nº 1041

Dora Maar, la mujer que llora

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

GLORIA LÓPEZ CORBALÁN

Hace algunos meses fue subastado un cuadro de Picasso por casi 7 millones de euros, el retrato de una de sus amantes, el reflejo de lo que fue una genial fotógrafa que se dejó velar por un dios, Picasso.

Théodora Markovic, más conocida como Dora Maar, hija de un arquitecto croata y una francesa católica; educada en Buenos Aires desde los 3 hasta los 13 años, fotógrafa surrealista mal conocida, pintora apenas reconocida, pero conocidísima amante durante diez años de Picasso, de quien fotografió la génesis del Guernica, antes de una ruptura que la llevo a la locura y el misticismo.

Andaba por esos Paris de preguerra de la mano de su entonces amante el poeta G. Bataille, que la introdujo en el entorno político de la época, cuando vino a encontrarse en un Café de Paris en 1936, con 29 años, con Picasso, que ya tenía 55 años. Dora, en la cima del mundo, joven, orgullosa, atrevida, empezó a juguetear con una navaja que salteaba entre sus dedos enguantados, salpicando sangre. Sangre que llamaría a Picasso, sangre que succionaría el genio como los vampiros en la noche, dejándola sorda, ciega y muda a cualquier estimulo que no fuese él. Estalló la guerra Civil al mismo tiempo que su pasión, se aprovechó de su fuerza y su orgullo, dejándola cada día mas seca. Apoyado por Dora, incitado por ella, su pintura se radicalizó y llegaron el Guernicay La mujer que llora. Las obras, realizadas entre 1936 y 1938, forman un ciclo excepcionalmente coherente en la obra de Picasso. Mientras él brillaba cada vez más, ella se apagaba. Mientras el se hacia grande, ella cada día más pequeña. En cada retrato, pintura o noche de pasión en la que ella participaba (porque no siempre fue la única en esos diez años, el pintor las usa como usaba sus pinceles) iba dejando su luz. No existirían en esos diez años serenidad ni equilibrio, solo pasión y fuego, creatividad, surrealismo, sufrimiento. No sólo se desborda el genio de él, aparece más fuerte el de ella, alcanza su mejor momento y realiza obras tan conocidas como el Retrato de Ubú, icono fotográfico del movimiento surrealista. Pero acaba la guerra, acaba el Guernica, la espiral se cierra y Picasso ha bebido de su sangre todo lo que quedaba. Se acaba la noche y busca la luz en otras, más jóvenes, dejándola usada y loca.

No ha quedado un punto de luz que el pintor no haya retratado de su cuerpo, que se apaga, y el genio lo busca en otra, cuarenta años mas joven, François Gilot que se impone sobre todas sus amantes. Dora, muerta de celos, se siente amada, usada y abandonada, como las otras, y cae en una profunda depresión que la arrastrará al abismo de la locura. El mismo Picasso la ingresa en el sanatorio psiquiátrico de Sainte Anne.

Con el tiempo Dora Maar irá recuperándose poco a poco, pero ya nunca más sería la misma, ya no es joven, ni orgullosa. Ya no tiene luz ni sangre, y en su mundo de tinieblas solo hay un dios: Picasso. Emergió de la locura para instalarse en la franja que la separa de la cordura. Y allí vivió durante cuarenta años, encerrada, arruinada, abandonada por todos en una inquietante soledad, acompañada sólo de sus fantasmas. Cuando abrieron su apartamento después de su muerte no se encontraron nada que mantuviese a una persona, ni comida, ni bebida, ni muebles, solo estaba ella y lo que había sido parte de su sangre: cien obras de Picasso que la hubiesen sacado de la pobreza. Pero como desprenderse de lo único que le quedaba de él. ¿Y después de él…que?

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