JOSÉ ANTONIO MELGARES/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA
En los estertores del Centenario del C.P. “La Santa Cruz” dedico este texto a quien es posiblemente la maestra que má
s años ha permanecido en el mismo, y por tanto más fiel le ha sido en el transcurso del tiempo. Se trata de Dª Ramona Marín Marín, quien ha formado parte del claustro de profesores de dicho centro escolar desde 1962 hasta su jubilación en 1997 durante 35 largos años.
Nació en el otoño de 1936 siendo la mayor de dos hermanos cuyos padres Juan y Remedios, tras contraer matrimonio en la ermita de Los Poyos de Celda, se establecieron en el paraje huertano de El Bañuelo y después en Caravaca, en la C. del pintor Rafael Tejeo donde ella vino al mundo y desde donde su padre fue llamado a filas en el transcurso de la guerra civil, falleciendo, con 27 años, en el frente de Teruel.
Aprendió las primeras letras junto a su vecina, la emblemática maestra Dª. Lucía, en una escuela ya desaparecida cercana a la también desaparecida “Botica de las Columnas”, y después con Dª. Manuela Espinosa en las escuelas de la C. del Poeta Ibáñez. De esa época de juegos y travesuras en la Pl. de Sta. Teresa (antes “de los Carreños”), recuerda a sus amigas Antonia Cánovas Peña y Maruja Asturiano; a las vecinas del lugar: Las Sagastas, las Lanas, Pilar Jiménez y Mario Moreno; Pedro Asturiano, Dª. Encarna Guirao y su hermana Fermina. D. Julio Juarez, el Dr. Miguel Robles y Concha la talabartera entre otros.
En 1946 comenzó el bachiller (tras el Examen de Ingreso en Murcia), época de la que recuerda a profesores como D. José Moya, D. Arturo Valenzuela, D. José Reina, D. Francisco Mirete, D. Rodolfo Bosque, Dª. Encarna, D. Blas, y compañeras como Carmen Carrascal, Conchita Nebot, Nieves Rosa, Teresín Zamora, Maruja Salazar, Mercedes Martínez Torres, Marisa Sobes, Sita Cantó, Amalita de Haro, Mari Sol San Martín y Marisa Nevado entre otras muchas.
Simultaneó el bachiller superior con la carrera de Magisterio libre, recibiendo clases de Dª. Encarna Guirao y de los músicos Antonio Pozo Romero y María Rodríguez (“la del Maestro de Música”), aprobando las oposiciones en 1958, tas un año como maestra interina en Los Royos, donde no había luz eléctrica ni agua corriente entonces, sirviendo la escuela como vivienda. Tras hacer el preceptivo curso de “Instructora Elemental” en Almería, obtuvo su primer destino en “El Cobo”, pedanía de Moratalla y luego en una unitaria en Los Royos (con 750 pts de sueldo mensual y 35 alumnos de todos los niveles en el aula), donde su hizo su propio ajuar” en largas noches junto a la lumbre y a la única luz de un quinqué de petróleo.
Posteriormente obtuvo plaza en “El Chaparral” de Cehegín y más tarde en Benablón, donde preparó las oposiciones a maestra parvulista, lo que le permitió el traslado a Caravaca y concretamente al colegio “La Santa Cruz” en 1962, sustituyendo a Dª. Pilar Oliva. Allí tuvo por compañeros, entre otros, a D. José Solbes, D. Francisco de Haro, D. Juan Antonio Ruiz Piñero, D. Enrique Richard, D. Jesús Álvarez y D. Ezequiel Moreno. Era la época de la leche en polvo, el queso americano y el “mes de las flores” (en mayo), coincidiendo con la inauguración, al año siguiente, del nuevo pabellón de aquel colegio (que completó el conjunto escolar tal como hoy se puede apreciar (inaugurándose en febrero de 1964).
En 1953, con 17 años, conoció a Rafael Orrico Cebrián, el amor de su vida, de cuya mano vivieron las tardes “de novillos” en el Camino del Huerto y las “misas de 8´30″en el Castillo, huyendo de la oposición materna a la inicial relación; vencida la cual contrajeron matrimonio en marzo de 1966, fruto del cal vino al mundo su única hija Toni Mari en casa de su madre, donde habían establecido en principio el domicilio familiar, que luego trasladaron a “Juan Carlos I”, donde Rafael abrió taller propio de joyería.
Tras su jubilación, en 1997, con más de 35 años de servicio, cuidó de su madre y de su tía (las populares “Manuelas” de las que en otra ocasión me ocuparé) hasta el fallecimiento de aquellas, y también de Rafael, su esposo en 2009.
Con envidiable memoria y salud física y mental, en la actualidad escribe los recuerdos de su vida, a través de los cuales se pueden conocer los años difíciles en que transcurrió su niñez y adolescencia en un barrio con personalidad propia como el del Carmen, del que conserva experiencias, vivencias, sonidos, aromas y, sobre todo, personas físicas, de carne y hueso, junto a quienes transcurrieron años felices presentes en su memoria. Entre ellos la casa familiar en Poeta Ibáñez 60, la taberna que regentaba Domingo Tudela frente a su domicilio. Vecinos como Carmen “la de Ajote”, Tomasín y sus hijos y las hermanas Bolt. Juegos infantiles en el entorno de la “Cruz de los Caídos”, así como su asistencia a la “Escuela Hogar de la Sección Femenina” (hoy Casa de la Cruz en la C. de las Monjas), donde aprendió a bailar ritmos regionales que acabaron en la demostración ante el general Franco con motivo de la inauguración del Pantano del Cenajo.
Orgullosa de la fe heredada de sus mayores, formó parte de la antigua “Pia Unión de Sta. Teresita”, con sede en la iglesia del Carmen, y de las “Hijas de María”, asociación religiosa radicada en La Concepción, habiendo sido catequista durante años en dicha parroquia.
Cuando el recuerdo le permite mirar hacia atrás en el tiempo, se encuentra con 34 años en la misma aula, habiendo sido profesora de los hijos y nietos de sus primeros alumnos. Y se encuentra también con alumnos que luego fueron sus compañeros, y con profesionales en todos los ámbitos de la sociedad, a quienes enseñó las primeras letras en condiciones muy diferentes a las actuales, echando mucha imaginación al trabajo y con medios muy rudimentarios que nada tienen que ver con las modernas técnicas de aprendizaje.
