Ya en la calle el nº 1037

Doña Margarita, la del Embassy

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GLORIA LÓPEZ CORBALÁN

Seguramente el nombre de nuestra heroína de esta semana no os sonara, pero si el local al que va unido su nombre y mucho mas a los 30.000 judEl Embassyíos que se calcula huyeron a través de el.

Margarita Kearney Taylor llega a España en 1928, procedente de París y se establece en Madrid para trabajar en la factoría de la General Motors, atrás deja un matrimonio fallido y una situación de opresión social, incluso familiar que le hace buscar una salida fuera de su país. La  irlandesa intrépida se enamoró instantáneamente de la capital y convence a sus directivos sobre la necesidad de abrir en Madrid un salón en el que tomar  con pastas al estilo inglés. El local es inaugurado en 1931, en un lugar  estratégico, cerca de todas las embajadas. España está bajo la Segunda República y Madrid es un nido de espías. De ésta forma el salón de té Embassy se convirtió en el punto de referencia y reunión madrileña, no sólo del último reducto de españoles monárquicos pre-franquistas y de antiguas damas de la corte, sino de muchos anglófilos que acudían a la llamada del discreto encanto burgués del local para reunirse entre ellos. Pero sobre todo para respirar el aroma nostálgico de sandwiches, de scones, de muffins, y de cakes. Del té colonial importado y recién hecho en un ambiente de indiscutible sabor británico, en el mas puro estilo de la vieja colonia, difícil de encontrar en ningún otro lugar de España en aquellas fechas.

El periodo de Guerra Civil, Doña margarita, como la llamaban sus empleados, utilizó todas sus influencias para mantener el nivel del local, que subsistió para surgir en pleno apogeo  en 1939.  En esos años, la posición neutral de España en el conflicto Europeo hace de Madrid un centro de espionaje entre los bandos contendientes en la Segunda Guerra Mundial. Madrid no poseía lugares de encuentro adecuados para los extranjeros y los salones de té del Embassy pronto fueron lugar de reunión adecuado para los miembros del cuerpo diplomático, refugiados itinerantes y demás. Sin proponérselo, durante la II Guerra Mundial, el embassy se convirtió en una oculta alternativa humanitaria insospechada, sin perder nunca su presencia social conservadora, liberal, frívola y desde luego, snob. Mientras la fundadora daba té con pastas a todo el mundo, los sótanos se llenaban de los refugiados que pasaban la frontera de los Pirineos, o llegaban a los puertos españoles. Todos ellos huyendo de las consecuencias del conflicto bélico europeo. El sótano del Embassy era un lugar de paso en el que descansaban y se les alimentaba hasta que fuera asignado otro destino. La mujer del embajador británico era la encargada de coordinar los servicios de manutención, ropa y transporte.  Se estima que durante ese periodo se pudo haber ayudado a cerca de 30.000 personas. El Embassy fue catalogado por las autoridades españolas como nido de espías, además de centro de refugio ilegal de personas, lo que le causó varios cierres. Durante esa época Margarita tuvo que hacer muchos otros esfuerzos, no sólo por mantener el local, sino que además por mantener los niveles de calidad que ella misma exigía, lo que hacia tirando de todas sus amistades diplomáticas.

En el año 1975 Doña Margarita, ya mayor, decide vender el local a sus dos otros socios, pero mantiene algunas acciones y continua vinculada de una forma u otra vigilando el trabajo del local. Murió en la década de los ochenta y fue enterrada en el cementerio británico de Madrid.

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