Ya en la calle el nº 1041

Don Francisco Mirete

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera Cruz.

Para muchas generaciones de estudiantes caravaqueños, su solo nombre evoca el recuerdo del viejo profesor que abrió nuestros ojos a la vida real en momento tan crucial como es el paso de la adolescencia a la juventud.

Fundador de los Halcones Negros
Fundador de los Halcones Negros

Persona poliédrica en su actividad, abierta a la evolución de su pensamiento, controvertida y contradictoria, su dilatada presencia en Caravaca no pasó desapercibida y su influencia en la vida cultural local abrió un programa que, muchos años después de su muerte, sigue vigente.

Don Francisco Martínez Mirete nació en Murcia durante la primavera de 1923siendo el primer fruto del matrimonio formado por Francisco Martínez y Josefa Mirete, quienes también trajeron al mundo otra hija a quien pusieron por nombre Rosario

Al ser su padre guardia civil, la movilidad geográfica de la familia le llevó a hacer el bachiller en Cartagena, lo que no fue obstáculo para iniciar la carrera de Filosofía y Letras en Murcia, donde cursó los estudios comunes, haciendo la especialidad en Lenguas Románicas en Madrid, alojándose en una pensión de la Capital de España.

En una cabalgata prefestera
En una cabalgata prefestera

Compañeros de carrera fueron los poetas José María Valverde y Salvador Jiménez, junto a los que asistió a las clases de Ángel Valbuena Prat en la murciana facultad de Letras. Tras la conclusión de los estudios superiores y de las milicias universitarias donde alcanzó la graduación de alférez, rechazó la oferta de una universidad suramericana para ejercer la docencia en ella y, con 24 años, se vino a trabajar al Colegio Cervantes de Caravaca, entonces Oficialmente Reconocido para impartir la Enseñanza Media, donde dio clases de Lengua y Literatura Española, Filosofía, Latín y Griego, pues siempre fue un todoterreno en la enseñanza de las Letras.

En Caravaca se alojó, inicialmente, en el Hotel Castillo de la carretera de Murcia, hasta que conoció a Paquita Albarracín Melgares, con quien contrajo matrimonio en abril de 1954, estableciendo el domicilio familiar en la C. Mayor y antigua casa de sus suegros, donde vinieron al mundo dos de sus tres hijos: María José y Francisco, llegando el tercero: José Ángel, a la casa de la Gran Víay edificio erigido  por el dentista José Jiménez Jaén, donde transcurrió la vida de la familia en adelante.

Al cerrar el Colegio Cervantesen 1971, obtuvo plaza como profesor en el colegio Ruiz Mendoza de Murcia, de huérfanos militares, permaneciendo en aquella institución docente durante siete años en los que no fue nada fácil sobrevivir y en los que hubo de simultanear la docencia con el ejercicio de la publicidad en la Agencia ALAS, ubicada en la C. Santa Teresa.

En 1977 ganó las oposiciones al cuerpo de Profesores Agregados de Bachillerato, siendo destinado al instituto Alfonso X el Sabio de Murcia. A partir de este momento se movió por plazas docentes en los institutos San Juan de la Cruz de Caravaca y el mencionado de Murcia, concluyendo su actividad laboral en el de Caravaca, aquejado de una progresiva ceguera motivada por la diabetes largos años padecida.

Durante sus años en Caravaca compatibilizó la docencia, su actividad principal, con la comunicación, siendo corresponsal del desaparecido Diario Línea, Radio Nacional de España, Radio Popular y, ocasionalmente, de la Agencia EFE.

Vinculado al Humanismo Cristiano, se enroló en las filas de la Acción Católica, donde actuó como activo militante, así como en Falange Española, con la que fue muy crítico, época de la que se recuerdan elocuentes conferencias en Caravaca y resto de la entonces provincia de Murcia. Sin embargo su pensamiento evolucionó paulatinamente hacia el socialismo de Enrique Tierno Galván, militando hasta el final de sus días en el Partido Socialista Popular que, como se sabe, acabó integrándose en el PSOE.

Fue concejal durante los mandatos como alcaldes de Pepe Gómez y Amancio Marsilla Marín, ocupándose del área de Cultura y creando la Biblioteca Municipal. También fue Delegado Local de Información y Turismo en tiempos del ministro Fraga Iribarne.

Querido y admirado por sus alumnos, a quienes siempre trató con exquisito respeto, fue el vínculo entre el claustro de profesores y el alumnado del Cervantes, ocupándose del Hogar del Estudiante, de una incipiente tuna que no llegó a prosperar y de un grupo de teatro. Se ocupaba, anualmente también, de la organización de los actos del patrón: Santo Tomás de Aquino, y de la Fiesta de Fin de Curso, que muchos años se celebró en el Cinema Imperial o Cine de Verano.

Aficionado al fútbol, era seguidor del Murcia y sobre todo del Real Madrid. También le atrajo el teatro apasionadamente. Sin embargo su afición preferida fue la Fiesta Nacional y entre los toreros Antonio Ordóñez y Paco Camino. A ella, a la Fiesta, compuso bellos poemas dignos del más exigente libro de literatura taurina. No fue un teórico de la misma sino que, junto a otros, refundó la Peña Taurina de Caravaca que durante años se ubicó en la C. Canalica, con discreto tentadero interior y antes de ubicarse en la C. Mayor.

Desde le punto de vista festero fue fundador, en 1959, de la cábila  de los Reales Halcones Negros del Desierto, entre cuyos miembros sembró el interés por lo cultural, trascendiendo su actividad de lo estrictamente festero. Durante su presencia activa en la misma se trajo a Caravaca al embajador de la Arabia Saudí en España y se abrió un club social, en la Gran Vía, donde se impartieron conferencias y otras actividades de índole cultural.

Entre sus amigos se rindió culto a la amistad, no dándose importancia al clasismo social ni ideológico. Fraternales amigos fueron: Juan Sarabia, Paco el Picapedrero, Ginés Robles, Jesús el Sastre, José Manuel Caparrós, Jesús Robles, Gonzalo el practicante y casi todos los integrantes de la cabila mora mencionada.

Puro de corazón, de bondad natural, honesto, honrado, muy llano, impaciente, esteta y, sobre todo, poeta, hizo del soneto su estrofa preferida a la hora de componer.

Evocando el epitafio sobre la tumba del poeta clásico Virgilio, se podría escribir sobre la suya: Murcia me engendro y los caravaqueños me acompañaron en la vida. A Murcia volví para morir. Canté a las fiestas, a las tierras y a los hombres.

Muy deteriorado por la diabetes, pidió la baja laboral, falleciendo en Murcia antes de jubilarse, el 25 de febrero de 1988 víctima de una hemorragia interna producida por una úlcera de estómago.

Conferenciante en tiempo del alcalde Pepe Gómez
Conferenciante en tiempo del alcalde Pepe Gómez

Como regalo de lo que iba a ser su jubilación, sus compañeros del INB San Juan de la Cruz le obsequiaron con la edición de un libro: Vida y obra de Francisco Martínez Mirete, con edición, introducción y notas de Juan Manuel Villanueva Fernández. Por otra parte, el merecido homenaje que le tributó la ciudad tuvo lugar el 19 de mayo del año 2000, dedicándosele una de las calles de su callejero.

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