Ya en la calle el nº 1040

Don Diego Giménez

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

JOSÉ ANTONIO MELGARES/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA

Entre las personas que lo han sido todo en el entorno físico de la Patrona, la Santísma Cruz, y cuya existencia ha estado vinculada siempre al mundo de las Fiestas a Ella dedicadas, hay que recordar la figura de D. Diego Jiménez-Girón Angosto, quien vino al mundo en la C. Atienza en el mes de noviembre de 1914, en el seno de la familia formada por el abogado Ramón Jiménez-Girón Martínez-Carrasco y Elisa Angosto Sáez, de quienes nacieron Maruja, Rosario, Diego, EnriDon Diego, con la familiaque y Carmen (fallecida muy niña, de sarampión)
Su formación primaria y secundaria transcurrió como alumno interno en el colegio de los HH. Maristas de Murcia, tras la que comenzó estudios de ingeniería agrónoma en Madrid, en cuyo transcurso le sorprendió el comienzo de la guerra civil que hubo de sufrir en varios frentes, entre ellos el de Barcelona, mientras su padre era asesinado en el Castillo la noche del 1 al 2 de octubre de 1936. Al haber hecho la guerra en la denominada zona roja tuvo que hacer de nuevo el servicio militar a la conclusión de aquella, lo que hizo en La Legión, en África.

Al concluir sus obligaciones militares tuvo que hacerse cargo de la familia, por lo que no retomó los estudios de ingeniería comenzados tiempo atrás, dedicándose en adelante a la organización y administración de las fincas agrícolas y ganado ovino familiares, actividad que simultaneó durante algún tiempo con la de profesor de Matemáticas en el viejo Colegio Cervantes de la carretera de Moratalla.

Contrajo matrimonio con la catalana Beatriz Gómez, de quien quedó viudo catorce años después, contrayendo segundas nupcias en mayo de 1959, con Ana María Robles, de Archivel, veintidós años menor que él, con quien trajo al mundo a sus dos hijas: Elisa y Carmen.

El no estar sujeto a un horario laboral fijo, ni tener que rendir cuentas de su actividad a jefe alguno, le permitió disponer de su tiempo libre en actividades de servicio a la sociedad local. Fue concejal del Ayuntamiento presidido por el alcalde Manuel Hervás Martínez, y Hermano Mayor de la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz en el bienio 1947-1949 (Siendo alcalde Antonio Guerrero Martínez). Sucedió al frente de la Cofradía a Rafael Orrico Litrán y cedió el puesto dos años después a Miguel Robles Sánchez-Cortés. Durante su mandato como Hermano Mayor tuvo como diputados a Manuel Hervás Martínez y a José Luís Gómez Martínez quienes, junto a otros colaboradores, se las ingeniaron para organizar las Fiestas cada año, las cuales se financiaban en gran medida entonces, con las colectas en especie llevadas a cabo en los campos durante la recolección, fundamentalmente de cereales, a lo que en otro momento me referiré.
También durante su mandato como Hermano Mayor siguió el trabajo de redacción de los Estatutos de dicha Real e Ilustre Cofradía que inició su antecesor Rafael Orrico en 1946 y que concluyó en septiembre de 1949, publicándolos su sucesor al frente de la Institución, en el mes de noviembre de aquel año (Estatutos publicados en los talleres gráficos de F. de Haro de Caravaca el 25 de marzo de 1950).
Su afición literaria le proporcionó algún que otro premio en certámenes locales de juegos florales, como el recibido en 1943, y de joven actuó, como Rey Moro, en el Parlamento durante las Fiestas de la Cruz, enfrentándose a Diego Marín Martínez quien, en la misma época interpretaba el papel de Rey Cristiano.
Durante años, con Mariano García-Esteller Bañón y Pedro Antonio Melgares de Aguilar, empujó el carro de la Patrona desde el anonimato del interior del mismo, hasta que pasado el tiempo se hizo cargo de dirigir la maniobra de aquel en las procesiones desde el exterior, actividad que alternaba con su hermano Enrique y que llevó a cabo hasta 1996, el año antes de su muerte.
Caballista militante, logró que lo que antaño sólo era la “Subcomisión de los Caballos del Vino”, llegara a convertirse en uno de los tres bandos festeros en el organigrama festivo actual. Fue el primer presidente de dicho bando y quien concibió la idea del escudo cuya confección encargó al orfebre local Antonio Ros.
Estuvo presente en los inicios del denominado “Baile del Pañuelo”, cuya primera organización se gestó en reuniones celebradas en su propia casa, y en las que siempre contó con colaboradores como el Polo, Virgilio Torrecilla, el Chavo y Alfonso Morenilla entre otros.
También ofreció su propia casa familiar, en la C. Atienza para la ceremonia ritual de vestir el caballo de Juan el Gamba en la madrugada del dos de mayo durante años, así como para celebrar el banquete del tres de mayo, que era costumbre servir a los miembros de la Cofradía e invitados de la misma tras la Misa de Pontifical celebrada por el Obispo de la Diócesis, cuando en la ciudad no había restaurantes apropiados para ello.
Formó parte de la tertulia de la Librería Liceo que reunía diariamente en torno a su dueño Paco Medina, a D. Pedro Ballester, Rafael Pí Belda, Luís Jiménez Jaén, Jesús el del Juzgado, Juan Antonio Elbal, y José Antonio Jata entre otros, quienes se constituían en peña miguera cada treinta de abril, cocinándose las migas así mismo en su casa y concediéndose entre ellos la cuchara de palo como trofeo.
Lector empedernido, siempre tuvo como libro de cabecera El Quijote, del que se sabía de memoria capítulos enteros. Devoraba el periódico ABC diariamente, siempre por la noche, ya que no le importaban las noticias y sí los artículos de fondo.
Otra de sus pasiones era la conducción de vehículos. Siempre fiel a la marca Renault, tuvo un R-4, posteriormente un R-6 y finalmente un R-12 ranchera, color amarillo, aunque para los desplazamientos al campo utilizaba un Citröen dos caballos rojo, con el que visitaba sus tierras en el paraje de La Hoya y en la Casa Navarro, a donde cada tarde, durante muchos años, se desplazaba en compañía de su mujer.
Aficionado a la caza y a los toros, cambió con el tiempo la asistencia a las ferias más importantes, por la comodidad de la TV. También aficionado al coleccionismo de documentos, guardaba todo cuanto llegaba a sus manos, conservando la famita un rico archivo y biblioteca, que generosamente brindan para la consulta a cuantos lo precisan.
Gran fumador de cigarrillos habanos, su salud de hierro acabó debilitándose, contrayendo un cáncer de pulmón que acabó con su vida, a los 82 años, en seis meses, el 3 de marzo de 1997.
Su figura, ya de por si popular, se agrandó en la memoria de las gentes con el paso del tiempo, tras su muerte, y no sólo por lo que hizo sino por cómo lo hizo. Sin ruido, encabezando todo cuanto, bajo su liderazgo, engrandeció las Fiestas de la Cruz, y dando ejemplo de seriedad y dignidad a un programa de actividades, de cuyo desarrollo se encarga ya otra generación, y aún lo harán otras generaciones en el futuro.

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