Ya en la calle el nº 1040

Doctor Antonio Ortolano Gómez: un buen compañero y un grandísimo amigo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ANA MARÍA SALMERÓN

El día 28 de junio falleció el Dr. Antonio Ortolano Gómez, durante casi treinta años médico de Digestivo y endocopista en el Hospital Comarcal del Noroeste.

Conocí a Antonio Ortolano hace ya una friolera de años, cuando, como enfermera de endoscopias, era el Dr. Hassibe Halial, que dejó vacante el puesto cuando se fue de traslado

Al Doctor Ortolano, que había venido unos meses antes para ocuparse de la c. de digestivo de zona, la dirección le pidió que también se hiciera cargo de las endoscopias… y así lo hizo.

Comenzamos a trabajar juntos, primero en las endoscopias (yo estaba de enfermera en MI) y luego también en la consulta. Estaban en aquel momento en zonas bastante separadas del hospital (antes de las primeras reformas), por lo que íbamos de un sitio a otro, acompañados de los pacientes que teníamos citados para endoscopias.

Desde el primer momento, creo yo, formamos un buen equipo y era muy gratificante. Había trabajo, y también mucha ilusión y ganas. ¡Éramos tan jóvenes!

Y con pocos medios y nosotros solos como personal tiramos del servicio. No había sistema informático, pero sí un archivador (que fue creciendo) que llevaba con esmero, ordenado por apellidos y en estricto orden alfabético.

Cómo no recordar los antiguos fibroscopios, a los que había que tratar con mimo… No teníamos lavadora de tubos, ni personal auxiliar, ni camilla con pedal neumático. Todo lo solventamos, siempre con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Qué decir del trabajo de Don Antonio (como lo llamaban sus pacientes) en la consulta día a día, primero pasábamos la consulta y luego hacíamos las endoscopias.

Como médico era cariñoso y empático (sin caer en zalamerías ni engolamiento), resolutivo, con mucho ojo clínico y también mucho sentido común.

En aquellos tiempos también era profesor en la Escuela de Enfermería del Hospital Provincial (luego Reina Sofía). Sus alumnas lo recuerdan con cariño como un buen profesor y además el más guapo.

Era hombre de hacer poco ruido, pero con mucha mano izquierda y trabajo consiguió una torre con nuevos endoscopios y un sistema que incorporaba la imagen a los informes, que fue de las primeras (sino la primera) en la región.

Teníamos una gran sala de endoscopias, que perdimos con la reforma de Reanimación, y mientras duraron las obras nos metieron en una cocinilla de M1, donde había que hacer malabares para meter la cama con el paciente, la torre y nosotros. Como yo me quejaba decía que la sala nueva iba a ser la “hostia”.

Luchó mucho y en 2000 tuvimos nuestra nueva zona digestiva (consulta y endoscopias) “de lujo” con una torre nueva y, por fin, lavadora.

En 2002 tuvimos también uno de los mejores electrobisturís de la región, ¡¡¡pero nos seguían faltando manos!!!

Y en 2008 llegó la Doctora Martha Larez que nos hizo crecer mucho. Desde el primer momento formaron un buen tándem en el trabajo, y la relación creció además en una gran amistad que ha perdurado en el tiempo.

Mencionar también la posterior incorporación de la Doctora López Espín, que fue también compañera, y ya no está en este hospital.

Contar, como anecdótico, de su amor por el trabajo y el “no dejar colgados” a los pacientes del Hospital Comarcal cuando después de un accidente doméstico que le amputó parte de un dedo del piel, el doctor venía a trabajar con muletas (en la primera etapa) y yo lo transportaba en silla de ruedas de la consulta a la sala de endoscopias. Y la de veces que pasó consulta sin apenas poder hablar por la maldita neuralgia del trigémino (que le ha martirizado hasta el final).

Sé que se llevaba bien con todos en el Hospital: médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y administrativos… todos lo recuerdan con mucho cariño para nadie había una mala cara y, aunque no era amigo de “pasilleos”, al que lo necesitara le ayudaba.

También era amigo de fiesta, y confraternizaba con todos y todas.

La vida es como es, y esta última etapa de su vida, le ha tocado estar en el otro lado, como paciente. Lo ha llevado con una actitud ejemplar y valiente.

Nunca pudo pensar que solo iba a sobrevivir unos meses a su amigo y maestro el doctor Manuel Lozano Teruel, fallecido en accidente.

En esta larga lucha no ha estado solo, su mujer y sus hijos y amigos le hemos acompañado, y para todos ha tenido siempre una sonrisa, un gesto amable y cariñoso. Siempre.

Yo he que he sido “su enfermera” todos estos años lo recordaré siempre como una gran persona, un médico cariñoso y amable con sus pacientes, trabajador como pocos, buen compañero y un grandísimo amigo.

DEP.

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