Ya en la calle el nº 1037

Dinero sucio: Ozark

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CARLOS MARTÍNEZ SOLER

Hasta hace muy poquito no conocía la faceta como director de Jason Bateman, uno de los chicos guapos de Hollywood al que estamos acostumbrados a ver en buena parte de las comedias que pueblan nuestras pantallas de cine a lo largo del año. Sin embargo, en 2013 decidió lanzarse a la gran pantalla y probó suerte con su opera prima, Juego de Palabras, cinta que recibió una buena acogida tanto de crítica como de público, trampolín que le sirvió para en 2015 estrenar su segundo largo: La familia Fang. Bateman parece no haberse quedado satisfecho y ahora decide dar un paso más, convirtiéndose en el auténtico showrunner de Ozark, serie de Netflix que dirige, protagoniza y produce.

Cuando uno escucha hablar de Ozark es inevitable compararla con Breaking Bad, en ambos casos sus personajes protagonistas deciden dar un salto al vacío, coquetear con negocios sucios en búsqueda de un bien mayor, salvaguardar a su familia, pero más allá de esto, las series no podrían ser más diferentes. En Ozark Bateman interpreta a Marty Byrde, un padre de familia que trabaja como asesor financiero al que se le presenta una oportunidad: blanquear el dinero del cártel mexicano. En principio Marty se muestra incorruptible, un hombre de principios, pero la tentación puede con todo y tras recibir el visto bueno de su mujer, una magnifica Laura Linney, se tira a la piscina con todo el equipo, y como todos sabemos, una vez que tomas ese camino ya no hay vuelta atrás.

Marty y su familia se verán obligados a marcharse a Ozark, un pequeño pueblo de veraneo de la américa profunda, para continuar con sus turbios negocios, pero lo que a priori se presenta como un paisaje idílico donde todo es posible, no es más que otra piedra en el camino, un nuevo reto para Marty, un hombre cuya principal arma, su astuto y cuidado uso del lenguaje, tendrá que buscarse la vida para sobrevivir a los ataques de los lugareños de la zona y al de sus propios jefes.

Ozark está rodada con gusto, no busca recrearse, todo está medido, controlado, desde su puesta en escena, fotografía…, hasta la banda sonora que le acompaña. Bateman parece haber concebido un producto sólido, convincente, solvente, en el que los estallidos esporádicos de violencia no hacen más que recordarnos que Marty se dedica a limpiar dinero sucio, manchado de sangre.

 

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