Ya en la calle el nº 1040

Demetrio Espallardo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera Cruz.

En la nómina de profesionales locales que durante mucho tiempo todos conocían y muchos admiraban por su honestidad y buen hacer, durante los años del ecuador del pasado siglo, incluimos hoy como ejemplo de carpintero ebanista a Demetrio Espallardo Artero, natural de Bullas, quien nació en aquella localidad en noviembre de 1903, en el seno de una familia de aperadores de carros.

Demetrio Espallardo
Demetrio Espallardo

Huérfano a los cinco años, Demetrio llegó a Caravaca en una bicicleta, colocándose a trabajar en la carpintería de Ricardo Nevado Caparrós, donde aprendió el oficio y otros valores de la profesión, y se inició en la fabricación de mobiliario doméstico en una época en que no existía el mueble de serie sino que éste era encargado a un profesional del ramo como parte del ajuar. Los más poderosos desde el punto de vista económico lo hacían a carpinteros de fuera, generalmente de Murcia y Valencia, y el resto encargaban sus muebles a profesionales locales, casi a medida, en función del espacio y del gusto personal de cada cual.

Afianzado profesionalmente y consolidada su actividad, se estableció por su cuenta, abandonando a Nevado. Contrajo matrimonio con Visitación Burruezo Celdrán (sobrina de Pablo Celdrán) y fijo el domicilio familiar en la C. Larga, en casa que edificó de nueva planta, sobre otra anteriormente existente, que adaptó a sus propias necesidades, en la que montó el taller en la planta baja y la vivienda en la principal, dedicando las falsas a almacén del trabajo aún por entregar. En este lugar urbano vinieron al mundo cuatro de sus nueve hijos: Carlos, Demetrio, Adela, y Pedro, a quienes apadrinaron (como al resto de ellos) el fabricante de baúles Higinio Carrascal y su esposa Cruz.

Muy pronto aquel edificio quedó pequeño por lo numeroso de la familia, adquiriendo otro (muy cerca del primero, junto a la fuente pública que cubría las necesidades de la vecindad), a los Celdranes, quedando la anterior vivienda sólo como taller y exposición. En el nuevo emplazamiento fueron engendrados el resto de los hijos: Maruja, Francisco, Visitación, Mari Cruz y Loli.

Con la llegada de la Guerra Civil Demetrio fue movilizado, transcurriendo muchos meses en el frente, aunque haciendo escapadas furtivas durante las cuales permanecía escondido en el domicilio de su cuñada Lola. La familia pudo sobrevivir durante aquellos meses gracias a la venta del mobiliario almacenado que Demetrio iba fabricando simultáneamente al trabajo de encargo. Fue la época de elaboración de tantos comedores, dormitorios y puertas artísticas de acceso a viviendas, como las fabricadas para Manolo Asturiano (en la C. Canalejas), para Juan Muñoz (en el inicio de la C. Cartagena), para Rafael Campos (en la C.Vidriera) y para mi abuelo en su casa frente a la iglesia de El Salvador. Época también de fabricación de carrocerías para camiones, y chasis y plataformas para carrozas festeras de batallas de flores y bandos de la huerta en muchos pueblos de la Región.

Tras la Guerra Civil Demetrio abrió una serrería mecánica en el inicio de la Cuesta del Cinema, frente a la entonces lonja de la fruta, hasta donde llegaba la madera desde los montes cercanos en  carros-matos tirados por mulas, dedicándose, con sus hijos, a fabricar envases para el almacenaje y traslado de frutas. Tiempo éste en que la empresa espumó económicamente, permitiendo primero la adquisición de un solar en la carretera de Murcia y, posteriormente la edificación sobre el mismo de un nuevo inmueble que levantó, a partir de 1944, el constructor ceheginero Maruenda bajo la dirección del propio Espallardo, con piedra de la cantera de Santa Inés (que el lector entrado en años recordará estuvo en producción mucho tiempo, obteniéndose de allí la piedra para los bordillos de todas las aceras de la ciudad, para el edificio deDulcineay para la mayor parte de las casas edificadas en el barrio de San Pablo). En la planta baja del nuevo inmueble.

En el Círculo Mercantil
En el Círculo Mercantil

El esquema constructivo de Demetrio Espallardo se volvió a repetir en este nuevo edificio. En la planta baja se ubicó el taller y la exposición, mientras que la principal se dedicó a viviendas del matrimonio y los hijos, utilizándose en el último cuerpo de la misma, piedra tosca de la cantera de El Cejo, cuyo propietario era Juan Antonio Arias.

El nuevo espacio donde se ubicó la empresa Espallardo,  en la carretera de Murcia, no sólo dio para lo ya dicho, sino que al fondo del solar se explotó una yesera de tres hornos, que abastecía de yeso a gran parte de la demanda local ya que ese material, junto a la cal, era fundamental en la construcción antes de la generalización del cemento como elemento constructivo.

Entre los empleados de Demetrio, además de los hijos (Carlos, Demetrio, Pedro y Francisco), se recuerdan, entre otros, al ceheginero Bartolomé Ciller, a Manolo el Melgui, a Isidro, Benito, Ramón y Juan, además de José Manuel Martínez Rivas. Como clientes a todo el pueblo de Caravaca sin excepciones, y como proveedores a los almacenes de madera de Murcia, fundamentalmente. Entre sus colegas de profesión a Nevado, el Mixta, los Cirilos, Herminio, Agustin Llanas, los Molina, Luís Zarco y Felipe Martínez-Iglesias (popular y cariñosamente conocido como Perraspuas).

La moda de la venta de mobiliario en serie, fabricado en otros lugares y servido a los clientes mediante comisión, también llegó a la empresa Espallardo. Para ello se adquirió un bajo en el edificio que se levantó sobre el solar de Las de López, en la Gran Vía, con superficie de 2000 metros cuadrados, donde se representaron firmas de Murcia y, sobre todo de Valencia, de la categoría de Mariné, Picó y Chuliá, entre otras, al frente de cuyas ventas estuvo su hijo Pedro.

Demetrio Espallardo falleció  joven, con sólo sesenta y un años, en enero de 1964, tras ocho de enfermedad continuada. Su viuda, Visitación, y sus hijos, permanecieron al frente del negocio hasta la muerte de aquella en 1984 y la jubilación de éstos, sin que se haya perpetuado en el tiempo a través de la tercera generación. Su recuerdo, sin embargo, sigue vivo. Su maestría y honestidad han sido siempre ejemplo para los demás del mismo ramo profesional. Su obra (parte muy importante de la cual se conserva en interiores y exteriores aún fácilmente observable), modelo y orgullo para quienes pueden presumir de contar con ella, aún sin deteriorarse en la actualidad, después de muchos años ejecutada.

Espallardo fue marca de calidad y estética en la carpintería local durante varios lustros a lo largo del S. XX, y sinónimo de entrega, servicio y terminación; lo que ha hecho de ella, en el recuerdo del pasado reciente, un referente al que nuestra generación no puede sustraerse cuando miramos con descaro al futuro.

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