ISABEL ESPÍN
¿Cuántas personas conoces? ¿Cuántas personas ves a lo largo del día y con cuántos cesas momentáneamente tu actividad para saludarles e intercambiar un par de banalidades? Después de suponer que no son pocas, piensa a cuantas de ellas le contarías tu mayor secreto, ese que podría llevarte al calabozo o peor, a ser un marginad por toda la sociedad.
Entonces, de aquellos cuya presencia frecuentas habitualmente, ¿en cuántos confías? Posiblemente, todavía aparezcan varios en tu mente pues nos han enseñado a actuar así, a creer en lo conocido y a odiar o, como mínimo, a desconfiar de lo desconocido.
Pues, en el momento en el que comprendes a alguien, eres incapaz de odiarlo porque aprendes que su modo de actuar no es más que una consecuencia de una acción pasada. Y debido a esto, cambias a los demás, o mejor, cambias lo que dices sobre los que te rodean puesto que una persona es y será siempre la imagen colectiva que los demás han creado.
En definitiva, si me preguntaran qué es lo debería recordar de cuanto le he dicho lo intentaría condensar en la famosa cita de Calderón de la Barca que dice así: “odiad a vuestros enemigos, como si un día debierais amarlos”.