Ya en la calle el nº 1040

De cómo Bullas es lo que es, pudiendo haber sido nada o cualquiera otra cosa, habiendo sido lo que fue antes

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Fernando Ángel Sánchez Sánchez

Al menos hasta 1254 la historia de Bullas se compone de muchas más conjeturas que certezas. Los siglos oscuros de los orígenes de este pueblo han sPortada del “Real Privilegio de Exención en Favor de la Villa de Bullas”, que se conserva en el Archivo Municipalido desde siempre terreno abonado para quienes como un servidor militamos de cuando en cuando en ese variopinto ejército de los historiadores locales aficionados. No cabe duda de que suplimos con creces ciertas carencias metodológicas y científicas con una pasión que da rienda suelta a nuestros deseos de un glorioso pasado rico en gestas, anécdotas y curiosidades.

En el caso de Bullas, este periodo particularmente indocumentado de su historia incluye varios ingredientes a tener en cuenta: algunos yacimientos prehistóricos desperdigados aquí y allá, una gran villa romana en Los Cantos, teorías imaginativas y poco fundadas sobre las raíces del topónimo, una acequia y una gran balsa de orígenes inciertos, un asentamiento sobre el actual casco urbano desde algún momento indeterminado durante la dominación árabe, un castillo “de los fuertes” según el erudito Martín de Ambel y algunas cosillas más.

Pero 1254 constituye un punto de inflexión, ya que ese año aparece por primera vez el nombre de Bullas plasmado por escrito en un documento. A partir de aquí, casi todos los acontecimientos importantes que sucedan en este pueblo vendrán marcados por una fecha conocida. La primera será 1285, cuando Bermudo Menéndez, comendador de la Orden del Temple, fue acusado de “dar” el castillo de Bullas a los moros. La segunda podría ser 1348, cuando entra en escena la terrible plaga de la Peste Negra. En todo ese periodo no hay constancia documental de población cristiana en Bullas. Es más, los pocos musulmanes que quedaran probablemente quizá perdieron entonces su partida de ajedrez con la Muerte, como en la famosa película de Bergman “El Séptimo Sello”. Parece seguro por lo tanto que Bullas quedó completamente despoblada, aunque su castillo y también su término aparecerán ocasionalmente mencionados en diversos documentos.

La siguiente fecha clave será 1444, pues aquí se gesta lo que vendrá después. En diciembre de aquel año el infante Don Enrique, Maestre de Santiago, concede al concejo de la villa de Cehegín las tierras que su Orden tiene “en el dicho lugar que dizen Bullas”. A los cehegineros no se les hace tarde y al mes siguiente proceden a repartirse las golosas tierras bullenses. Quedó así unido el destino de Bullas al de la antigua Begastri… por el momento.

A finales, o quizá a mediados, o puede que incluso a principios del siglo XVI empiezan ya a establecerse algunos propietarios en el antiguo solar de Bullas, y el caserío comienza a resurgir con una vitalidad renovada que se acelera durante el siglo XVII. Se aproxima otra fecha clave, 1664, el año de la “pila robá”. Los vecinos de Bullas decidieron poner pila bautismal en la ermita de San Antón, para no depender sacramentalmente de la distante parroquia de la Magdalena. El alcalde de Cehegín, por alguna razón desconocida o simplemente a mala fe, requisó la piedra de jaspe destinada a tal fin. Y aquí habría que distinguir entre lo romántico y lo documental. Lo romántico dice que las gentes de la aldea recuperaron la pila y la trajeron de vuelta a Bullas con nocturnidad y alevosía. Lo documental dice que tras un pleito en la Corte, el rey condenó al alcalde ceheginero a desembargar la dichosa piedra, de la que saldría una hermosa pila en la que bulleros y bulleras todavía son bautizados hoy en día. En Bullas nos gusta más la versión romántica.

El asunto de la pila bien pudo ser el detonante de un proceso imparable hacia la independencia. Dicho así suena muy actual, pero la realidad era que vivir en una aldea tenía bastantes inconvenientes en aquella época, a juzgar por las quejas y agravios con que los vecinos y de vecinas de Bullas justificaban sus pretensiones ante el Rey. Estos eran básicamente de índole económico, lo cual no era desde luego moco de pavo para aquellas pobres gentes. Y aunque no conste en los archivos, quizá algo de un incipiente sentimiento localista habría también, o al menos eso queremos imaginar.

Como casi todo en la vida, la constitución de Bullas como villa se consiguió a golpe de fartriquera. Nada menos que 34.832 reales de plata (de esos que aparecen en los galeones hundidos) costó la fiesta, pagada a escote por todos los vecinos salvo el clero, que ya entonces estaba exento de ciertas pagamentas. Al enfermizo y apocado rey Carlos II le venía muy bien la pasta y a los bulleros tener ayuntamiento propio, de modo que trato hecho. Se firmó en Madrid el 19 de diciembre de 1689.

El proceso se llevó a cabo con el máximo secreto, y grande debió ser el susto y la sorpresa en Cehegín cuando el 17 de junio de 1690 el juez Don José de Berzosa se presentó en aquel “cortixo de Bullas”, y ante sus ochocientos y pico habitantes enarboló el Real Privilegio de Villazgo, procediendo acto seguido a constituir el primer ayuntamiento de la nueva Villa, a fijar su término (que incluyó a La Copa como aldea), a censar a su población y también a colocar los artefactos con los que aplicar públicamente la por entonces severa justicia hispánica (la horca y la argolla). Los nombres de los protagonistas de aquel proceso emancipador quedaron en el documento fundacional de Bullas: Ginés Fernández Sevilla, Lázaro Martínez, los Fernández de Torrecilla, Juan de la Puerta, Tomás González y Juan de Villagómez, el único cuya memoria perdura en el callejero local.

Las autoridades cehegineras harían todavía algún intento, tanto por la vía legal como por la violenta, para abortar aquella descarada segregación, pero con poco éxito a la vista de los resultados. Bullas sería ya un municipio independiente, como reza el Privilegio Real, “perpetuamente, para siempre xamás”. Y de momento este mes celebramos ya nuestro 323 aniversario.

 

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