Ya en la calle el nº 1040

Cordura, por favor

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Ignacio Ramos

Estoy cansado ya de contar muertos. Cansado ya de esta competición macabra del coronavirus: que si China va en cabeza, que si le adelanta Italia, que si España toma la delantera…, hasta que llega Estados Unidos, como siempre, y arrasa en la competición, igual que si se tratara de unos Juegos Olímpicos. Estoy ya harto de estos campeonatos mundiales del sinsentido, que nos ha encerrado en nuestras casas y apenas nos deja abrir una ventana a las ocho de la tarde para aplaudir a esos valientes que se la juegan día a día.

Y estoy harto de mucho más. De que cada vez que se descubre una torpeza, una mentira, una negligencia, el responsable de la metedura de pata, en vez de admitir su error y poner remedios, mire hacia otro lado, o se encare directamente a las cámaras de televisión, con los brazos en alto, diciendo “yo no he sido”, como el mal jugador de fútbol cuando le pitan falta por romperle un tobillo al contrario.

Sí, también estoy harto de tanto pirata, Barba Azul o Barba Roja, me da igual, que se aprovechan de la angustia ajena para dar gato por liebre, o sea, vender a precios desorbitados en este mercado persa en que se ha convertido la transacción de material sanitario, mascarillas y respiraderos inútiles, o subir los precios en una disparatada puja rastrera -de Rastro y de la otra-, valiéndose de la salud de las personas.

Aunque, reconozcámoslo también: hay por ahí mucho listillo que juega al “tocomocho” con los timadores y cuando cree haber conseguido una compra-ganga engañando al “tonto”de turno, resulta que el pingüe negocio es una estafa, porque lo que le dieron por billetes de banco son meros recortes de periódico.

Ya sabemos que luchar contra esta pandemia de coronavirus es tarea árdua. La naturaleza tiene sus códigos y los aplica con rigidez avasalladora; que el tal virus gana o pierde sin obedecer a más argumentos que la imposibidad de seguir expandiéndose. Y sabemos también que la ciencia actual tiene recursos para ganar esta guerra. Pero lo peor, a mi entender, es que despilfarremos nuestras energías en disputas particulares, en iniciativas insolidarias, en decisiones absurdas que provoquen controversias estériles, y el virus, que va sólo a lo suyo, que no tiene ideologías, ni nacionalidades, ni prejuicios sociales, ni burocracias, ni normas éticas, nos “gane la posición”, que dicen en el basket, que siga avanzando, ganando batallita a batalla, y al final nos ponga en riesgo de perder la guerra.

Yo me pregunto: ¿dónde está la cordura? ¿No seremos capaces de ayudarnos, sin mirar etiquetas, ni siquiera para sobrevivir? ¡Hombre, que esto es muy gordo! Vamos a ser serios y dejar las peleas, las propagandas, el arrimar las ascuas a nuestras sardinas, para el fin de la guerra.

 

 

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