Ya en la calle el nº 1037

Conscientes

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MAGDALENA GARCÍA/@garciafdez

magdalenagarciafdez.blogspot.com

¿Qué tanto te puede enseñar un simple paseo por calles desconocidas?

Definitivamente he aprendido muchas cosas de la ciudad que me acoge. De cada uno de sus rincones, de sus calles, de su gente, de lo turbio… La moneda resultó tener más de dos caras, y la que te toque es cuestión de simple azar, dirían algunos, otros dirían que son tus decisiones las que marcan tu vida. El cómo tomarla, cómo cambiarlas o modificarlas depende de Conscientesuna misma.
Igual podría empezar quejándome y comparando constantemente a este país con el nuestro, y de lo «bien» que se vive allá. Pero no solo sería una ofensa a toda esa gente que me abrió los brazos en un momento de confusión y cierto duelo, sino también a mi misma, pues estaría perdiendo la oportunidad de enriquecerme y de evolucionar (o de subir niveles, como hace un tiempo me enseñó una amiga).
Hace unos meses, al poco tiempo de llegar a México, con la satisfacción de haber conseguido legalizar mi situación laboral, después de dejarme caer en cada recuerdo que las esquinas de esa ciudad me dejaban por un tiempo atrás, me dispuse a dar un paseo. Necesitaba sentir nostalgia. No de mi lugar de nacimiento, sino nostalgia, simple y llana… Quería sentirla para darme de frente con cualquier cosa que me encontrase esa tarde. Y me encontré a dos niñas, en un puesto ambulante de artesanía. Su madre las había dejado a cargo mientras ella iba a comprar algo para comer. Me dijeron que venían de una comunidad del Estado de Puebla. Podrían tener cinco y tres años, no más. Esa fue mi pared. Sentir lo afortunada que yo era, darte cuenta de que en ocasiones nos quejamos demasiado y nos olvidamos de observar cada uno de los detalles que nos cruzamos de frente. Me quedé un buen rato delante de ellas, mirándolas, como quien ve algo por primera vez. No es algo que fuera nuevo para mi, pues anteriormente había vivido en comunidades indígenas en Chiapas, pero de nuevo nuestros «problemas» te hacen olvidar la realidad que tu misma viste un día. Y ellas ni se inmutaron al verme… Otra persona más de las miles y miles que pasan cada día por su lado y ni se dan cuenta que están.
Sentí la necesidad de fotografiar esa imagen, y de obligarme a verla de vez en cuando. La necesidad de querer pasear constantemente por las calles del Distrito, de seguir descubriendo, de dejar de autoengañarme, de construir mi felicidad, de esforzarme en ello, de no ser inmune al dolor o los problemas de los demás. Sentí que el suelo se movía, como si quisieran salir raíces para agarrarme los pies, y hacerme parte de ella para siempre, con el fin de seguir creciendo. Diría Joaquín Sabina de Madrid que es una ciudad «invivible pero insustituible».. No creo que haya ciudad invivible. Nosotros somos los que queremos ir encontrando nuestro lugar, y es algo bonito. Pero toda ciudad es vivible. Deberían ser vivibles para aprender más allá de lo que nuestro ego nos «enseña». ¡Abramos conciencias!

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