Ya en la calle el nº 1037

“Cazar con la cámara fotográfica una Cruz esculpida en la fachada de una basílica es viajar en el tiempo”, Eduardo A. Fabián Caparrós

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JAIME PARRA
Raro es el mes en el que no descubrimos la Cruz de Caravaca colgada del pecho de tal o cual famoso o en los lugares más insospechados, si bien el conocimiento de su significado no está demasiado extendido; en muchos casos se utiliza más como un amuleto que como una reliquia.


¿Cuándo comenzó la Cruz de Caravaca a “viajar” y por dónde se ha extendido? A Algunas de estas preguntas las responde José Antonio Melgares Guerreo en el catálogo de “La Ciudad en lo Alto”, exposición que tuvo lugar en Caravaca de la Cruz en el año 2003.
Su artículo se centra en América, donde un investigador aficionado también se ha dedicado a rastrear las huellas aún visibles de la Cruz de Caravaca.
“En mí concurre una circunstancia muy especial: mi padre, Eduardo Fabián Bacas (+1978) fue uno de los Jueces que investigaron el robo de la Cruz de Caravaca con ocasión del sumario abierto en 1939. Conservo una foto de la antigua reliquia dedicada por mi abuelo materno, el sastre Antonio Caparrós Sánchez (+1952), en la que, como suegro y amigo, le agradecía su actuación durante el proceso. En general, me interesa conocer más detalles sobre una tradición que avanza hacia su octavo centenario; en especial, me preocupa aclarar a la gente que la Cruz de Caravaca no es vulgar un amuleto”.
Quien así habla es Eduardo A. Fabián Caparrós, doctor por la Universidad de Salamanca, es Profesor Titular de Derecho Penal de su Facultad de Derecho y ha sido Magistrado de la Audiencia Provincial de Salamanca entre 2012 y 2015.
“No tengo ni idea de cuánta gente habrá tenido noticia del Lignum Crucis, de Chirinos o de Ceyt-Abu-Ceyt a través de mi relato, siempre incompleto. También de los hechos acontecidos el 13 de febrero de 1934.”

¿Cuándo empezó su interés, no por la Cruz de Caravaca, sino por su recepción en otras ciudades y países?
Sin duda, cuando tuve ocasión de ir a esos otros países, especialmente a Iberoamérica, y percibir directamente su existencia en esas tierras. Afortunadamente, mi profesión me ha llevado a conocer lugares muy diversos en los que la presencia de la Cruz es muy intensa. Aunque siempre he residido en Salamanca, toda mi familia materna procede de Caravaca y eso ha hecho que, de algún modo, haya convivido con ella desde siempre. Sin embargo, encontrarte con la Cruz en lugares que se encuentran a miles de kilómetros, y en tantos lugares diferentes, hizo que mi interés se incrementara y me interesara conocer detalles de cómo llegó, quiénes la llevaron y cuál ha sido su historia desde entonces.
¿En qué lugares ha encontrado réplicas de la Cruz de Caravaca?
He encontrado reproducciones de la Cruz de Caravaca en muchos lugares, pero muy especialmente en toda la zona donde se implantaron las Misiones Jesuíticas (Paraguay, Brasil, Argentina). También la he encontrado en Colombia y en México, y a veces en los sitios más insospechados, como puede ser una tienda de un aeropuerto o un anticuario. No es raro encontrar reproducciones en oro o plata muy similares a las que podríamos encontrar en la propia Caravaca. En cualquier caso, lo más emocionante es hallar la imagen en los templos que fueron construidos hace siglos, pues a través de ellos conectas en primera persona con la historia. De algún modo, cazar con la cámara fotográfica una Cruz esculpida en la fachada de una basílica, cuando no con un madero que ha resistido el paso de décadas y décadas a la intemperie, es viajar en el tiempo.
¿Dónde es el lugar o la historia sobre ella que más le ha sorprendido?
Realmente, el conocimiento sobre la Cruz de Caravaca en Iberoamérica no es muy grande. No es raro encontrarte con gente que la llame por su nombre, pero muy pocos conocen su origen o su historia, que en mis limitadas posibilidades procuro difundir. En el mejor de los casos, se asocia a la presencia española, pero, como también ocurre en nuestro país, se suele identificar con un amuleto o, en el mejor de los casos, con una representación más del símbolo cristiano por excelencia. Por ello, pocas historias me han podido contar. Más que sorprenderme, me impresionaron las cruces de madera del s. XVII que pude visitar hace pocos meses en Santa María de Fe (Paraguay). Repartidas por la plaza principal de esa población, algunas aparecían ornadas con el sudario del descendimiento,… aunque tras la más antigua encontré una curiosa inscripción pintada a mano sobre un adobe que decía “Cruz Fundacional de la Reducción Jesuítica de Santa María de Fe Misiones – 1669. Homenaje a la Hermandad de Hoys Kansas EEUU. 1975-2000”. En el terreno de la pura anécdota, recuerdo que el primer objeto en el que me fijé al entrar en el Consulado de Brasil en Madrid fue una excelente reproducción en resina de la Cruz de Caravaca que reposaba sobre un aparador.

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