CINE IMPRESCINDIBLE
ANDRÉS MARTÍNEZ
Carole Lombard fue una mujer muy hermosa. Su cara, dotada de una gran y serena mirada, y su elegante belleza la convirtieron en objeto de deseo de innumerables admiradores.
Tenía un humor ácido que sorprendía a muchos, pues su apariencia de fragilidad y elegancia engañaba respecto a su carácter decidido y emprendedor.
Había nacido Jane Alice Peters en Fort Wayne, Indiana, el 6 de octubre de 1908 y creció en una familia de padres separados, trasladándose a la edad de 8 años a California con su madre.
A los 12 años comenzó su periplo cinematográfico al ser descubierta, mientras jugaba al béisbol con unos amigos, por Allan Dwan que le ofreció participar en un pequeño papel en «A Perfect Crime» (1921). y en 1925 pasó una prueba y tuvo la suerte de que le hicieron un contrato en la 20th Century Fox , comenzando así una carrera sólida e importante. En la década de los 20 fue ascendiendo peldaño a peldaño casi a película anual, hasta que en 1931 actuó junto a Gary Cooper en «Acepto a esta mujer», todavía muda.
Debutó en el Cine sonoro junto a Clark Gable, el gran amor de su vida, con la película «Casada por azar» (1932). Al año siguiente protagonizó una película de terror, «Sobrenatural», con Randolph Scott, y el mismo año compartió con Cary Grant una película bélica, «El águila y el halcón» (1933).
En «La comedia de la vida» (1934), de Howard Haks, apareció junto a John Barrymore en lo que fue una comedia mediocre. Ese mismo año protagonizó un músical llamado «Bolero», co- dirigida por Wesley Ruggles y Mitchell Leisen. Fue este último, uno de los mejores directores de comedia de aquellos años, quien le dio el papel de la extraordinaria «Candidata a millonaria» (1935) , que la convirtió en una de la mejores actrices de lo que fue la Screwball Comedy de aquellos años, junto con Claudette Colbert, Jean Arthur, Barbara Stanwyck y otras muchas.
En 1936 intervino en una ingeniosa y brillante sátira sobre la alta sociedad, «Al servicio de las damas», de Gregory LaCava, junto a William Powell, que posteriormente se convertiría en su marido.
En el año 1937 protagonizó otra excelente comedia, también de Leisen, «Comenzó en el Trópico», compartiendo reparto con Fred MacMurray, Dorothy Lamour y un jovencísimo Anthony Quinn. Y este mismo año demostró ser una auténtica reina de la comedia en «La reina de Nueva York», de William A. Wellman, comedia exquisita, con un guión sobresaliente, y un ejemplo claro del buen hacer del Hollywood de aquellos años.
En el melodrama «Dos mujeres y un amor» (1939), compartió de nuevo protagonismo con Cary Grant, en un film totalmente adaptado a los gustos de una época en la que tanto el divorcio como las separaciones matrimoniales estaban mal vistas ética y moralmente. Y también en 1939 rueda «Lazos sagrado» (1939), junto a James Stewart, una entretenida y peculiar comedia romántica, ya que el film empieza como comedia y desemboca en drama.
Alfred Hitchcock la dirigió en la única comedia que rodaría, «Matrimonio Original» (1941), cinta que Hitchock años después diría que era la que más despreciaba de toda su carrera, a pesar de ser una comedia bastante aceptable, aunque no a la altura de las que la actriz rodó, por ejemplo, con Mitchell Leisen.
Sú última aparición en el Cine se produjo en una inteligente y magistral parodia antinazi llamada «Ser o no ser» (1942) de Ernest Lubitsch, cinta que por razones evidentes no vimos aquí hasta principios de los 70 en cines de Arte y Ensayo y, por supuesto, subtitulada.
Cuando en 1942 falleció en un accidente de avión cerca de Las Vegas, dejó vacante el lugar de una gran actriz de comedia. Había sido una actriz muy elegante y , sobre todo, en la comedia era incandescente. Ofrecía un contraste asombroso entre su belleza de gran dama y su carácter irresistible y familiar.