Ya en la calle el nº 1037

Caravaca y Alfonso X en su octavo centenario

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DIEGO MARÍN RUIZ DE ASSÍN/HISTORIADOR

Muchos siglos han pasado ya desde la época de Alfonso X el Sabio, sin embargo aún, en Caravaca, algunas cosas quedan que no habrían existido si este tan especial monarca no hubiera intervenido del modo que lo hizo.

Los siglos hacen que los hechos se olviden y muchas cosas, especialmente las más frágiles, como los documentos, se destruyan. Los cambios en la administración de la entonces villa, (Temple, señorío laico y Santiago) supusieron alteraciones que implicaron la desaparición de documentos que hoy nos parecerían extremadamente interesantes y que, por desgracia, no nos queda más remedio que deducir de los hechos en lugar de tenerlos absolutamente probados.

Y he aquí que la primera mención de Caravaca bajo el dominio castellano la debemos al que luego fue Alfonso X. Se trata de un documento otorgado por el entonces príncipe Alfonso, la confirmación de la donación de Segura de la Sierra a la orden de Santiago, en el que figura como uno de los confirmantes Berenguer de Entenza, tenente de Caravaca. Este no pertenecía a ninguna orden militar sino que era un personaje de la corte ligado a la esposa del príncipe, doña Violante de Aragón.

Una nota curiosa, que entonces no tenía nada que ver con nuestra ciudad es la que recoge la tradición lorquina, que relata que el príncipe Alfonso, en su viaje desde la sierra de Segura a Lorca para tomar posesión de esa importante ciudad, pernoctó una noche en Celda, ahora término de Caravaca pero entonces plaza independiente. Cuatro menciones más de Caravaca en documentos de 1246, 1266, 1576 y 1282, pero nada más.

Nada más documentalmente conservado, sin embargo los hechos nos llevan inequívocamente a pensar en la intervención de Alfonso X en aspectos vitales para la historia de Caravaca.

Las tenencias, como la nombrada más arriba de Berenguer de Entenza, no duraron mucho tiempo, sirvieron de medida inmediata y temporal para garantizar la administración castellana de muchas plazas del reino musulmán de Murcia sometido a Castilla, pero a los pocos años estas tenencias fueron convirtiéndose paulatinamente en donaciones a señores e instituciones como las órdenes militares, y no dudo de que, como muy tarde en 1257, año en el que el monarca permaneció en Murcia durante varios meses reorganizando el reino, Caravaca y Cehegín pasaron a manos de la orden del Temple, cosa que no pudo suceder, de ninguna manera, si no hubo un documento emitido por Alfonso X que hoy no conservamos.

La donación al Temple pudo haber sido, simplemente, otra más antes de la hecha a López de Ayala y posteriormente a la orden de Santiago, pero he aquí que en ese periodo templario y de Alfonso X, un suceso marcó a Caravaca para el resto de su devenir histórico. Este no es otro que el de la llegada a la entonces villa de un Lignum Crucis que, no muchos años después, en 1285, ya la identificaba ante el resto del reino de Murcia, de modo tan claro, que esa Cruz se incluyó en el escudo de armas de la entonces villa.

La orden del Temple, como ya he indicado de modo más extenso en otro trabajo, poseía en ese momento buena parte del tesoro imperial de Constantinopla, compuesto principalmente por reliquias y relicarios, y repartió algunas de ellas entre sus posesiones. Probablemente antes de 1264 ya se veneraba en una de los torres de la fortaleza una Cruz de doble traversa considerada, desde un principio, como muy milagrosa. Creo que cuando en ese año los mudéjares de Andalucía y Murcia se sublevaron contra Castilla, en Caravaca, el gobernante musulmán local decidió no sumarse a esa rebelión y mantenerse fiel a Castilla y, tal vez, por conveniencia o por convicción, convertirse al cristianismo, por lo que Caravaca, al contrario que lugares tan cercanos como Moratalla o Canara, se mantuvo bajo dominio castellano y creo que este hecho fue el que dio lugar, con el paso del tiempo, a la conocida leyenda de la aparición de la Cruz.

Así pues, es a Alfonso X el Sabio, por su donación a la orden del Temple, a quien debemos agradecer el hecho de que la Stma. y Vera Cruz haya marcado nuestra historia a lo largo de los últimos ocho siglos. Creo que no es poco.

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