Ya en la calle el nº 1040

Caravaca en la época musulmana

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Francisco Fernández García (Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz)

La exposición «Los castillos de Al-Andalus» nos sirve de pretexto para abordar la cuestión de Caravaca en la época musulmana, un periodo muy desconocido y sobre el que en general se tienen unas ideas que muy poco tienen que ver con la realidad fundamentadas principalmente en lo contenido en la leyenda de la aparición de la Vera Cruz y en los antiguos libros sobre la historia de Caravaca que otorgan a nuestra ciudad y a su territorio una importancia que nunca tuvo.

La realidad es que son muy pocos los documentos que se conocen de esta época por lo que resulta muy aventurado intentar recomponer la historia de un periodo tan amplio con tan escasa documentación. El primer dato nos lo ofrece el geógrafo Yaqut, que vivió entre los siglos XII y XIII, en su libro “Mu’yam al-buldan”, pero en él solamente nos informa de que Caravaca (Qarabaqa) era un castillo situado al norte de Murcia donde nació el «buen poeta» Abu-l-Hasan al-‘Abbas al-Qarabaqi.

La siguiente referencia procede también de un geógrafo, en esta ocasión de los siglos XIII-XIV, pero cuya información procede del geógrafo al-Bakri que vivió en la segunda mitad del siglo XI. Se trata de Al-Himyari que en su libroRawd al-mitar” nos aporta el dato de que Caravaca (Karabaka) era una alquería perteneciente al distrito de Mula, señalando asimismo la existencia en ella de dos fuentes, una con la particularidad de que el agua que manaba de ella era tan calcárea que producía pequeños guijarros y que si se dejaba mucho tiempo en una vasija de cobre o de otro metal se formaba una capa en el fondo que llegaba a duplicar el peso de la misma, y otra cuya característica era que deshacía los cálculos de la vesícula; fuentes que el historiador y arabista caravaqueño Emilio Molina identifica con las Fuentes del Marqués y de Mayrena, respectivamente.

También se conocen dos referencias procedentes de las crónicas de dos expediciones militares en las que aparece citada Caravaca. La primera de ellas se refiere a la campaña levantina del monarca aragonés Alfonso I el Batallador; el suceso que se narra en ella tuvo lugar en 1126, aunque a nosotros nos ha llegado a través de un escrito más tardío, el Bayan al-Mugrib del que es autor Ibn Idari. El texto es el siguiente: «… se trasladó Ibn Radmir al prado, acosado por la caballería que lo atacaba. Plantó su campamento forzosamente. Y luego se marchó de él y volvió a Guadix. Se le adelantó Inalu al-Lamtuni con el ejército de Fez, y lo atacó por el lado del río, y fue alcanzado un gran jefe y fue rechazado con el más vergonzoso rechazo y con el más fuerte empuje. Las tropas se dieron a estrecharlo hasta el llano de Caravaca, en la zona de Murcia, y pasó con sus tropas tomando por el castillo de Játiva; y las tropas musulmanas a todo esto le pisaban sus huellas y lo atacaban y alcanzaban, y en cada etapa dejaba muertos y enfermos; y no se detuvo hasta que llegó a su país con su contingente disminuido …».

La segunda corresponde a la crónica de la conquista almohade de los territorios Muhammad b. Sa’d b. Mardanish escrita por Ibn Sahib al-Sala y titulada Al-Mann bil-Imama. Cuando relata las incursiones de los almohades en Galera, Caravaca, Baza y la Sierra de Segura en el año 1165 puntualiza: «… Durante su estancia allí (Vélez Rubio, Balis) por esos días, se envió un escuadrón bendito de los almohades y de los árabes, para lanzar algaras a derecha e izquierda de aquellas regiones. Y trajeron de la parte de Galera (Galira) y Caravaca (Qarabaqa) y Baza (Basta) y de los montes de Segura (Yibal Saqura) un considerable botín y muchos rebaños de acémilas, vacas y decenas de millares de ganado y se llenó el río (de Castalla) (Wadi-l-Qastali) y se colmaron de sus riquezas las manos de los almohades con innumerables bienes, engarzados unos en otros, gracias a Dios …».

Con estos exiguos datos, unidos a los también escasos testimonios arqueológicos en su mayoría situados fuera del casco urbano (la Torrecica de Singla, Cueva del rey moro en el estrecho de la Encarnación, Torre Mata en la Cañada de Tarragoya, etc.) bien poco podemos suponer de la Caravaca islámica, excepto que se trataba de una pequeña población cuyo origen se podría situar en torno al siglo XI,  establecida en el cerro del castillo aprovechando las posibilidades de defensa natural que ofrecía el montículo y tal vez la existencia de algún asentamiento anterior, de la época del Bronce e Ibero romana según supone el arqueólogo Miguel San Nicolás, dedicada fundamentalmente a la agricultura y ganadería, actividad esta en la que pudo alcanzar cierta relevancia, lo que queda constado en el último testimonio referido. En este sentido también conviene señalar la existencia de una posible almunia (residencia doméstica y explotación agraria) existente en el paraje de El Copo, cuyo testimonio principal son los restos arquitectónicos de un baño (hamman) privado sobre la Cueva del Marqués.

A pesar de no aparecer mencionada en el tratado de Alcaraz mediante el cual el reino de Murcia pasó a ser vasallo del de Castilla hemos de suponer que poco a poco fue adquiriendo relativa importancia, lo que finalmente consiguió a partir de la conquista cristiana y su posterior entrega a la Orden del Temple.

Quisiera finalmente agradecer a Indalecio Pozo la información facilitada para la redacción de este artículo y recomendar la visita a la exposición “«Los castillos de Al-Andalus», que resultará de gran interés para quien quiera conocer mejor este interesante periodo histórico.

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