Ya en la calle el nº 1041

Blas Reales

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares GuerreroCronista Oficial de la Región de Murcia, de Caravaca y de la Vera Cruz.
Otro de los personajes emblemáticos en la sociedad caravaqueña de gran parte del S. XX, y también uno de los apoyos de la siempre maltrecha economía local fue Blas Reales Muñoz, cuyo nombre se asocia siempre al recuerdo de la actividad relacionada con la fabricación y, sobre todo, con la distribución y venta de bebidas alcohólicas.

Vino al mundo en Bullas, en febrero de 1914 cuando comenzaban a sonar los clarines convocando a la primera Gran Guerra, en el seno del matrimonio integrado por Salvador Reales y Antonia Muñoz, quienes muy pronto le dejaron huérfano, habiéndoselas de ingeniar sólo para sobrevivir.
Muy joven fue alistado para combatir en la guerra civil española formando parte de la quinta de 1936, a la que se denominó quinta del saco. Hizo la guerra en Colmenar Viejo (Madrid), como asistente del capitán Martín Martín Martín y, al concluir ésta, como tantos otros jóvenes de la época, a quienes tocó combatir en la denominada zona roja, hubo de cumplir el servicio militar, lo que nuevamente hizo en Madrid.
Se empleó en diversos oficios como agricultor, ganadero y obrero del campo, aunque siempre con la mirada puesta en lo relacionado con la enología, cursando estudios  de Viticultura y Enología en Jumilla, Valencia y Granada a lo largo del año 1951, con lo que pudo lanzarse valiente y decididamente al mundo del vino, trabajando en las bodegas de Esteban y Antonio Carro de Cehegín, así como en la Cooperativa de Bullas.
También en 1951 contrajo matrimonio en aquella localidad con Pascuala Fernández López, con quien engendró a sus tres hijos: Salvador, Alfonso y Antonia, y quien siempre le animó y fue su mano derecha en la empresa y en los negocios.
Instalados en Caravaca al año siguiente, montó un pequeño negocio de fabricación, venta y distribución de vinos en la Gran Vía, donde con el tiempo abrió el ya desaparecido bar Las Vegas donde comenzó a fabricar, por poco espacio de tiempo, los Vinos Blas Reales, que pronto dejó, dedicándose exclusivamente a la distribución y venta, tanto al mayor como al detall. En 1957 trasladó el negocio a la Carretera de Granada e inmediaciones del Templete, donde montó una bodega en el sótano de la casa de Gonzalo el Tece, que los lectores de más edad conocieron como la Casa de la Alpargata por la gran zapatilla publicitaria que se exhibía sobre la puerta de entrada a la misma.
En 1961 unos inspectores de ventas de la empresa Cervezas Mahou le aconsejaron aceptar la concesión y distribución oficial en la Comarca Noroeste de dicha bebida alcohólica, lo que consintió no si alguna reticencia pensando que aquello sería su tumba. No fue así pues con valentía y audacia, junto  a su clarividencia comercial pasó de su inicial y vieja bicicleta marca BH que aún conservan los hijos, a una moto que compró a Gabino, y posteriormente a otra, marca ISO con remolque artesanal fabricado por el mismo Gabino. De la ISO  pasó a un motocarro TRIMAK, de fabricación también artesanal, y de este medio de transporte a una camión Pegaso Europa matrícula de Murcia 102611, una furgoneta NAZAR B 373980; un camión AVIA, una furgoneta 4L, otro camión UNIVECO, otro EBRO y, finalmente un RENAUL trailer de cuarenta toneladas que adquirió a Diego el de La Pegaso, que era de Los López de Cehegín.
El negocio sufrió una transformación importante entre los años 1968 y 1970 cuando en Caravaca y en toda España cambió la tendencia en la consumición de vino a favor de la cerveza, lo que motivó que Blas Reales se dedicara por entero a la distribución de la misma, viajando sus camiones casi todos los días a Madrid, a la fábrica de Mahou, ubicada entonces en la C. Paseo Imperial 32, frente al estadio Vicente Calderón, hasta que se trasladó con el tiempo a su actual emplazamiento en Alovera, cerca de Guadalajara.
En el trabajo, además de sus hijos Salvador y Alfonso conforme fueron aprovechando para ello, le ayudaron como empleados José del Prado, Antonio Olmos y Santos el de Maisa como camioneros; y Amancio, el Boti y Paco el Sopas entre otros temporeros, contratados durante la época de mayor venta, la cual se prolongaba desde abril a septiembre, con un incremento notable en al época de la recolección del albaricoque (en que los trabajadores del campo consumían grandes cantidades de cerveza).
El espacio geográfico de su concesión y distribución oficial sobrepasó enseguida los límites de la Comarca Noroeste, ampliándose desde Mula a la Puebla de D. Fadrique  donde los almacenistas y negocios de restauración acudían a él para su abastecimiento en una actividad frenética de ida y vuelta a Madrid en la que, como algún lector recordará, algunos particulares utilizaban dichos viajes para el ejercicio de asuntos privados o de salud, lo que también ocurría con otros transportistas locales como Vila y Navarro cuando los medios de comunicación eran malos, lentos y caros.
A manera de anécdota diré que, en los años en torno a 1962 el precio en que se ofrecía la cerveza a los bares era de 2´50 pts el botellín de quinto y el de 3´25 pts el de tercio, pues  Mahou en esa fecha aún no comercializaba su producto en botellas de litro. Años después, entre 1965 y 1975, época de mayor esplendor de la empresa Reales, un quinto de cerveza se ofrecía a los bares a 5´5 pts. un tercio a 7´75 y la botella de litro a 22 pts.
El negocio de distribución y venta de cerveza fue completándose paulatina y simultáneamente con el transporte en general, cuando la rentabilidad de aquel comenzó a deteriorarse, entre otra cosas por culpa del precio de los envases, y a mediados del año 2001 una y otra actividad empresarial cesaron por motivos de salud de los gerentes: Salvador y Alfonso Reales Fernández.
Blas, sin embargo, estuvo al pie del cañón hasta su muerte, ocurrida en julio de 1991, a los 77 años, agotado por el exceso de trabajo incluso después de su jubilación, siendo hasta el último momento de su vida titular de la empresa y gerente testimonial del negocio.
A pesar de su adición al trabajo, Blas Reales aún tuvo tiempo para ser directivo del equipo local de fútbol desde 1965 y durante muchos años. De asistir con asiduidad a los partidos en el estadio Vicente Calderón, cuyo titular, el Atlético de Madrid fue su equipo de referencia, y de asistir a corridas de toros en las que intervenía su ídolo: Paco Camino.
También fue asiduo jugador de cartas y de dominó cada día, en la sobremesa y antes de incorporarse al tajo, en los salones del Círculo Mercantil, del que siempre fue socio. Cultivó la amistad, entre otros, con Jesús el Sastre, Manolo Caravana y Francisco Martínez Mirete, y fue generoso hasta el extremo en la ayuda económica a las peñas caballistas festeras que requirieron su ayuda.
Por todo ello, y porque su recuerdo permanece en la memoria reciente del pueblo con el que compartió alegrías y tristezas durante lustros, Blas Reales también merece figurar entre los grandes, en el inexistente y virtual álbum familiar de la sociedad local ubicada temporalmente en el antes de ayer de Caravaca.

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