Ya en la calle el nº 1040

Aristóteles vs. Juan de Mairena

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
Pocket
WhatsApp

Añade aquí tu texto de cabecera

Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FÉLIX MARTÍNEZ MARTÍNEZ/FILÓSOFO

Nos encontramos inmersos en el mes de diciembre, un mes con una alta carga simbólica. Para otras personas, sin embargo, es un mes donde nos dejamos arrastrar por el frío río del consumismo y desde el cual nos vemos incapacitados, una vez más, para echar el ancla en sus turbulentas aguas. Es, en el mejor de los casos, un mes de contradicciones para los criados bajo el signo cultural del cristianismo. La contradicción estriba en que a pesar de ser el mes último de nuestro calendario es al mismo tiempo el del nacimiento del hijo de Dios, el Dios-Hombre o, en otros aspectos, el Salvador.

Pero, ¿hay tanta contradicción como se plantea? Verdaderamente de la cuestión de la(s) contradicción(es) es de lo que aquí me propongo a escribir. En el libro IV, capítulo III, de la Metafísica aristotélica encontramos el axiomático principio de identidad – para otros conocido como principio de contradicción y, para otros, principio de no contradicción-, en el cual nos dice que «es imposible que el mismo atributo pertenezca y no pertenezca al mismo sujeto, en un mismo tiempo y bajo la misma relación». Es decir, que una misma cosa no puede ser y no ser (se puede sustituir por “existir”) al mismo tiempo. Con un ejemplo se terminará de entender perfectamente. Supongamos que decimos que estamos sentados y, que, al mismo tiempo, estamos de pie. Como vemos estos dos estados son contrarios entre sí. Vemos que con apreciaciones de carácter externo no existe, a priori, ningún tipo de problema, pero, ¿qué ocurre con aquellas sustancias que son de orden interno? Tomemos como ejemplo nuestros propios pensamientos, ¿somos capaces nosotros de tener dos pensamientos contrarios de manera simultánea? No me refiero a tener un pensamiento y después otro, sino de tener dos pensamientos al mismo tiempo. Al fin y al cabo, sería como tener un pensamiento afirmativo y otro negativo a la misma vez.

¿Qué os parece? ¿Os ha convencido el sabio de Aristóteles? Podemos ver, empero, otro argumento que nos rompería este principio arriba enunciado. Esto lo dijo un profesor de gimnasia llamado Juan de Mairena. Sobre este principio nos dice que el ser no puede en ningún caso tener contrarios, pues el ser -según los propios filósofos afines a esta doctrina- sería tan homogéneo que lo abarcaría todo, por lo que carecería de contrarios. Desvelemos todo esto mediante un ejemplo: ¿qué sería lo contrario de ser humano? (fíjese que introduzco esta concepción por llevar explícita la palabra “ser”). Verdaderamente no podríamos decir que un canguro o un cangrejo, por ejemplo. Ya que, ciertamente, no serían contrarios sino, sencillamente un ser distinto al ser humano, así como el ser canguro o ser cangrejo también distan entre sí.

Aristóteles se movería en un tiempo estático, donde los silogismos siempre tendrían la misma validez. Juan de Mairena, por el contrario, se encuentra dentro no ya de un tiempo sino de una temporalidad, la cual no puede ser aprehensible, a lo sumo lo podría ser experimentable. ¿Y vostrxs? ¿Sois más aristotélicxs o mairineanxs?

Si queréis hablar sobre esta cuestión o sobre cual otra relacionada con el maravilloso mundo de la filosofía no dudéis en escribirnos a: [email protected]

¡Suscríbete!

Recibe cada viernes las noticias más destacadas de la semana

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
Pocket
WhatsApp

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.