Ya en la calle el nº 1040

Antonio Ródenas, el empresario taurino caravaqueño falleció el pasado 17 de diciembre

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FRANCISCO FERNÁNDEZ GARCÍA/ARCHIVO MUNICIPAL DE CARAVACA

El pasado 17 de diciembre a los 87 años de edad falleció en Badajoz nuestro paisano Antonio Ródenas Marín, persona de reconocido y merecido prestigio en el mundo taurino, donde desarrolló una meritoria carrera como empresario y apoderado.
Sin intención de hacer unaAntonio Ródenas, en Las Ventas reseña biográfica exhaustiva, sino mas bien de recordar su persona y sus logros profesionales, iniciamos el recorrido en Caravaca en 1926, año en que se reinauguró la Plaza de Toros con su vistosa fachada y también en que Antonio Ródenas vino al mundo. Desde muy joven manifestó una gran afición a los toros así como su deseo de ser torero, “viví mi juventud envuelto en los años mas taurinos de Caravaca, estimulados por los triunfos por toda España, del matador de toros Pedro Barrera, que encendió en un grupo de jóvenes la ilusión de ser toreros. Recuerdo unidos por esta ilusión a Alfonso Álvarez El Potito, El Orejitas, Ángel Medina, Pedrín Moreno y a Domingo Tudela, que soñaba con ser algún día un buen picador de toros”. Consciente de las dificultades para introducirse en ese mundo, soñaba con trasladarse a Andalucía, donde pensaba que sería mucho mas factible encontrar la oportunidad necesaria para ello, presentándose la ocasión de marchar de Caravaca cuando le llegó el turno de cumplir el servicio militar: “Yo siempre he tenido inquietudes inclinadas a vivir y conocer Andalucía. Todos mis amigos del grupo que componíamos la Peña Taurina, aspirábamos a ser toreros, sin base ninguno y yo cultivando la idea de marcharme a Sevilla, lo hice aprovechando mi ingreso voluntario en el ejército, medio de obtener el permiso paterno, cuya oportunidad aproveche para quedarme”.
Finalizado el periodo militar, se instaló en Sevilla, donde gracias a matador caravaqueño Pedro Barrera, logró introducirse en el ambiente taurino en busca de su tan ansiada oportunidad, “empujado por la idea de ser torero, de triunfar, un buen día me aventuré a buscar eso que entonces, y ahora, se llama LA GLORIA”. Tras varios intentos frustrantes y consciente de que, a pesar de su enorme afición, le faltaban las cualidades necesarias para triunfar, decidió abandonar los toros y dar un nuevo giro a su vida: “Durante los primeros años que viví en Sevilla tuve ocasión de vestirme de torero, incluso en la capital, consciente de que no reunía las condiciones necesarias para esta profesión, decliné mi afición a pasear los ruedos, buscándome un trabajo ordinario como medio de vida”.
Tras este fugaz paso por el mundo taurino, Ródenas se dedicó a los seguros, ejerciendo como agente en una importante compañía suiza; eficiente y cumplidor, dos años mas tarde fue nombrado inspector general administrativo para las provincias de Sevilla y Huelva, “situación que me permitió una vida más cómoda y decorosa que la anterior”. A pesar de haber alcanzado la estabilidad económica, Rodenas no quiso renunciar definitivamente a su sueño consiguiendo con mucho sacrificio y esfuerzo reunir los ahorros necesarios para dejar los seguros e intentar una nueva aventura en el mundo taurino, aunque en esta ocasión como empresario: “Lo primero que hice fue montar varios espectáculos cómicos-taurinos, que dirigí personalmente en calidad de exclusivista”.
Los éxitos obtenidos en esta etapa le llevaron a formar sociedad con el conocido empresario Manuel Moreno Caparrós, con quien, por espacio de 3 años, explotó las Plazas de Toros de Huelva, Écija, Utrera, Ayamonte, Cortesana, Aracena, Osuna y Antequera. Trascurrido este tiempo se disolvió la sociedad, trasladándose entonces a Extremadura “en donde me quedé con plazas provincianas ocupándome de montar los festejos de sus ferias y otros en fechas oportunas, entre los que son dignos de destacar Zafra, Olivenza, Jerez de los Caballeros y Valencia de Alcántara”. A raíz de su matrimonio, fijó su residencia en Badajoz, donde formó una nueva sociedad con el distinguido empresario Raúl Recuero López, dedicándose a organizar festejos menores en la Plaza de Toros de esa ciudad; “posteriormente se nos ofreció la plaza de Badajoz y la Mérida para dirigirlas de forma total y absoluta”.
En esta época comenzó también su faceta de apoderado taurino, siendo los primeros en ser sus representados el torero portugués Antonio Dos Santos y el novillero onubense Manuel Morales “Quitín”, de quien se hizo cargo por recomendación del matador Miguel Báez “Litri”.
A principios de los años 60 entró en contacto con la casa Chopera, realizando con ella, a partir de entonces, la mayoría de sus negocios taurinos, siendo durante 23 años gerente de la Plaza de toros de Almería y 25 de la de Badajoz, interviniendo en la construcción de la nueva plaza de esta ciudad inaugurada en 1967: “A mi me había nombrado la casa Chopera –los hermanos Martínez Elizondo- su representante en Badajoz pues hacía tiempo que mantenía relaciones profesionales taurinas con ellos, y un día el alcalde García Marín me insinuó que les dijera a los Chopera que ya que eran unos profesionales muy bien considerados en el mundo del toro, que construyeran una plaza de toros nueva”. Después de esto, su carrera continuó en ascenso, convirtiéndose en el hombre de confianza de la referida casa Chopera y gerente de la Plaza de Las Ventas de Madrid entre 1980 y 1987: “más trabajo, mas esfuerzo, pero también más capacidad de influir, más cerca de los problemas y de sus soluciones. Madrid es, taurinamente hablando, otro mundo, o sea la capital del mundo de la Fiesta, centro del planeta taurino”. Su gestión al frente de la monumental madrileña fue magnífica, consiguiendo, a base de ofertar rematadísimos carteles con las máximas figuras del toreo y las mejores ganaderías, aumentar espectacularmente el número de abonados, que pasó de 4.000 a 18.000; entre las anécdotas de este periodo figura una referida al hoy célebre mayoral “Florito”: “Yo traje aquí (Las Ventas) como corralero al que era conserje de la plaza de Talavera –era carpintero y le decían El Trabuco- porque yo no encontraba a nadie que se desenvolviera bien en los corrales con los toros. Cuando murió Trabuco me traje a su hijo que me dijo que no sustituyera a su padre por nadie, que el hacía de corralero. Era novillero, se hacía llamar El Niño de la Plaza. Es el ahora famoso Florito”.
A lo largo de su vida gestionó infinidad de Plazas de Toros, figurando entre ellas, además de las mencionadas, Leganés, Barcarrota, Cáceres y Pontevedra. Como empresario independiente tuvo la Plaza de Olivenza durante 15 años, Mérida durante 12, Hellín 4 años y Cehegín 3. Extendiendo también sus actividades al vecino Portugal, llegando a gestionar y administrar la Plaza de Toros de Lisboa. Fue también propietario del coso de Almendralejo.
Además de su faceta como empresario, Antonio Ródenas tuvo una destacada labor como apoderado de toreros y novilleros, figurando en su plantilla, entre otros muchos, el citado Manuel Dos Santos, Ángel Teruel, Manolo Vázquez, Luís Reina, Curro Durán, el lorquino Pepín Jiménez y los portugueses José Julio y José Simoes.
Antonio Ródenas no abandonó nunca el mundo de los toros pues, aunque retirado, siguió disfrutando con entusiasmo de su afición por los toros y recibiendo también algún que otro merecido homenaje, mostrándose siempre orgulloso de haber podido dedicar su vida a su gran pasión: “Me siento un privilegiado porque sin llegar a ser el torero soñado, he podido vivir dentro del ambiente elegido, que era coincidente con los sueños de juventud”.
Tuve el placer de conocerlo en 1988, cuando le solicité la redacción de un artículo sobre su trayectoria profesional, que con su amabilidad habitual nos remitió y que publicamos al año siguiente en la revista Alamares que editaba la Peña Taurina Caravaqueña. Su emotivo y sincero texto termina con un emocionado recuerdo a su ciudad natal, que incluyo como homenaje y reconocimiento: “Y en el fondo de aquellas alforjas, bien llenas de recuerdos, siento y presiento a mi pueblo, a CARAVACA, porque aquí y allá, he ejercido siempre de caravaqueño, cuya Plaza de Toros es para mi reliquia y motivo de orgullo. Contad conmigo, hago honor a mis orígenes porque, con frecuencia, desde lejos, cuando cierro los ojos, me parece ver mi casa, mi pasado, mi familia de ayer, mis amigos vivos y muertos, y todo esto no es virtud porque no he de esforzarme para amar lo mío, todo surge y sale solo, como el agua transparente de nuestros viejos manantiales”.

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