Ya en la calle el nº 1040

Antonio el Gamba

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO/CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA
Hay personas cuyo recuerdo está asociado al animal junto al que asiduamente figuraban en la sociedad local durante gran parte de su vida. Este es el caso de Antonio Sánchez Robles, popular y cariñosamente conocido como Antonio, el Gamba por pertenecer a esa saga familiar tan numerosa en Caravaca, a quien se le recuerda sobre un caballo al frente de su cábila festera, pidiendo las llaves en el comienzo de las corridas de toros celebradas en nuestra Plaza, o simplemente paseando sobre el lomo de un animal de esta naturaleza por las calles de la ciudad.


Antonio vino al mundo en febrero de 1912, en el seno del matrimonio integrado por Juan Antonio Sánchez y Pepa Robles. Muy joven entró al servicio de D. Pepe López, junto a Salvador Medina, padre de los hermanos Medina (Julian, Salvador, Ángel, Antonio y Pepe), quien le inició en el mundo del caballo que, en adelante y durante toda su vida no tendría secretos para él.
Cumplió el servicio militar obligatorio como voluntario en un regimiento de caballería de Valencia donde fue instructor de reclutas y donde le sorprendió la guerra civil siendo sargento (su ascenso figura en un BOE del año 1937), alcanzando la graduación de teniente durante la contienda, grado que no le valió al concluir la misma por haberlo obtenido en las filas del denominado ejército rojo.
Tras la conclusión de la guerra en 1939, y ya de regreso en Caravaca, comenzó a trabajar, como ayudante de conductor, en la emblemática empresa de Transportes Vila que, como recordará el lector entrado en años, tenía su ubicación urbana en La Compañía. Pasado el tiempo entró a trabajar en la no menos emblemática empresa conocida durante muchos años como Transportes Navarro como repartidor de paquetería, lo que hacía inicialmente en  carro con ruedas de goma tirado por un caballo. Allí, en la empresa referida trabajó durante toda su vida también como ayudante de conductor. Y allí le llegó la edad reglamentaria de jubilación.
Contrajo matrimonio, en 1945, con Leonor Rabadán, hija de Pedro Rabadán, propietario de una yesera en la Carretera de Moratalla, estableciendo el domicilio familiar en las inmediaciones de dicha yesera, donde siempre vivió el matrimonio y donde falleció, pasados los años. Con Leonor tuvo Antonio cinco hijos: Josefa, Pedro, Antonia, Mari Carmen y Juan.
Amigo inseparable de Matías Albarracín, Simón Robles el Panza y Ángel Celdrán (Ángel Papao), fue uno de los fundadores de la cábila mora de Los Rifeños  en el seno del Bando Moro en 1959, para cuya fundación solicitaron permiso al entonces sultán Amancio Marsilla Marín, en carta de 13 de mayo del citado año.
Cuando en el seno de la cábila se pensó sacar el guión de la misma a caballo en sus salidas públicas durante las fiestas de la Stma. Cruz, ni por un momento se dudó en que fuera Antonio, el Gamba, como así se hizo; desempeñando muy bien su papel hasta el extremo de convertirse en uno de los iconos festeros durante los años sesenta y primeros setenta. No montaba Antonio caballos propios, pues nunca los tuvo, sino que se pedían entonces prestados bien al destacamento de la Guardia Civil local, o bien los facilitaba el picadero de Orenes que tenía su sede en Orihuela, a donde tantas personas que participaron en las Fiestas como reyes, sultanes, madrinas etc. Se desplazaban durante meses para aprender a desenvolverse bien a lomos de sus respectivos caballos.
En el seno de la cábila rifeña participó, junto a los demás cabileños, en los actos con que los miembros de la misma pusieron a prueba su imaginación para la obtención de medios económicos con que financiar los gastos de la misma. Zarzuelas y obras de teatro  el en Thuillier. Salidas corporativas para la venta de lotería, rifas y un largo etcétera que el lector con años suficientes para ello, recordará.
Su presencia en la cábila Rifeña se prolongó hasta 1975, fecha en que sufrió una caída a las puertas del Hotel Victoria un día de mayo de aquel año. Aquella caída supuso el punto de inflexión en su relación con los caballos, que le llevó a retirarse en coherencia con su afirmación durante años: El día que me tire un caballo me retiro.
Otra de las facetas de Antonio, el Gamba, relacionada con el mundo del caballo fue el participar en las corridas de toros celebradas en la plaza del Egido, y concretamente en el ritual inicial de las mismas, encabezando el paseillo y siendo el encargado de pedir las llaves de los toriles a la presidencia de la corrida. En ello, como en el oficio festero de portar el banderín rifeño, le sustituyó, con el tiempo, uno de sus nietos.
Frecuentó la amistad, además de los citados más arriba, con Pedro Rubio, Juan Firlaque, Antonio Morenilla y el  Rojo Romeral, entre otros, con quienes practicaba cada tarde el recorrer las estaciones por las tabernas del Isi, Tirantes, Molowny, Los Yemas y el Bar 33.
Socio del Círculo Mercantil, visitaba asiduamente la sociedad para el encuentro con los amigos y la lectura del periódico. También socio del club local de fútbol y aficionado a los toros, habiendo participado en festivales taurinos benéficos de tipo camelístico, en la cuadrilla del Rojo Romeral, junto al Platanito. Sin embargo, en asuntos taurinos siempre prefirió el arte del rejoneo, siendo sus ídolos los hermanos Peralta.
En los últimos años de su vida tuvo la satisfacción de recuperar su graduación militar como teniente del ejército en el cuerpo de Caballería, en tiempos del gobierno de la Unión de Centro Democrático que presidió Adolfo Suárez, lo que le permitió, y a su viuda después, un mayor desahogo económico, del que pudo disfrutar poco tiempo pues, afectado de dolencias estomacales, falleció de una hemorragia digestiva en febrero de 1978, cuando contaba 66 años de edad.
Su esposa, Leonor, le sobrevivió hasta 2010, pudiendo comprobar tras su ausencia, el grado de cariño y respeto con que la sociedad local le vino recordando, como aún hoy día sucede, teniéndolo por uno de los iconos festeros de la reconversión de las Fiestas, al frente de su cábila, mostrando orgulloso, la insignia rifeña en la escolta de la Santísima Cruz.

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