Ya en la calle el nº 1040

Anecdotario taurino calasparreño: el hermano de Belmonte y el toro Guerrita (1924)

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Francisco Fernández García/Archivo Municipal Caravaca

Si algo caracteriza los festejos taurinos calasparreños es su cuidada elección de las ganaderías participantes lo que demuestra el interés en ofrecer espectáculos donde el toro es el auténtico protagonista, lo que desde el punto de vista del aficionado siempre es de agradecer. Sin embargo esto no siempre ha sido así, sino más bien al contrario dado la categoría y nivel de los festejos ofrecidos, lo que no ha sido inconveniente para que a lo largo de la historia se hayan lidiado en Calasparra algunos ejemplares notables dignos de ser recordados por su calidad y condición.

Hoy vamos a recordar a uno de ellos, de nombre “Guerrita” perteneciente a la ganadería de Samuel Hermanos, que fue lidiado en el coso de La Caverina el 30 de junio de 1924 en la corrida de toros organizada con motivo de la festividad de San Abdón y San Senén, que ese año se celebró con gran solemnidad y en la que junto a los habituales actos religiosos se llevó a cabo un amplio programa de festejos populares que incluía, entre otros, verbenas en la entonces Plaza de Cánovas del Castillo y la referida corrida de toros. Además, el día 29 hubo un homenaje al héroe bullero Teniente Flomesta al que asistieron su padre, hermanos y numerosos familiares, durante el cual se le dedicó “el nombre de una de las principales calles de esta villa”.
La corrida tuvo lugar el día 30, lidiándose seis toros de Samuel Hermanos por los matadores Domingo González “Dominguín” y Manuel Belmonte, hermano menor del mismisimo “El Pasmo de Triana”. Como es conocido, Juan Belmonte dio inicio a una estirpe de toreros que incluyó a sus dos hermanos, su hijo y uno de sus sobrinos. Manuel era el segundo de los hermanos, inmediatamente siguiente a Juan, recibiendo de él la alternativa en 1919 en la plaza de Alicante. Tuvo una carrera discreta, siempre eclipsado por los éxitos de su hermano, retirándose en 1925. Su nota más peculiar era su corta estatura, lo que le ocasionó más de un problema: “Travieso, hábil, alegre y decidido hace cuanto puede y va venciendo airosamente la desventaja que para él supone su corta talla”.
El encierro presentado por los ganaderos albaceteños fue bravo, noble y “de mucho poder”, realizando una “excelente pelea” en el tercio de varas. Los periodistas taurinos Uno al Sesgo y Don Ventura en su anuario correspondiente al referido año, detallan que el comportamiento de los seis toros fue bastante meritorio ya que “tres cumplieron, dos fueron muy bravos y uno bravísimo”. “Guerrita” se lidió en cuarto lugar, estaba marcado con el número 83 y era “cárdeno oscuro, gordo y de gran trapío”. Su lidia correspondió al segundo de los Belmontes (anunciado en sus inicios como “Belmontito”) y según los mencionados revisteros “se arrancó seis veces a los caballos, derribó en todos, en el tercer puyazo recargando derribó un burladero, y en otro metió al picado en el callejón matando cinco caballos”, lo que le hizo merecedor de las ovaciones que el público le tributó tanto a él como a los ganaderos. Las cualidades del ganado fueron igualmente destacadas por sus colegas Palillos de La Verdad y Don Diquela de El Liberal, aunque a juicio de este último, el tono general de la corrida fue algo más discreto: “Samuel Hermanos mando ganado bien presentado, sin exageración arrobas, pero fáciles para la lidia, nobles en todos los tercios, tomando bien las varas, algunos, como el cuarto con codicia y resultando un toro de nota, que al entrar al caballo voló por el aire, animal, jinete y burladero”. Y como para gustos los colores, para Don Diquela, seudónimo bajo el que se ocultaba el escritor Agustín López Palacios, el toro más sobresaliente de la corrida fue sin embargo el lidiado en sexto lugar: “Hubo un toro, el sexto, tan pastueño, tan suave, tan claro, que no lo sueña ni un debutante valiente y aficionado. Aquel toro, que lo toreó Manolo Belmonte, con adorno y valentía y que lo mató con aseo y equidad, merecía la «faena cumbre». Hubiéramos dado un dedo de la mano derecha y hasta nuestra novia más querida por haber visto frente a aquel precioso ejemplar al coloso de la Macarena: a Juan Belmonte. Sí; aquel toro merecía el correrle la mano pausadamente mientras los pies se atornillasen a la arena. Merecía ese prodigioso lance natural que solo el Chiclanero y Juan Belmonte lo han dado”.
En lo que si hubo unanimidad fue en la actuación de los toreros, coincidiendo todos en la apatía y poco valor de ambos, lo que ocasionó repetidas protestas y discusiones: “Los toreros, excepto la faena de Manolo en el último, dejaron mucho que desear. Se pasaron toda la tarde danzando más que una «niña oxigenada» de «cabaret». Y en cuanto a la valentía, se la dejaron en casa para hacer un «guiso» con su falta de voluntad”, siendo únicamente de destacar la labor de Belmonte en el que cerró plaza: “con la muleta propinó a su enemigo pases de verdadero maestro. Intercalando molinetes, arrodillándose, tocando el pitón, volviéndose de espaldas al toro y realizando otras monerías que entusiasmaron a la clientela”. De modo que a pesar del buen juego de las reses, la corrida resultó en conjunto algo aburrida y decepcionante debido fundamentalmente a la labor de los matadores, que a pesar de todo fueron tratados con respeto y cariño por la concurrencia: “El público tenía ganas de toros y de faenas y por eso cuando los espadas daban una verónica, aunque bailada, o cuando salían con un recorte más o menos ceñido de un quite se les aplaudía y alentaba, pero ellos no querían trabajar y fue una lástima”. De hecho, la labor de Belmonte en el último de la tarde, rematada por dos estocadas y un descabello, fue premiada generosamente con una oreja, lo que le valió “ser sacado a hombros por los aficionados”.
Este fue el único festejo taurino realizado en Calasparra durante este año, ya que durante la tradicional feria de septiembre no se programó ninguno, siendo el plato fuerte de la misma la inauguración del nuevo campo de futbol por dos equipos de la localidad; también hubo otros divertidos festejos populares como “cucañas, elevación de globos, bailes populares, concurso de mantones de Manila y de trajes infantiles” pero no, que se sepa, toros.
La ganadería de Samuel Hermanos, formada en 1914 por los hijos de D. Agustín Flores con reses de procedencia Vistahermosa, Veragua y Santa Coloma, continuó cimentando su prestigio lidiando ese año 16 toros (6 en Calasparra, 6 en Albacete y 5 en Cehegín) y otros tantos novillos (4 de ellos en Cehegín), sobresaliendo, además del ya citado “Guerrita”, los lidiados en Albacete “Golondrino” y “Gasparito” que “tomó ocho puyazos, derribando siempre y dejó en el redondel 7 caballos. Llegó con igual bravura a la muerte. Fue ovacionado por el público durante toda la lidia y la empresa mandó que le cortaran la cabeza para conservarla”. Los matadores, por su parte, continuaron la temporada alcanzando “Dominguín” la cifra de 17 corridas toreadas y 35 toros estoqueados y Belmonte de 11 y 23 respectivamente, terminando este la temporada compartiendo cartel con su hermano Juan en Perú.

 

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