Ya en la calle el nº 1037

Ana María Martínez Giménez: «El nerviosismo cuando arreglas un carro de la cofradía sigue siendo el mismo»

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ENRIQUE SOLER

Ana María Martínez Giménez, ‘Maruja de las flores’, comenzó a trabajar en diversos oficios desde los ocho años en el seno de una familia humilde, contribuyendo siempre a la economía del hogar. En 1983 se inició en el oficio de florista y en 1989 inauguró una floristería propia.

¿Cómo fueron los inicios de la floristería?

Yo empecé ayudándole a mi cuñada, porque su marido se puso malo, y comencé ayudándole. Cuando al año su marido fallece, nos dijó que si queríamos seguir con la floristería. Ahí comencé a coger las riendas del negocio. Mi marido se fue al invernadero que entonces había sembrado claveles y gladiolos.

¿Cómo se conseguía en aquellos años las diferentes variedades de flores?

Era más complicado. Nosotros teníamos claveles y gladiolos. No había tantas variedades de flores. En Canara se compraba clavel, mi marido iba a Pulpí que vendían, pero por ejemplo en Pulpí había gerbera, y al poco tiempo se abrió Mercamurcia, allí encontrabas bastante más variedad de flores como tulipanes, lilium, orquídeas, etc.

Nosotros bajábamos todas las semanas dos veces, los martes y los viernes. Salíamos de aquí a las cinco de la mañana, ya que a las seis y media era la subasta. En aquellos momentos teníamos todas las funerarias de la zona por lo que tenías que tener previsto una cantidad de flores para ir cubriendo todas las necesidades. También teníamos otro productor en Lorca.

En aquella época también se notaban incrementos de ventas en días especiales como el Día de la Madre.

No era tanto como ahora. Principalmente era el día de los Santos y todo era venta de flor suelta. Al poco tiempo se empezaron a realizar tarrinas y ramos. Para enamorados, por ejemplo, se hacían ramos, pero principalmente era de claveles. Después ya comenzaron a llegar la venta de flores para los días más señalados.

Después ya comenzamos con el arreglo de iglesias como el castillo, también le arreglaba a la Consolación la capilla para las comuniones.

Además un proceso totalmente autodidacta.

Aprendí totalmente sola, las primeras tarrinas tenía que comenzar con mucho tiempo de antelación. Me iba dando cuenta de como eran las tarrinas, cuando iba a Mercamurcia le preguntaba a los compañeros. Igual pasaba con los ramos de novia, si veía la televisión algo de flores se me iba la cabeza viendo como era. A mi me hubiera hecho mucha ilusión de haber podido hacer cursos de formación como ha hecho mi hija.

¿Cómo fue cuando te encargaron hacer el primer carro de la Cruz?

Eso es una de las cosas que siempre pensé que nunca lo haría. Antes venían de Murcia, y lo primero que hice fue arreglar la iglesia para un quinario, por aquellos años estaba de Hermano Mayor, Andrés López-Auguy, y unos días antes de las fiestas me dijo que ese año querían que yo arreglara los carros.

Esa mañana estaba temblando y llorando, el carro lo monté con lilium rosa, y quedó muy hermoso. Aunque han pasado muchos años, el nerviosismo cuando arreglas un carro de la cofradía sigue siendo el mismo.

¿Cómo es ahora el mercado de la flor?

Ha cambiado mucho la situación, antes se vendía mucho más. La técnica también ha cambiado mucho, ahora se realizan un tipo de ramos muy diferentes a los de antes y se usan otras variedades de flores que han ido entrando en el mercado.

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