Basilio Pujante Cascales
Fotografía de Pk2One Lifestyle
Bruno mira a Elena, sonríe y espera. Sonríe al pensar que es el causante de la felicidad de su compañera de clase y que ella aún no lo sabe. La noche anterior, Bruno leyó en una red social en la que sigue a Elena (pero en la que ella no lo sigue a él) que no había estudiado nada para el examen de Matemáticas y que ojalá lo pospusieran. Bruno es un chico enamorado. Enamorado y tenaz, por lo que no dudó en escabullirse de su casa aquella madrugada y llenar todas las cerraduras de entrada al instituto con silicona. Por eso ahora Elena está feliz en la puerta del centro, porque sabe que el cerrajero tardará un buen rato en hacer su trabajo y que el examen se pospondrá. Y por eso Bruno la mira y sonríe. Y espera. Espera el momento en el que ella, Elena, su amada, esté enfrente y pueda decirle que fue él el que, años atrás, atrancó la puerta del instituto. Que fue él el que, tras un suspenso particularmente injusto, envenenó a su profesor de Lengua. Que fue él el que, tras leer como se quejaba del “imbécil” de su novio, lo acorraló en la escalera de su casa y le clavó veinte veces un puñal de amor y rabia. Entonces Bruno no tendrá que esperar. Elena lo sabrá y todo habrá merecido la pena.