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Agosto de 1658: Alistamiento de soldados para la Guerra de Portugal

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Francisco Fernández García/(Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz)

El 11 de agosto de 1658 se recibió en el Ayuntamiento de Caravaca una carta de don Fernando Joaquín Fajardo, Marqués de los Vélez, Capitán General y Adelantado del Reino de Murcia, ordenando el servicio de 60 soldados para la Guerra de Portugal, concretamente para «el socorro dela ciudad de Badaxoz, que tiene sitiado el portugues», especificando que debían presentarse en la ciudad de Mérida, quedando a costa del Ayuntamiento el pago de los gastos del viaje. Tras deliberar sobre la misma, estimaron que resultaba algo excesiva por lo que decidieron comisionar al regidor don Francisco Diego Martínez de Robles para que se entrevistara con el Marqués e intentará convencerlo de que rebajase el número exigido, consultándole asimismo la posibilidad de utilizar cualquier dinero de los propios para costear el desplazamiento de los soldados. El regidor aceptó la comisión advirtiendo que haría el viaje lo antes que pudiera ya que se encontraba «convaleciente de una enfermedad»; para los gastos de este viaje se le libraron 250 reales. Mientras se producía esta entrevista, y con el fin de agilizar la demanda del Marqués, acordaron que se comenzara a elegir los posibles integrantes del contingente por sorteo entre «los que fueren capaz para el manejo de las armas”. Asimismo los regidores solicitaron al alcalde mayor y gobernador que diese las ordenes oportunas para «yr prendiendo las personas que parezca son a proposito y le ordene a los alguaciles de su majestad hagan lo mismo y por cada vno que los ministros prendieren que fuere dela calidad dicha se le dara dos ducados».

La partida del regidor comisionado no debió demorarse mucho, ya que en la mañana del 15 de agosto se presentó ante el concejo para informar que había realizado la gestión que le habían encomendado, por lo que se convocó una reunión de urgencia para ese mismo día a las cinco de la tarde. Durante la misma, y tras conocer que no había variación en el número, se ordenó la realización de un alarde general que tendría lugar el viernes 16 festividad de San Roque a las 4 de la tarde en la plaza. A dicho alarde debían presentarse «todas las personas que ay enesta dicha villa de diez y ocho a çinquenta años de cualquier estado, calidad y condición capaz para el manexo delas armas»; siendo condenados los que incumplieren la orden al pago de 20 ducados que serían utilizados para ayuda al gasto de conducción de los soldados. Para facilitar la elección se abrió un plazo para que cualquiera que quisiera «sentar plaça de soldado voluntario para esta ocasion» lo pudiera hacer hasta el domingo 18 a mediodía, obteniendo con ello ciertas mejoras, ya que además de percibir un salario diario de 2 reales, incluyendo los días que tuviesen que emplear para llegar a Mérida, recibirían un trato diferente al resto de soldados: «se les guardaran todos los onores conçedidos a los que militan bajo los estandartes reales y no seran presos por deudas ni delitos que no sean capitales». Para el caso de que las inscripciones de voluntarios no alcanzasen el número requerido, se ordenó que todos los vecinos se presentasen el domingo por la tarde en la plaza para proceder al sorteo de las vacantes que quedasen, «y a los que tocare el dia veinte an de salir a servir a su majestad so pena de ser avidos por traydores a su Real Corona y que se proçedera contra ellos y contra sus padres, mugeres y parientes y hixos». Para general conocimiento se ordenó que se pregonase por las plazas y calles y «se puvlique y fixe edicto dello en la plaça publica».

Pocos fueron los que se presentaron voluntariamente por lo que el sorteo se efectuó el 18 por la tarde, según estaba ordenado. Esto produjo gran malestar entre los elegidos por lo que comenzaron a presentarse solicitudes de exención, lo que fue retrasando la confección definitiva de la compañía y su salida de Caravaca, de modo que el día 21 se reunió el Ayuntamiento a primera hora de la mañana para zanjar el asunto, anulando todas las solicitudes y ordenando la presencia en la plaza a la 1 del mediodía de todos los sorteados «para que ser reconozca el número delos soldados que ay juntos y aprestados para marchar como esta mandado», avisando que a los que no se presentasen se les aplicaría con todo rigor lo dispuesto en el Bando. El problema económico también preocupaba al Ayuntamiento, ya que no disponía en ese momento del dinero necesario para los gastos del viaje, por lo que mientras lo reunía ordenaron a algunos vecinos la entrega de cierta cantidad a modo de préstamo, teniendo que hacerla efectiva al día siguiente a las 8 de la mañana.

Aunque había aviso de que iban a presentarse «veinte y tantos» de los elegidos, lo cierto es que a la 1 solo había en la plaza «tres o quatro», por lo que esperaron hasta las 3, comenzando a esa hora la revista, que quedo concluida a las 4. A continuación acordaron ir a cada uno de los domicilios de los sorteados para requerir su inmediata presentación; para realizar esta operación de la forma mas rápida posible ordenaron a todos los regidores que se presentasen para ayudar al gobernador «asi de dia como de noche, en el canpo y en la billa donde fueren necesarios enla juridiçion della a prender y obligar aquellos que faltan bengan a serbir a su majestad, prender sus padres, madres y mugeres, enbargarles sus bienes hasta que con efecto se consiga lo que su majestad manda». Tampoco esta medida surtió el efecto deseado ya que muchos se marcharon de la villa, de modo que el día 23 se acordó la formación de un grupo compuesto por el gobernador y 4 regidores para ir «a los campos para buscarlos».

El día 25 se recibió una carta del Marqués de los Vélez ordenando la partida de los 35 soldados que se habían presentado hasta entonces y que posteriormente se enviara el resto. El Ayuntamiento, en ausencia del gobernador, despachó carta al Marqués informándole de que esperaban la pronta llegada del gobernador con gente suficiente para completar la compañía, proponiendo dejar hasta entonces la partida para evitar duplicar los gastos. La propuesta no fue aceptada y el día 27 se recibió orden de enviar inmediatamente los soldados disponibles a Cieza. Para su cumplimiento el Ayuntamiento los citó para el día siguiente a la 8 de la mañana en la plaza para, tras pasar revista, iniciar la marcha, que duraría aproximadamente 20 días. El día 28 se nombró a Santos Rodríguez comisario para la conducción de los soldados hasta Mérida, señalándole un salario de 3 ducados diarios. En ese momento se disponía de 50 soldados y, aunque se había procurado que todos fuesen solteros en el sorteo habían salido varios casados, algunos hasta con tres hijos, por lo que decidieron «para evitar el clamor del pueblo», excluir a los 14 casados a cambio de una contribución en dinero para los gastos de la expedición, cantidad que se les reintegraría en caso de que tuvieran finalmente que ir. Asimismo decidieron escribir nuevamente al Marqués comunicando el envío de 50 soldados, dando por cumplido el servicio pues seguían considerando injusto el repartimiento ya que Moratalla y Cehegín servían con 10 soldados cada uno y Caravaca con 60. Resultando finalmente que carecían de dinero de los propios para los gastos de la conducción de los soldados resolvieron la imposición de un nuevo arbitrio cargando 2 maravedíes en cada libra de carne que se vendiere en la carnicería «por vn año mas o menos o el tiempo que fuere menester». Al día siguiente, 29, se presentó en el Ayuntamiento don Pedro Jacinto Muñoz de Otálora ofreciéndose a servir en la compañía de Caravaca si le nombraban capitán de la misma, lo que fue aceptado por el Ayuntamiento, quien escribió una nueva carta al Marqués dándole cuenta de ello.

El número de soldados se incrementaba diariamente, de modo que el 4 de septiembre alcanzó la cifra de 48. Sin embargo, el 10 se recibió otra carta del Marqués exigiendo el cumplimiento integro del repartimiento, por lo que mientras no llegaran los que faltaban hasta los 60 exigidos mantendría detenida la compañía en Albacete. Estas exigencias también fueron comunicadas en una carta remitida por el capitán don Pedro Jacinto Muñoz de Otálora que informaba asimismo la deserción de 3 soldados, por lo que faltaban 15 para completar el cupo. Inmediatamente dispusieron la revisión de los que habían sido excluidos por encontrarse enfermos y de los que no habían obedecido el bando así como el apresamiento de los fugitivos. Todas estas disposiciones fueron comunicadas al Marqués al tiempo que le rogaban que diera orden de partida a la compañía ya que muy pronto enviarían el resto del contingente. El día 16 se realizó una revista para conocer los que aún faltaban por alistar, resultando ser 6, por lo que se dispuso un nuevo sorteo entre los mozos solteros que se realizó el día 18. Así quedó formada la compañía, que partió rápidamente para unirse con sus compañeros.

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