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Adiós a Teresa Berganza, la mezzosoprano española que conquistó el mundo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

PEDRO ANTONIO HURTADO GARCÍA

Hablar de su vida, de su extensa obra, grabaciones, repertorio, actuaciones y grandes conciertos, sería como perdernos en el bosque del éxito, porque, ella, ha cosechado triunfos, reconocimientos, distinciones y galardones de manera incontestable. Teresa Berganza Vargas (16-03-1933, Madrid-España/13-05-2022, San Lorenzo de El Escorial-Madrid-España), cantante de ópera especialmente vinculada a las obras y personajes de Mozart, Bizet o Rossini, aunque su capacidad artística le concedía la posibilidad de abordar partituras de cualquier gran maestro.

Sin ruido.- Contó con la admiración del público más exigente por su depurada técnica, gloriosa musicalidad y una imponente y muy respetada presencia escénica en sus actuaciones. Esta mezzosoprano, que nos ha abandonado con 89 años de edad, dejó advertido que no quería velatorio ni sepelio público, escribiendo, por añadidura, que deseaba marcharse “sin hacer ruido, sin anuncios, sin nada…”, recordando que vino al mundo “sin que nadie se enterara y aspiro a una situación semejante para marcharme”, razones por las que su familia, al completo, aseguró que su voluntad sería fielmente respetada. Aunque no se ha dado a conocer el origen de su fallecimiento, todo apunta a que obedece a causas naturales. Si sirviera de consuelo, nos quedamos con el privilegio de poderle seguir escuchando en sus inmortales grabaciones, que son muchas y de elevadísima calidad.

Brillante formación.- Berganza cursó estudios de piano y canto en el conservatorio de Madrid, logrando el primer premio vocal, en 1954, para debutar, un año después, en la mencionada capital española. Pero también dedicó tiempo estudiantil a la armonía, música de cámara, composición, órgano y violoncello, aunque su paso por el aula de Lola Rodríguez Aragón le llevó a inclinarse definidamente por el canto. Tendría que llegar 1957 para que realizase su debut internacional, como Dorabella, en el “Festival Aix-en-Provence”. Y, ahí, arrancaron 10 años de éxitos, nuevos recintos y diferentes certámenes en los que darse a conocer. Aclaramos que hablamos de espacios puramente consagrados como el “Royal Opera House”, “La Scala”, “Festival de Glyndebourne”, “Metropolitan Opera House” y una larga lista, representando grandes papeles escénicos con éxitos ciertamente arrolladores.

Prestigiosos recitales.- Gran impacto causó, igualmente, su estreno en recitales, comenzando por el acreditado “Carnegie Hal”, de Manhattan, en 1964. A todo esto, su repertorio aglutinaba canciones españolas, sí, pero también francesas, alemanas y rusas. Y con tanto estrenó, también se estrenó en el matrimonio, que contrajo con el pianista y compositor Félix Lavilla, con quien compartió su vida desde 1957 hasta 1977. Con él, grabó e hizo representaciones profesionales con marcada frecuencia, proporcionando descendencia con Teresa, Javier y Cecilia, también soprano lírica.

Impulsora del género operístico.- Reconocida, en 1991, con el “Premio Príncipe de Asturias de las Artes”. Igualmente, tomó parte en la ceremonia inaugural de la “Exposición Universal de Sevilla”, de 1992, así como en los “Juegos Olímpicos de Barcelona”, celebrados ese mismo año. ​Fue la primera mujer en obtener la distinción, en 1994, como miembro de la “Real Academia de Bellas Artes de San Fernando”, justo cuando se cumplía el 250 aniversario de la mencionada institución. Y, en abril de 1995, teniendo como tema central su universo musical, dictó su conferencia de ingreso. ​También en 1995, gozó de una doble celebración: su 70 aniversario y sus 50 años de carrera artística, para lo que aprovechó, como gran ocasión, la publicación de cuatro discos editados por el prestigioso sello “Deutsche Grammophon”. ​ Y, como las fechas no le van a “encajar” al lector, digamos que, en 2013, llegado su 80 cumpleaños, vino a saberse que su verdadero nacimiento se registró en 1933, no en 1935. Disfrutó del homenaje del “Teatro Real”, de Madrid, y fue distinguida con la “Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio”. En 2018, recibió, en Londres, el “Premio Internacional de la Ópera” por su brillante trayectoria, algo equivalente, en música, a lo mismo que son los Óscar, en el séptimo arte. ​El “Teatro de la Zarzuela”, de Madrid, por otro lado, tuvo el acierto de concederle su nombre, en 1999, al palco 10 de la platea del respetado recinto artístico. Y lo hizo, según se supo, como homenaje por su contribución al género operístico, al que concedió un impulso constante.

Simultáneamente castiza y moderna.- Refirámonos, cómo no, al insustituíble vacío que deja Teresa Berganza, pues ella llenaba, por sí misma, el mundo de la ópera. Se ha dicho que de pocas personas podía aprenderse, con tanta intensidad, ese “saber estar” que practicaba y con el que mantenía elevadísima la dignidad de su arte. Graciosa, rigurosa al mismo tiempo, seria en todo e impredecible en cualquier momento, fue destacada testigo de su tiempo, con un olfato especial que le hacía distinguir el pasado de la actualidad y las necesidades de mejorar y exigirse con el avance del tiempo, sin dejar de manifestarse castiza y muy moderna, de modo simultáneo. Supo defenderse y desenvolverse en la Europa de la posguerra. No renunció nunca a ese punto de vista especialmente madrileño que poseía y que le ayudaba a “comerse el mundo”, porque ya procuró, ella, mantenerse ampliamente formada para afrontar cualquier situación profesional, cultural y social.

La grandeza por su voz.- La artista representó siempre un respetado referente para quienes querían analizar las múltiples complejidades de la ópera, género en el que se tornó una refinada especialista, donde ha brillado con humildad y, al mismo tiempo, sin renunciar a la grandeza que su voz le otorgó.

Clases magistrales en diferentes continentes.- En 2008, se retiró de los escenarios. Y fue profesora titular, de la “Cátedra de Canto”, en la “Escuela Superior de Música Reina Sofía”, a petición de Paloma O’Shea, sucediendo a su extraordinario amigo Alfredo Kraus. De la misma manera, dictó clases magistrales en varios continentes. Y, muy merecidamente, se le dedicó un espacio musical, en Madrid, que no es otro que el denominado “Conservatorio Teresa Berganza”.

La luz de su propia estrella.- Considerada y valorada en los escenarios más prestigiosos del mundo, donde se dan cita los grandes entendidos del género que exhibía. De Teresa Berganza podemos decir que era un lujo español que ponía luz, con el nombre de nuestro país, en los más rutilantes recintos de la música relacionada con el bel canto. Su vida, su obra, sus actuaciones, su repertorio y su impecable trabajo necesitarían de mucho más espacio para poder reflejarse con la justicia que la mezzosoprano merece. Perdemos, pues, a una artista de mucho nivel que se instaló en la gloria y que brilló con la luz de su propia estrella. Descase en paz. Buenos días. ​

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