Ya en la calle el nº 1040

Adiós a la ronca, cadenciosa y suave voz del creativo Oliver Mtukudzi, leyenda del afro-jazz

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

PEDRO ANTONIO HURTADO GARCÍA

Oliver Mtukudzi (22-09-1952, Harare-Zimbabue/23-01-2019, en  el hospital del mismo lugar de nacimiento), artísticamente conocido, también, con la afectiva denominación de “Tuku”, ha sido un cantante y músico zimbabuense, revelado como uno de los más destacados e internacionales de su país y una auténtica leyenda del afro-jazz. En 1973 se registran sus comienzos profesionales, cuando todavía se denominaba Rodesia lo que, hoy, es Zimbabue, imperando un gobierno racista. Comenzaba a tocar para unirse muy pronto a un grupo del que también era integrante ​Thomas Mapfumo: “Wagon Wheels”, consiguiendo su primer disco de oro con el single titulado “Dzandimomotera”. Continuó la suerte con el primer disco del propio “Tuku”, cuyo éxito fue rotundo. El zimbabuense participó, igualmente, con el “supergrupo” de folk y jazz, radicado en el sur africano, “Mahube”, otra banda de importantes aciertos discográficos refrendados por el gran público, a nivel mundial, pero su formación de siempre fue “Black Spirits”. En 1980, se produjo la independencia de Zimbabue, situación que el artista celebró entonando el nuevo himno del país: “Ishe Kimborera Africa”, en español “Dios bendiga África”, aderezado con su magistral toque de “reggae”.

Giras mundiales.-Una voz diferente, ronca, cadenciosa y suave, así como una imparable y especial facultad creativa son valores que le sirvieron a Mtukudzi para convertirse en uno de los cantantes más reconocidos de su país y en un referente intercontinental en su género. Fue, además, integrante de la formación zimbabuense “KoreKore”, liderada por Nzou Samanyanga, cantando en lengua “shona”, una de las más valoradas y practicadas en el país africano, a la par que la “ndebele”. Su música ofreció siempre un estilo diferente y distinguido, porque, él, se encargaba de incorporarle matices de distintas y muy distantes tradiciones musicales, lo que fue considerado por los fans como el “Tuku Music”. Como uno de los artistas más sobresalientes de su país, fue demandado para ofrecer varias giras mundiales, visitando, entre otros muchos países, Estados Unidos, Canadá o Reino Unido. En 2017, el intérprete fue el responsable de amenizar la fiesta que se les brindó a los invitados a la boda del empresario zimbabuense Wicknell Chivayo, quien consiguió varios contratos gubernamentales de su país, derivados de su reconocida actividad empresarial.

Amigo del alma.-Oliver Mtukudzi lucía una descendencia de cinco hijos y había sido abuelo en dos ocasiones, gozando del orgullo de que dos de sus hijos siguieran su carrera musical, pero también sufriendo la desgracia de que su hijo Sam Mtukudzi, afamado músico, perdiera la vida, en marzo de 2010, a consecuencia de un accidente automovilístico. La muerte de nuestro protagonista, a los 66 años de edad, ha tenido como verdugo a la diabetes, aunque, quizás, el destino ha querido detener ahí su edad porque, de esa manera, nos brinda un legado de más discos (67 álbumes) que años de existencia, añadiéndose la coincidencia de haber fallecido el mismo día, justamente un año después, que nos abandonara un titán del jazz más grandioso en África Austral, que no es otro que el sudafricano Hugh Masekela, su amigo del alma, al que se hallaba indestructiblemente unido por su concepción social, su visión del mundo y, esencialmente, su forma de entender la música.

El mejor de Zimbabue.-Telegráficamente por imposición del espacio, digamos que ha participado en importantes festivales relacionados con su género musical, conquistado recintos artísticos y regalado emociones, pese a que su delicada salud le obligara a suspender numerosos conciertos en el ocaso de su vida. No obstante, jamás se planteó una retirada de la música por su enorme afición y su arrollador éxito, amén de que sentía vivir por y para ella. Encuadrado entre los 10 músicos más vendedores y rentables del continente africano, creativo, identificado con su profesión, autodidacta, y amante de su tierra, deja el pabellón impregnado por una realidad: ser el músico más prestigioso, reconocido y relevante de la historia de Zimbabue, cuando las dificultades, en su país, nuevamente, atraviesan críticos momentos.

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