Ya en la calle el nº 1040

Adiós a Fats Domino, padre del rock and roll

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

PEDRO ANTONIO HURTADO GARCÍA

Kilométrica discografía. Grabaciones fechadas, incluso, en la década de los años ’40. Categoría profesional, virtudes musicales, nivel artístico y otros muchos de sus innumerables valores, dan para una biografía de cientos y cientos de páginas, pero vamos a intentar resumir su vida y obra en esta sección que semanalmente ofrecemos. Es su verdadero nombre Antoine Dominique Domino (26-02-1928, Nueva OrleansLuisiana-EE.UU./24-10-2017, Harvey-Luisiana-EE.UU.), conocido mundialmente por su artístico nombre de Fats Domino, un pianista, compositor e intérprete de rock and roll afroamericano, piano blues, boogie-woogie y rhythm and blues que ha gozado de la consideración de “padre del rock and roll”. Este americano, admirado en los cinco continentes por su dedicación a las partituras y su capacidad creativa, ha dado al mundo piezas, obras, trabajos y joyas verdaderamente prodigiosas que ha grabado en las mejores compañías discográficas, tras disputárselo con verdadero afán comercial y ánimo de prestigio del propio sello que le fichaba en cada momento.

Ventas millonarias

En las dos primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, llegó a convertirse en el artista de color con más discos vendidos en todo el mundo, en niveles semejantes a los del propio Elvis Presley. Enorme su influencia en los géneros musicales que mejor dominaba y en los que fue un auténtico maestro, venerado por muchos partidarios y seguidores que se hicieron músicos siguiendo la senda del estadounidense. También el “ska” jamaicano ofrece un sello inconfundible de Domino, quien llevó la afición al rock and roll a Nueva Orleans, donde el jazz dejaba pocos huecos. Sus canciones se inspiraban en las vivencias de la gente de la calle con la que gustaba hablar con frecuencia para crear historias, sentir y hacer sentir lo cotidiano e identificarse con el pueblo llano, sencillo y cercano. Sus canciones son tan emblemáticas como soñadas por muchos artistas que las han hecho suyas, versionando sus partituras, como, por ejemplo y sin relacionar a todos los “monstruos” que han seguido sus pasos, Ella Fitzgerald, Cheap Trick, Ike & y Tina Turner, Bobby Darin, Ricky Nelson, Sheryl Crow, “T. Rex”, “Los Lobos” y hasta los míticos ex-Beatles John Lennon y Paul McCartney.

Dado por desaparecido

Superó el desastre del huracán Katrina, en 2005, cuando se le dio por desaparecido por la inundación que sufrió su casa, ya que se negó a abandonarla por la enfermedad que sufría su esposa. Luego, tuvo que salir en helicóptero. Sufrió burlas cariñosas, de gente cercana, a causa de su obesidad que supo driblar con su oronda “cintura”. Y tampoco le importaba demasiado, tal como demostró al componer el tema titulado “The Fat Man” (“El gordo”), como no le preocupó, igualmente, que le apodaran “Fats” o “Grasas”, hasta tal punto que adoptó el mote como nombre artístico. Nació en el seno de una familia de instrumentistas que bendijeron su afición musical. Le buscaban los mejores artistas del mundo en su época, quienes querían beber de la fuente inspiradora que “el gordo” generaba: Jerry Lee Lewis, James Brown y todos los grandes de su tiempo. Consiguió hacer del rock and roll la afición sonora de todo el mundo. Y no solamente se ocupó de la creación musical, sino que entendió que, ese ritmo, era óptimo para un movimiento esquelético electrizante, diferente y trepidante como, posteriormente, llegó a conocerse el género, llenando pistas de baile en las discotecas y salas más prestigiosas de todo el mundo.

Enriquecida discografía

Son sus mayores éxitos, aunque no existe desperdicio en su discografía, “Blueberry hill” y «Blue monday” (1956); “I’m walkin” (1957), “Whole lotta loving” (1958), “My girl Josephine” y “Walking to New Orleans”, canción convertida en el himno de su ciudad (1960). Fue un verdadero ciclón hasta 1963, cuando los cambios de compañías discográficas le llevaron a fichar por sellos menos creativos, imaginativos y visionarios del futuro inmediato. Era un mago del directo y funcionaban muy bien sus conciertos. Se instaló en Las Vegas como una experiencia favorable y resultó ser un craso error y un cierto estancamiento, porque, además, nadie trabajó, para él, la flexibilidad artística que el cambio de los tiempos aconsejaba y hasta exigía. No obstante, él, explotó al máximo su estilo tan propio y cautivador que llegó a gozar de denominación particular: “Fats rápido” y “Fats lento”.

Declive y “resurrección”

Mantenerse en Las Vegas fue un poco su tumba artística que, si no le relegó para siempre, sí le alejó de ese dominio de las listas de ventas y la popularidad mundial de la que disfrutó durante tanto tiempo, pues se enceló con el juego, cuya consecuencia le proporcionó serios apuros económicos y no pocas dificultades personales, ya que perdió la gran fortuna que había amasado, gracias a una carrera brillantísima que comenzaba a perder fulgor. Remontó el vuelo antes de finalizar esa misma década de los ’60 cuando el fenómeno “revival” hizo recuperar popularidad, éxito, ventas y derechos de autor a los artistas que habían “plantado bandera” en los escenarios del mundo con anterioridad, como el caso del fallecido. Los mismísimos “The Beatles” le homenajearon en su “Lady Madonna”, como reconocimiento a las influencias que en ellos había estampado. Consecuencia de todo ese cambio de suerte fue su disco de relanzamiento titulado “Fats is back” (1968), en el que se invirtió un presupuesto ambicioso: grandes músicos, productores e imagen. Su final, no obstante, sin abandonar los discos, fue volver a triunfar en unos conciertos que separaba en el tiempo, muy inteligentemente, para no saturar y crear expectación en los lugares en los que se presentaba. Coqueto en su indumentaria y, sobre todo, con sus complementos, viaja con auténticos armarios de ropa, zapatos, anillos y demás elementos que le caracterizaban. Familiar, hombre de raíces, costumbres locales y tradiciones, gustaba de acompañarse por sus muchos hijos, nietos y posteriores descendientes y, aunque en la década de los ’90 redujo sus desplazamientos artísticos, los escenarios de Nueva Orleans le han seguido disfrutando, hasta el final de sus días, en unos conciertos a los que solía llegar en su impecable y siempre preferido Cadillac de color rosa. Se nos queda mucho en el tintero, pero recomendamos disfrutar de sus múltiples discos colmados de canciones imperecederas. Descanse en paz un músico de enorme prestigio que se nos marcha con 89 años. Buenos días.

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