Ya en la calle el nº 1040

A pocas horas de cerrar la extraordinaria exposición de “Místicos”…

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ORENCIO CAPARRÓS BRAVO

A pocas horas de cerrar la extraordinaria exposición de “Místicos” comisariada por Nacho Ruiz, he recordado algunas de las vicisitudes por las que ha pasado el impresionante edificio de La Compañía de Jesús caravaqueña. Cuando era un niño, hace más de medio siglo, mi amistad infantil, que aún perdura, con Juan Montiel Vila me llevó a jugar en aquel extraño lugar; recuerdo que en algunas ocasiones se nos “colaba” la pelota en las cimbras de la obra y cuando bajábamos en su búsqueda nos encontrábamos con cráneos, tibias, y toda clase de osamentas del cementerio jesuítico convertido estancia, con sus pesebres, de mulas y burros que, me imagino, con su renegar por hambre o por desesperación escarbaban en el suelo poniendo a la vista esos restos óseos.

 

Una talla de la Virgen del Carmen atribuida a Francisco Salzillo y propiedad del Convento del Santo Ángel de Sevilla se exhibirá en ‘Místicos’
Una talla de la Virgen del Carmen atribuida a Francisco Salzillo y propiedad del Convento del Santo Ángel de Sevilla

Desde la expulsión de los jesuitas en 1767, decretada por Carlos III, el edificio se había puesto el edificio varias veces a la venta, sin encontrar comprador porque, según los textos de referencia era muy caro demoler la obra existente para convertirla en solar; la calidad de la obra la salvó de ser derruida. Con el tiempo acabó vendiéndose, pasando de manos de la monarquía a particulares, y así llegó a “los Vila”, que la salvaron de su ruina total manteniendo techumbres y los elementos básicos. Ya en el siglo XXI, para poder dotar de contenidos al recientemente concedido Jubilar de la Vera Cruz de Caravaca, Aranda, García-Esteller, A. Caparrós y un servidor visitamos al entonces presidente Valcárcel para pedir que la Comunidad Autónoma dotara a Caravaca de un espacio digno, donde ofrecer exposiciones y espectáculos musicales de calidad y nivel. Recuerdo que en una ocasión, siendo yo Concejal de Cultura y Patrimonio, acompañé a Gustavo Bueno con su discípulo y amigo común Joaquín Robles; les enseñé lo que consideré más representativo de nuestro pueblo, y cuando llegamos a La Compañía le expliqué a Dn. Gustavo la pretensión de convertirla en centro cultural; él con su inteligencia rápida e irónica, me interpeló, ¿ crees que se podrá hacer alguna vez una exposición mejor que la actual? Sobre un suelo de tierra y polvo se distribuían aleatoriamente coches semiabandonados, cajas y envoltorios de todo tipo y tamaño, sacos, mierdas de perros y gatos. Sí, superaba, con creces, cualquier instalación ultramoderna del último artista contemporáneo; el incomprensible laberinto ideológico español se mostraba allí de la manera más brutal y descarnada que imaginarse pueda; la casa de la Compañía de Jesús que llevó, con la evangelización, la Cruz de Caravaca como símbolo misionero, convertida en cochera y casi vertedero. No sé si quedarán por ahí imágenes que documenten esto que digo, en mi memoria sí sé que están.

Es muy posible que la opción apuntada por el profesor Bueno, una de las más lúcidas mentes de nuestra Historia, hubiese servido para resaltar una cultura llena de paradojas, contradicciones e hipocresías de todo tipo; sin embargo, prefiero creer que si Dn. Gustavo hubiera podido disfrutar de la magnitud cultural de las magnas exposiciones que hemos podido ver y sentir, quizá, digo quizá, hubiera sido comprensivo a pesar de no le faltaba, como siempre, razón.

El ciclo de exposiciones se inició con “La ciudad en lo Alto”, de la que quedó un maravilloso catálogo dirigido ambos por Dn. Cristóbal Belda, como también lo fue el realizado con los discípulos caravaqueños de Salzillo, José López, Marcos Laborda y Fernández Caro, a los que Caravaca debiera dedicar alguna de sus calles por méritos propios, y en la que participó mi amigo Indalecio Pozo. Más tarde, Nacho Ruiz dirigió otra exposición sobre el Renacimiento en Murcia con pintores tan vinculados a Caravaca como Hernando de Llanos. Entremedias recuerdo otras dos exposiciones extraordinarias, ambas de escultura y de buenos amigos como lo fueron Campillo y el caravaqueño Pepe Carrilero, al que Caravaca nunca agradecerá suficientemente la altruista donación de su obra a su pueblo.

A día de hoy, recién estrenado 2019, la sala de exposiciones de la Compañía, una de las mejores en muchos kilómetros a la redonda, está a punto de cerrar sus puertas a “Místicos” que ha contado con una selección de obras de incalculable valor artístico; la modernidad del Greco, la languidez, más manierista que barroca de Murillo, la fuerza, aquí si absolutamente barroca, de Ribera, la calidad expresiva de Gregorio Fernández…Todos acompañados por documentos, cuadros de batallas, sugerencias de un tiempo cuyo trasfondo era Trento, donde los jesuitas Diego Laínez, Alfonso Salmerón…jugaron un papel protagonista. Allí quedaron establecidas las normas que deberían regir las artes plásticas al servicio de una Iglesia Contrarreformista. Las obras que hemos podido disfrutar se atienen a esas normas, sin que estas resten un ápice a la creatividad y al genio de artistas tan variados para los que no supone corsé alguno la rigidez de lo impuesto por la normativa tridentina. La pintura y la escultura al servicio del mensaje católico, como lo estuvo en el románico y, en parte, durante el Gótico, para un cristianismo entonces no dividido. Se establecía en esas normas que no se evitara lo descarnado y terrible de los acontecimientos narrados, cristos sangrantes, santos que se fragelan, vírgenes y magdalenas dolientes; todos expuesto a la mirada de los fieles en los templos, y en la puesta tremenda en escena en la calle con las procesiones. Todo eso y mucho más cuenta esta magnífica exposición de “Místicos”, rematada con un guiño a las referencias que el arte contemporáneo hace a esa forma de entender el mundo y la vida. Me quedo, de entre todos con “El martirio de San Felipe” obra de Rivera , convertida aquí por Manolo Valdés en una texturada y matérica  pintura de una calidad expresiva extraordinaria.

Termino. Si alguien  no  ha visto la exposición , no me queda más que recomendar una visita, estoy seguro que  no le defraudará. Ojalá que la Fundación y la Comunidad Autónoma sigan apostando por actividades de este nivel.

 

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