Ya en la calle el nº 1041

A dónde nos llevan las noticias

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Montserrat Abumalham

Con frecuencia en un mismo diario aparecen numerosas noticias inconexas, que, respondiendo a las divisiones habituales de contenidos, responden o parecen responder a apartados como internacional, cultura o nacional. Sin embargo, el lector siempre aporta algo a la letra impresa, de manera que por los extraños vericuetos de la mente de cada cual se cuelan sindéresis que solo responden a los propios intereses y preocupaciones de quien lee.

Por otra parte, dicen que quien escribe, con frecuencia, siempre cuenta la misma historia o habla de la misma experiencia. Recuerdo a este propósito que un colega mío decía de un célebre poeta iraquí, muy prolífico, que en realidad solo había escrito un único poema en su vida; aquel que comenzaba en el primero de sus poemarios y acababa en el último.

Tres noticias acapararon mi atención hace unos días; la primera de ellas se refería a una ciudad de Estonia que está más cerca de San Petersburgo que de la capital, Tallin. En esta ciudad por razones históricas vive una amplia población rusófona y que, además, carece de pasaporte estonio. De manera que, en la actual situación, casi se han convertido en apátridas o en desplazados en su propia ciudad. La segunda de las noticias, alejada en tiempo, intención y espacio, se refiere a una señora que a sus 73 años acaba de escribir su primera novela situada en su aldea soriana de origen. Se siente feliz por haberla escrito, tras recorrer el mundo y redescubrir su patria chica, sus raíces y rescatar la memoria de sus antepasados. La tercera de las noticias es esa terrible masacre que han padecido, por si ya fueran pocas sus desdichas, los inmigrantes que intentaban entrar en territorio español violentando el muro de Melilla.

Cualquiera que lea estas líneas ya habrá captado la conexión que existe entre estas tres noticias: la pertenencia o no a un lugar. Puede uno estar en movimiento y sin embargo sentirse atado fuertemente a un pedazo de tierra o bien puede alejarse de su lugar de origen y no hallar otro que le acoja y, por fin, puede uno terminar siendo un extraño en el lugar al que siempre ha pertenecido.

Es evidente que, por mi condición de mezcla de raíces, culturas y mi actual ubicación, no tengo este problema. No ser de parte alguna es a veces una ventaja, siempre que oficialmente uno pertenezca a algún lugar y nadie quiera cambiarle la denominación a ese espacio. Teniendo mis papeles en regla soy ciudadana de este país de pleno derecho y mientras esta tierra no sea invadida, segregada o anexionada, mi situación identitaria no variará. Otra cosa son mis sentimientos. Después de haber nacido en otro lugar, de haber vivido en varios diferentes y procediendo de dos lugares alejados entre sí, mi pertenencia a una tierra entra dentro de las elecciones sentimentales voluntarias. Es por tanto algo intangible que no se identifica más que en mi imaginario. Dicho de otro modo, no me siento ligada a una tierra física y concreta. Eso me permite encontrar mi espacio en diversos lugares y moverme entre ellos de manera fluida y cómoda. Pero, en definitiva, soy y habito un espacio imaginario en el que se pueden conjugar mis raíces dispares, mi memoria de otros lugares y mis diversas lenguas y culturas sin que se produzca el menor roce ni violencia.

Dadas las circunstancias actuales en las que las disputas por territorios, identidades, lenguas, culturas y hasta religiones van tomando cada vez más un cariz medieval, trasnochado y cruel, siento que no ser de parte alguna es un raro privilegio que cada vez aprecio más. Me evitará, creo, caer en apegos insanos a alguna parte.

 

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