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500 años de la construcción del Castillo de Mula (1520-2020)

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Zapata Parra/Arqueólogo Municipal de Mula

FOTOGRAFÍA: LA CHOLEPA

El Castillo de Mula es uno de los monumentos más importantes del municipio, es el estandarte por antonomasia de una ciudad que tiene en su castillo un icono, no sólo geográfico sino simbólico, como bien puede verse en el propio escudo de la ciudad. En 2020 se cumplen los 500 años del inicio de la construcción del castillo de Mula por el I Marqués de los Vélez, cinco siglos de presencia en lo alto del cabezo, señoreándose sobre la villa y forjando una historia inseparable entre el muleño y su monumento más señero.

Planimetría Castillo - Autor Jose Antonio Zapata Parra
Planimetría Castillo – Autor Jose Antonio Zapata Parra

Tras la construcción del Castillo-Palacio de Vélez Blanco, obra insigne del renacimiento español, el marqués de los Vélez mandó construir la fortaleza de Mula, otra obra destacada de la arquitectura militar renacentista en el sureste peninsular.

La edificación de esta fortaleza hay que entenderla dentro del marco de poder y de configuración del reino de España que se inició con los Reyes Católicos y que se definió completamente con la llegada al trono del emperador Carlos I. Es incuestionable la importancia y la trascendencia que el marquesado de los Vélez tuvo durante cerca de tres siglos en el sureste peninsular, donde las villas de su Estado se distribuían por los Reinos de Granada y Murcia. Dentro del marquesado, Mula siempre tuvo un papel destacado ya que aquí estaba situada la administración a través de la Contaduría Mayor y el archivo distribuido entre la fortaleza y las Casas de Palacio.

El 5 de mayo de 1520, el primer marqués de los Vélez, Pedro Fajardo Chacón, ordenaba desde Cuevas de Almanzora el comienzo de la construcción de la fortaleza. Su fábrica, de recios muros construidos en sillería evidencia la habilidad del tracista y la perfección en la ejecución de los canteros vizcaínos. Una inscripción sobre la entrada a la torre del Homenaje relata que bajo los cimientos de este castillo hubo otro de origen romano. Nunca debió existir esa fortaleza romana pero los Fajardo debieron recurrir a la colocación de la lápida para justificar su construcción. La monarquía, tras la conquista del reino nazarí, trató de impedir la construcción de fortalezas defensivas que ya no resultaban necesarias desde la desaparición del peligro fronterizo con los musulmanes de Granada.

Lo que sí existió bajo la edificación de los Marqueses fue una construcción musulmana que sirvió de germen a la actual y desde donde partía la muralla medieval de la que aún vemos restos en la ladera de la colina. La desnuda arquitectura del edificio (declarado Bien de Interés Cultural) deja a la vista la perfecta obra de cantería. Destaca la bóveda de cañón que cubre la sala que hay inmediata a la puerta de acceso al castillo y sobre la que se asienta el patio de armas. La gran torre del Homenaje y el torreón del aljibe completan la estructura del edificio que se asienta sobre un sinuoso y escarpado terreno del que parece que haya sido labrado.

La ornamentación es casi nula, limitándose a los proporcionados escudos de armas de don Pedro Fajardo Chacón y su segunda y tercera esposa, situados casi todos ellos en la fachada sur. Al contundente almenado, que con su relieve establece un juego de luces y sombras que corona todo el castillo, podría dársele el apelativo de ornamental, sobre todo teniendo en cuenta que estos elementos se encuentran, fundamentalmente, en las fachadas que pueden divisarse desde las calles de Mula y no en la de la parte trasera del castillo. Esta característica otorga al edificio cierto carácter escenográfico. La austeridad del castillo y ese cuidado en la fachada sur no pretendían otra cosa que mostrar a los habitantes de Mula el poder de la casa de los Fajardo y recordarles continuamente quienes eran los nuevos Señores de la villa. Arquitectónicamente el castillo se divide en cuatro cuerpos claramente diferenciados:

  • Patio de Armas: se localiza en la zona norte del complejo, aprovechando el amplio espacio que formaban las murallas de la celloquía de la alcazaba musulmana. En el interior de la misma aún se observan restos de un aljibe y un pozo realizado mediante sillares de piedra. Desde el patio, aprovechando el adarve oriental de la antigua muralla musulmana, se accede hasta la puerta de entrada, que se unía al adarve mediante un puente levadizo, protegido por una ladronera situada en la parte alta del muro.
  • Baluarte: de forma rectangular y terminado en punta hacia el oeste, como si se tratase de la proa de un barco, en esta zona se sitúan las dependencias de la guarnición o cuerpo de guardia y las mazmorras. Traspasado el umbral de la puerta se accede a un pequeño patio al que da el cuerpo de guardia, una gran sala abovedada desde donde se accede tanto a las mazmorras situadas en el sótano como a la zona de vigilancia de las mismas o a la escalera de acceso al primer piso. Se localiza aquí una amplia terraza denominada azotea baja, principal área de defensa organizada en dos niveles donde se abren diversas aspilleras y troneras de tipo buzón y donde sobresale un gran arco escarzado rebajado que sostiene una especie de tribuna situada encima y asomada a la plaza de armas. Esta tribuna presenta aspilleras y troneras así como un parapeto al que se adosa un adarve que conduce hasta la ladronera que defiende la puerta principal de acceso. Desde el extremo oriental de la azotea se accede, mediante otro puente levadizo, a la torre del homenaje.
  • Torre del Homenaje: es la zona noble del castillo y estaba separada del resto de dependencias, ya que servía de alojamiento para los marqueses o para su representante (alcaide). El acceso se producía desde la azotea baja, mediante puente levadizo, al último piso de la torre, que estaba ocupado por el salón principal o sala de audiencias, donde destaca un gran ventanal abierto en el muro meridional desde donde se divisa perfectamente toda la villa y la huerta. Desde esta sala se accedía por una escalinata muy empinada a la denominada azotea alta o terraza, donde volvemos a encontrar aspilleras y troneras, así como un adarve perimetral en parte sostenido por un voladizo de piedra. Otra escalera arranca desde la sala principal para dar acceso a dos pisos situados por debajo de la misma, que servían como zona de dependencias y almacenamiento. El último piso da acceso al polvorín.
  • Torre del Aljibe: se trata de un cuerpo anexo pero independiente a la fortaleza, con un tejado a tras aguas realizado a base de placas de piedra. Al parecer su uso era el de almacén de municiones, al que se acedía, como hemos dicho, desde el sótano de la torre del homenaje. Consta de dos niveles, el polvorín propiamente dicho y un gran aljibe, posiblemente de origen musulmán, con un brocal situado en el sótano.

Meses después de iniciar las obras el Marqués será expulsado de la villa de Mula por no guardar sus privilegios, usos y costumbres, solicitando perdón y jurando ante las sagradas escrituras que acataría las leyes que regían el concejo, entregadas siglos atrás por Fernando III y Alfonso X el Sabio. El desafuero al que fue sometido el señor de la villa tendría sus consecuencias, la fortaleza de sillería estaba prácticamente terminada tras una década de trabajo, lo que permitió al marqués artillar la fortaleza y contratar a los mejores mercenarios de su ejército para someter las pretensiones de la Villa. Los enfrentamientos con los vecinos derivaron en un pleito con el marqués que se resolvería parcialmente en 1555 a favor del Marqués. Aunque los vecinos conseguían que se respetaran sus privilegios, el pleito con la familia marquesal continúo durante más de 300 años.

A principios del siglo XVIII, el castillo de Mula jugaba un papel destacado en la Guerra de Sucesión, siendo decisiva su artillería en la defensa y triunfo de la causa borbónica que le valió el trono a Felipe de Anjou, el primero de los borbones que reino en España bajo el nombre de Felipe V. Tras la abolición de los señoríos a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, el castillo quedó abandonado, iniciando el Ayuntamiento a partir de la década de los 60 del siglo XX su lenta recuperación mediante diversas actuaciones.

Sin embargo, la lucha de Mula por su castillo no terminó felizmente, pues a partir de 1990, un nuevo pleito por la propiedad surgió en el horizonte con la familia heredera de la fortaleza. En 2001, el Tribunal Supremo falló en favor de la familia, lo que provocó un enorme perjuicio para este monumento llevándolo a un grave estado de abandono. En la actualidad, el Ayuntamiento de Mula, recogiendo el clamor y la movilización de los muleños por su castillo, ha realizado intensas gestiones y negociaciones con algunos de los herederos y hoy día ya es propietario del 66,67 % de la fortaleza.  Esto ha permitido que el Ayuntamiento retome la iniciativa en su recuperación y hoy día está redactado el Plan Director del Castillo de Mula y su entorno, cuyas consideraciones y conclusiones dará las pautas para su conservación, restauración y puesta en valor.

En este sentido, la conmemoración del V Centenario es una magnífica oportunidad para seguir luchando por la puesta en valor de este insigne monumento y para proyectar culturalmente y turísticamente a la ciudad de Mula, la Región de Murcia y España.

 

 

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