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25 de Octubre de 1862: Regalo de Cruces de Caravaca a la reina Isabel II

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Francisco Fernández García

(Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz)

El 25 de octubre de 1862 el entonces alcalde de Caravaca D. José María Cánovas y Martínez hizo entrega de varias cruces de Caravaca a la reina de España Isabel II en agradecimiento a las distinciones y favores que había dispensado a nuestra ciudad y a su patrona.

La primera de ellas se produjo en 1846 y fue la declaración de Santuario Célebre al Templo de la Vera Cruz, aunque esta concesión tuvo un carácter puramente testimonial alcanzó cierta relevancia dos años mas tarde cuando sirvió de argumento para que la reina dictase el 15 de julio de 1848 una Real Orden disponiendo la devolución a la Stma. y Vera Cruz de todos los bienes y documentos que se habían confiscado siguiendo las políticas desamortizadoras de la época, haciendo entrega de los mismos al Ayuntamiento como administrador y patrono de la reliquia para «atender con sus productos al pago de la asignacion del capellan, conservacion del edificio y gastos del culto del referido Templo de tanta veneracion».

Al año siguiente, concretamente el 26 de julio de 1849 tuvo a bien conceder a Caravaca el título de ciudad. Tanto este acontecimiento como el anteriormente citado fueron muy celebrados en la población organizándose diversos espectáculos y funciones religiosas. Algún tiempo después, la Real Orden lleva fecha de 1 de septiembre de 1853, autorizó el cambio de fecha de celebración de la feria septembrina, materializándose de este modo una pretensión que el ayuntamiento llevaba solicitando desde 1847 mediante la cual quería incrementar la importancia de nuestra feria evitando su coincidencia con otras.

Por último, en este mismo año de 1862, realizó un regalo a nuestra ciudad, un manto bordado en oro para la Virgen del Carmen del convento de frailes carmelitas, que llegó a Caravaca en los primeros días del mes de mayo de dicho año. Por todo ello cuando el Ayuntamiento tuvo noticia de que la reina, acompañada de su esposo y de dos de sus hijos, el Príncipe de Asturias y la infanta Isabel, iba a viajar a Murcia durante el mes de octubre de 1862 tomó el acuerdo de invitarlos a nuestra ciudad y visitar el Santuario de la Cruz. Siendo esto imposible «por la falta absoluta de buenas vias de comunicacion» decidió entonces desplazar una comisión a Murcia presidida por el Alcalde y regalarle una Cruz de Caravaca de oro de iguales dimensiones a la que guardaba la sagrada reliquia, una caja de plata, también del mismo tamaño que la original, y seis cruces pequeñas de plata.

Para poder efectuar este gasto, cuyo importe se calculó en 12.000 reales, pidieron la correspondiente autorización al Gobernador Civil, quien la concedió el 12 de septiembre. Al día siguiente se reunió el ayuntamiento para proceder al encargo de la fabricación de los referidos objetos. La cruz de oro y la caja de plata se encomendaron al platero local Félix Ruiz González de Cifuentes mientras que las seis cruces pequeñas de plata, para las que inicialmente se había pensado en Joaquín Laborda, fueron encargadas a su padre, el también platero Dionisio Ruiz, al manifestar aquel su imposibilidad para poder realizarlas. Este último encargo se modificó el 2 de octubre pensando que sería mas adecuado fabricarlas en oro, aunque reduciendo algo su tamaño para no sobrepasar el presupuesto aprobado por el Gobernador.

Una vez concluido el trabajo se acordó para el día 20 de octubre la celebración de una ceremonia en el Templo de la Vera Cruz, al que subirían solemnemente las autoridades civiles acompañadas por el vicario, clero y banda de música para «tocar a la Santisima Reliquia las expresadas Cruces, expidiendo en consecuencia el oportuno certificado que acompañara á las mismas».

Cuatro días mas tarde marcharon a Murcia, estando compuesta la comisión caravaqueña por el alcalde constitucional D. José María Cánovas, los regidores D. Mariano Navarro y D. Francisco Sánchez Olmo, un grupo de jóvenes, la banda de música así como varios vecinos. La recepción se produjo el día 25 y durante la misma el alcalde entregó a la reina las cruces en nombre del pueblo caravaqueño «“habiendo tenido la satisfaccion de oir de Sus Magestades las frases mas alagueñas y amables en obsequio á este leal vecindario, y muy particularmente de Su Magestad la Reina (que Dios guarde), que con la benevolencia y naturalidad que le son propias espresó: Que ya tenia noticias de este obsequio por Balazote, su Caballerizo mayor, que se le habian hecho presentes de mas valor, pero que este que estimava en mucho, lo conservaria eternamente por devocion y gratitud». El informador mencionado era el Conde de Lalaing y Balazote, Grande de España de Primera clase, un ilustre caravaqueño que ostentaba en esos momentos el cargo de caballerizo mayor de la reina. Regresaron el 29 de octubre dando cumplida información de todo lo sucedido en la sesión de ayuntamiento celebrada el 5 de noviembre.

La cruz y la caja formaban un conjunto de excepcional interés al tratarse de copias fidedignas tanto del relicario regalado por el Duque de Alba como de la arqueta mandada realizar por el maestre santiaguista Lorenzo Suárez de Figueroa, con la particularidad añadida de que en el interior del relicario se incluía asimismo una reproducción en madera del lignum crucis caravaqueño, eso por lo menos es lo que se desprende del testimonio ofrecido por Quintín Bas en su opúsculo de 1887 titulado “La Santísima Cruz de Caravaca: su aparición, santuarios, cultos, monumentos, etc.” cuando describe la reliquia de esta sorprendente manera: «consta de ocho piezas, y son: dos crucecitas en los centros de asta y brazos: dos piezas forman los extremos del asta, y otras cuatro el remate de los brazos ó traversas. Parece que, siendo en su origen este Santo Madero una sola pieza, fue luego dividida en esos ocho fragmentos, para garantizar mejor la solidez y regularidad del engaste ó chapeado que lo recubre. El platero dice que ha tenido que efectuar esos cortes con igual fin en otras que ha construido; V. gr., la que este pueblo regaló á doña Isabel II». Desgraciadamente se desconoce en la actualidad el paradero de estas piezas.

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