Ya en la calle el nº 1037

15 de abril de 1310: Emplazamiento a los Templarios de Caravaca para comparecer ante los inquisidores papales

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Francisco Fernández García
Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz

El 15 de abril de 1310, por carta signada en Palencia, don Gonzalo, Arzobispo de Toledo, convocó a los caballeros templarios para que se presentasen ante los inquisidores papales. Era el principio de la desaparición de esta poderosa Orden Militar de los
reinos hispánicos, donde llegaron a poseer gran número de territorios y encomiendas, entre ellas la de Caravaca, cuya tenencia detentaron durante medio siglo.


Como es sabido, en 1243 el reino musulmán de Murcia, del que formaba parte Caravaca, pasó a ser vasallo del de Castilla tras la firma en 1243 del Tratado de Alcaraz. Las poblaciones que aceptaron el pacto quedaron bajo la protección de la corona castellana, que se comprometía a respetar sus propiedades, religión, gobierno y costumbres a cambio de la entrega de las fortalezas y de la mitad de las rentas del reino. Las ciudades que no aceptaron las condiciones impuestas por los castellanos (Lorca, Cartagena y Mula) fueron conquistadas por las armas. No obstante, el reiterado incumplimiento del pacto por parte castellana provocó en la primavera de 1264 la rebelión de los musulmanes que vivían en él; la revuelta afectó a todo el Al Andalus, persistiendo durante los dos años siguientes. Para poder recuperar el territorio Alfonso X pidió ayuda al rey aragonés Jaime I, quien comenzó a prestársela a fines de 1265, poniendo cerco en enero del siguiente año a la ciudad de Murcia. Posteriormente a la toma de la capital, el monarca aragonés prosiguió sus conquistas hasta conseguir un total de 28 castillos. Tras algunos intentos por conservar algo de lo conquistado Jaime I entregó el territorio murciano a su yerno Alfonso X. La recuperación del reino murciano en 1266 determinó la anulación de los acuerdos suscritos en Alcaraz veinte años atrás, y consiguientemente, una nueva organización política del territorio.
Se desconoce la fecha exacta de la llegada de los templarios a tierras caravaqueñas, aunque existen dos hipótesis al respecto. La primera de ellas, menos posible, la sitúa en 1243 coincidente con el principio de la presencia castellana en el reino de Murcia, y la segunda en 1266, tras la conclusión de la sublevación de los mudéjares, mucho más probable, si tenemos en cuenta que tras la recuperación del reino de Murcia sus tierras fueron repartidas entre los pobladores cristianos y las órdenes militares. Alfonso X mantuvo como realengo las principales villas, asegurando el resto de territorios, especialmente los fronterizos, con el establecimiento de las referidas órdenes. La presencia del Temple ayudará a mantener la frontera caravaqueña, la segunda en importancia del reino, ya que la población cristiana era muy exigua a causa de los peligros e dificultades que suponían la vida en estos duros territorios.
La primera referencia templaria concerniente Caravaca es de 1271 y reseña la concordia firmada entre la Orden y el Cabildo de Cartagena sobre el pago del diezmo eclesiástico, ganado, aves y productos agrarios. Este documento nos ofrece también una interesante información sobre la rudimentaria actividad económica de los pobladores de Caravaca, ya que menciona algunos productos agropecuarios, entre otros, bueyes, pollos, patos, cebada, trigo, vino, aceite, coles, puerros, ajos. Este compromiso quedó sin efecto en 1282, siendo comunicado a los comendadores templarios de Caravaca y Cehegín en carta fechada el 9 de noviembre de ese año.
A mediados de 1285 el alcalde musulmán de Huescar tomó el castillo de Bullas, sin apenas oposición por los Templarios, siendo esto causa de que el monarca les retirara la posesión de la baylia. La contundencia en el castigo fue tal vez excesiva, aunque no tanto si se tienen en cuenta los problemas sucesorios de Sancho IV y la actitud mantenida por los esta orden en el conflicto. En cualquier caso, la información oficial alude exclusivamente a la pérdida del castillo de Bullas como razón de la misma. Existe un texto fechado en enero 1286 que refiere así el suceso: «Bermudo Menéndez, comendador que era de Caravaca e de Cehegín porque dio el castillo de Bullas a los moros e tiene estos dos castillos en nuestro deservicio e viene desto gran daño a toda la tierra que es cerca de alli». Tras la desposesión, las tierras se convirtieron nuevamente en realengo, creándose el concejo de la villa, como lo atestigua el juramento de obediencia realizado a don Diego, Obispo de Cartagena, en diciembre de 1285. Algún tiempo antes, el recién creado concejo envió una carta al Obispo de Cartagena solicitando el levantamiento de la pena de excomunión en que habían incurrido al no pagar el diezmo, así como el envio de un sacerdote para el mantenimiento espiritual de los vecinos y servicios religiosos. El obispo accedió el clérigo enviado tenía como nombre Joan de Vera.
El 14 de enero de 1286, el rey Sancho IV concedió el título de villa a nuestra población, con Cehegín y Bullas como sus aldeas y el Fuero de Alcaraz como el instrumento jurídico por el que se habrían de regirse: «por facer bien y merced a los pobladores que agora son y seran de aqui adelante, y porque sean mas ricos y mas abonados, y haya mayor voluntad de Nos servir, facemos Caravaca villa sobre si, e damosle Cehegin e Bullas por aldeas, e otorgámosles que sean reales, e que hayan el fuero de Alcaraz, y los buenos usos e costumbres que ellos an». Por un traslado de este documento sabemos como era el primitivo sello concejil caravaqueño: «del vn cabo ay figura de vna vaca con vn bezerro et vna crus ençima de la vaca, et del otro cabo vn poyo con vna flor ençima, et ençima de la flor vn castiello».
Robles Corbalán, en su libro de 1615, afirmó que los templarios recuperaron rápidamente el castillo perdido y que, como recompensa, el rey les devolvió nuevamente la posesión de la baylia caravaqueña, manifestando igualmente que la recuperación del castillo de Bullas y su posterior demolición fue realizada por el maestre Sancho Yánez y su comendador mayor Fernán Pérez de Guzmán, que se encontraban en ese momento en Caravaca, con ayuda de las tropas del adelantado mayor del reino de Murcia.
En 1296 Jaime II intentó anexionar el Reino de Murcia para cerrar la salida al Mediterráneo de Castilla y restablecer la frontera de su reino con el de Granada. Para conseguir sus fines pactó con las Ordenes Militares, que se mantuvieron neutrales a cambio de la promesa de continuidad de los comendadores y de la posesión del territorio. El 30 de mayo de 1296, mientras el monarca aragonés Jaime II, mantenía su real sobre Mula, renovó su protección sobre Caravaca y el 12 de junio recibió el vasallaje del comendador templario de Caravaca Lope Páez. Sin embargo, algún hecho debió de modificar sustancialmente la situación, puesto que al año siguiente, marzo de 1287, se produjo la toma del castillo de Caravaca por las tropas del monarca aragonés: «Fem vos saber que por çó que les gents del Senyor Rey han pres lo castell de Caravaca i els altres del Temple de aquella batlia».
Durante todo este tiempo, Caravaca continuó siendo frontera con los territorios musulmanes, produciéndose diversos episodios bélicos, entre los que destaca el que tuvo lugar en mayo de 1304, cuando las tropas templarias, unidas a las del caudillo bereber Ibn Rahhu, efectuaron una incursión en territorio granadino en la que consiguieron llegar a Vera, donde obtuvieron un cuantioso botín.
La expansión de Jaime II finalizó en 1304 cuando, en cumplimiento de la Sentencia de Torrellas, se vio obligado a devolver la totalidad de los territorios que había conquistado y anexionado. Todo volvía a su estado anterior, con la salvedad del nombramiento de un nuevo comendador para Caravaca, Beltrán de Ribasaltas.
El Temple permaneció en Caravaca hasta su extinción. El 15 de abril de 1310 desde Palencia don Gonzalo, arzobispo de Toledo convocaba a los caballeros templarios para comparecer ante los inquisidores papales. También a los de Caravaca: «Fratri Johannis, comendatori bayliue de carauaca, fratri Johanni dicto Gallego, fratri Petro Johannes, qui consueuerint habitare in dicta bayliua». Se conoce también un testimonio posterior, que manifiesta el encarcelamiento en territorio manchego de alguno de estos templarios procedentes de Caravaca.
Parece ser que la Orden de Santiago comenzó a administrar estos territorios tras la supresión del Temple; sin embargo en mayo de 1327, fue convertida en señorío laico por el rey Alfonso XI y entregada al noble Pero López Ayala, quien tuvo su posesión hasta su muerte en 1340 durante una escaramuza fronteriza. Finalmente, en 1344 el mismo Alfonso XI hizo entrega de la encomienda de Caravaca a la Orden de Santiago.

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